“Tengo más preguntas que respuestas”, admite Carlos Basombrío al inicio de la entrevista. Según explica, las protestas actuales deben entenderse de acuerdo a los momentos que se han ido sucediendo.
—Por su experiencia en el manejo de conflictos, ¿diría que la tragedia vivida pudo haberse evitado en algún modo?
Estoy profundamente impactado por 50 muertes de peruanos que se ejemplifican en el mecánico que, auxiliando a un herido, muere de una bala; o el bebe que iba en la ambulancia; o el internista en Ayacucho que muere ayudando a un paciente; o el policía quemado vivo. Eso simboliza el horror que estamos viviendo. Estamos en un momento en que hay narrativas absolutistas que complican cualquier reflexión. Dicho eso, me ratifico en que se está enfrentando una violencia extrema que se explica, al menos en el inicio, en la construcción de una narrativa falsa por parte de instigadores políticos radicales.
—Pese a que aún hay quienes niegan esa presencia.
Basta entrar a las páginas del Movadef, por ejemplo, para ver el rol que aspiran a cumplir o que están cumpliendo. También me sorprende muchísimo que se diga que los mineros ilegales no han tenido protagonismo. Por supuesto, cada vez más personas están indignadísimas por la muerte de sus hijos, de sus vecinos, y se ha generado un segundo momento.
—Después de lo visto en Ayacucho, ¿pudo formularse un operativo policial más inteligente?
No hablo del muchacho que tira piedras, pero el que organiza la toma de un aeropuerto tiene una lógica militar, y cualquier principio de esa naturaleza te obliga a escoger, a ti y no a ellos, el momento y la forma. El aeropuerto de Juliaca ya estaba destrozado, ya habían anunciado que no se iba a poder utilizar. Era importante escoger el momento de hacer una acción mucho más pensada, horas después, con una superioridad numérica que evitara la tragedia. No quiero hacer de general de la victoria, todo es muy difícil, todo es muy movible. No responsabilizo a los policías en el terreno, no son ningunos sádicos; es el Gobierno el que no aprendió las lecciones. Hoy la narrativa dominante en el país es “Dina asesina, renuncia”. Ahí hay una derrota política del Gobierno muy grave.
—Decretaron estado de emergencia, pero no ejercieron ningún control.
Hay un principio elemental en el mantenimiento del orden público: mientras más policías en relación a manifestantes tienes, menos posibilidades de matar manifestantes habrá. Y puede haber legalidad en los hechos, o sea, el uso total de la fuerza, pero la legitimidad se ha perdido y se la han regalado a quienes siguen actuando con violencia extrema y tienen una intencionalidad que trasciende una legítima protesta. No puedes salvar un aeropuerto, ya inactivo, con un costo de 19 muertos. Hay una consecuencia ética y política de tal magnitud que terminas siendo tú el derrotado.
—En el gobierno de Castillo, el Mininter fue vejado. ¿Qué tanto influye este desorden en el comportamiento de un policía con vara, escudo y escopeta?
La altísima rotación de ministros y de mandos ha hecho que termine dirigiendo la institución gente con una línea de carrera que debía ir asentándose. No hay la experiencia, eso que se va ganando en el terreno. Por otro lado, está la inteligencia policial. Hemos tenido 12 jefes de la Digemin, si no recuerdo mal, la mayoría de los cuales llegaba con el mensaje implícito o explícito de proteger a Castillo y garantizar la impunidad. Ahí están las consecuencias, pues.
—¿De quién es la responsabilidad política en este momento?
En mi opinión, el primer ministro Otárola ha perdido toda legitimidad. Se tiene que asumir responsabilidades políticas. Eso no significa que ellos sean responsables de las muertes directamente, pero han ocurrido durante su gestión. Eso me lleva a pensar en la viabilidad del Gobierno, cada vez es más complicada su tranquilidad a mediano plazo.
—En un reciente tuit, escribió que había que “salvar a Dina, pese a Dina”.
El manifestante promedio está indignado y está protestando, incluso con violencia dentro de ese contexto. Pero en las mentes que hay detrás, que no sé hasta qué punto ya controlan las decisiones generales de la protesta, la idea es de tomar Lima para un ‘punch’ insurreccional que acabe con el Congreso, y ser ellos el poder en el Perú. Está muy lejos de poder concretarse, pero eso es lo que quieren. En el escenario de que logren una cosa intermedia, como la renuncia de Boluarte, se tiene que convocar elecciones de inmediato, aunque los períodos electorales no se pueden achicar como un acordeón. El gobierno es una herencia de Perú Libre, una herencia de Castillo, nunca hay que olvidar eso; aun así, creo que está gobernando de regular para mal, pero no sé cuánto pueda aguantar psicológicamente el “Dina asesina”. Es muy fuerte para cualquier persona y más todavía para una persona que no tiene, digamos, ese pellejo de chancho de los políticos más curtidos. Entonces creo que hay que defender a Boluarte, pese a ella misma.
—Hace un mes, Boluarte dijo que no entendía por qué protestaban, por qué se levantaban contra ella. ¿Usted sí lo tiene claro?
Están los operadores ideológicos, que tampoco son gente con tanta capacidad, sino simplemente tienen ideologías en movimiento. Luego, los mineros ilegales están actuando en función a que la solidez del Estado no les conviene en absoluto. Y eso tiene que ver con los financistas de la minería ilegal, incluso internacionales, grupos poderosos. También está el elemento identitario, más la construcción de la narrativa del golpe del Congreso, de la derecha y de los ricos y de Lima. Después todo ha ido cambiando, se ha ido complejizando, son mil razones que se entremezclan.