Doce días después de su captura, el 24 de setiembre de 1992, Guzmán Reinoso fue presentado públicamente a la prensa en una jaula, vestido con un traje a rayas. (Foto: Archivo El Comercio)
Diego Chirinos

“El inicio del fin del terror” o “la captura del siglo”. Estas son solo algunas de las frases más utilizadas durante un cuarto de siglo para referirse a lo sucedido aquella noche del 12 de setiembre en la urbanización Los Sauces de Surquillo.

Era 1992. Sendero Luminoso, encabezado por su sanguinario cabecilla y una cúpula terrorista, llevaba ya 12 años desangrando al país.

En ese período, el denominado ‘Cachetón’, como lo llamaban los policías que lo seguían, burló dos veces el asedio del Grupo Especial de Inteligencia (GEIN). Pero la suerte no lo acompañaría la tercera vez. La última.

Poco antes de las nueve de la noche de ese 12 de setiembre, sin disparar a nadie, un equipo del GEIN ingresó a la vivienda de la Calle 1 –hoy Varsovia–. Ahí se escondían Guzmán, su conviviente Elena Yparraguirre y senderistas como Maritza Garrido Lecca, Carlos Incháustegui y Laura Zambrano Padilla. Todos cayeron. Ninguno logró escapar.

Así, de forma discreta, el GEIN marcaría un antes y un después en la lucha contra el terror.

—Criminal de carne y hueso—
El amanecer posterior a la captura de Abimael Guzmán no fue uno más. Las banderas flameaban en las casas de varios peruanos. Hasta entonces, muchos creían que el cabecilla senderista era invencible y que su captura era imposible.

La caída de Guzmán constituyó el derrumbe de ese falso mito construido por el senderismo alrededor de él.

“Era un personaje presentado por la propaganda terrorista como el gran líder que avanzaba paso a paso y que estaba a punto de tomar el poder. Ese mito se derrumbó con la caída de Guzmán”, rememora el actual viceministro de Orden Interno y experto en temas de terrorismo, Rubén Vargas.

Tras la captura, los peruanos celebraron como no lo hicieron en mucho tiempo. Y quienes ya pensaban en salir del país, se quedaron. La detención fue el factor determinante.

“Hacia 1990, los peruanos estábamos preocupados porque no veíamos una salida. Teníamos el temor de que, llegado el momento, tuviésemos que recrear lo sucedido en [la guerra de] Vietnam: esperar el último helicóptero para huir. En 1992 la cosa cambió”, comenta el abogado penalista y ex juez –con rostro– de la Sala de Terrorismo de la Corte Superior de Lima Luis Vargas Valdivia, quien fue víctima de atentados contra él y su familia.

—Sendero en declive—
La captura de la cúpula terrorista resquebrajó los cimientos sobre los cuales Sendero Luminoso se había levantado. Abimael Guzmán no estuvo preparado para la derrota; su estructura criminal, tampoco.

“En los años siguientes [a la captura de Guzmán] los mismos senderistas no pudieron controlar a su gente. Es la época en la cual se produjo la mayor deserción en sus filas”, cuenta el especialista en temas de terrorismo Pedro Yaranga. Los desertores escapaban para entregarse tanto al Ejército como a los comités de autodefensa.

La estructura de Sendero se construyó en torno a Guzmán. Lo veían como un personaje casi mesiánico. “Todos se sujetaban a él. Era un dios para los senderistas y, por eso, la caída fue un golpe tan grande”, agrega Yaranga. Los intentos de los hoy encarcelados ‘Feliciano’ y ‘Artemio’ no fueron suficientes para recuperarse de ese golpe.

La historia habla por sí sola. Antes de la captura de su cabecilla, entre 1980 y 1992, Sendero Luminoso cometió 27 atentados terroristas de gran magnitud. Con Guzmán preso, desde 1992, el número se redujo a 4 atentados.

“[Sendero Luminoso] se generó alrededor de un caudillo y este era el encargado de todo. Abimael no preparó, gracias a Dios, los cuadros [sucesores] para su reemplazo. Esto finalmente trajo como consecuencia el desbande de Sendero”, expresa Vargas Valdivia.

—El golpe más duro—
La captura de la cúpula senderista fue seguida por una sucesión de caídas. La inteligencia policial, apoyada por las rondas campesinas y los comités de autodefensa, asestó un golpe tras otro a la entonces debilitada agrupación terrorista.

“El GEIN salvó la democracia con la captura de Guzmán. Lamentablemente, no se le dio el reconocimiento que corresponde porque lo que siguió a la captura fue una utilización política”, indica Rubén Vargas. Una afirmación con la cual coincide el resto de fuentes consultadas para este informe.

Hace apenas unos días, casi 25 años después de esa captura histórica, por su accionar en ese ya lejano 12 de setiembre. Aquella noche en la cual el delincuente más sanguinario de la historia del Perú, Abimael Guzmán, fue derrotado sin violencia. Aquella noche en la cual el Perú cambió para siempre.

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