—¿Comprendemos a quiénes estamos enfrentando?
Estamos ante un sector que proviene del fracaso de los dos senderos. Del Sendero Luminoso de Abimael Guzmán, porque quedó la violencia y se perdió la ideología, más allá de algunos reflejos del maoísmo. Y de “El otro sendero”, de Hernando de Soto, porque esa promesa se lumpenizó, y los informales no crearon un nuevo orden ni nuevas instituciones sino crimen. Ese mundo, ese engendro entre ambos senderos, es lo que hoy en día se está movilizando. Y no lo estamos comprendiendo. Mira la dificultad que tenemos los peruanos en decir si son terrucos o son el pueblo organizado. Yo diría: ninguna de las anteriores. Ojo, no estoy diciendo que no haya subversión.
—En tu última columna relativizas el rol de los elementos subversivos.
Dejemos de pensar que estamos ante el típico terrorista de los 80. En esos años, la informalidad era de 40%. Hoy en día es el doble. Este es un anti-establishment que no tiene una cocina política, pero que cuando moviliza su furia no lo hace en la plaza Dos de Mayo como espera la izquierda. Se moviliza a través de vandalismo. Este engendro de nuestra modernización truncada y frustrada se expresa con vandalismo. Los que tienen la dinamita no vienen del maoísmo, sino de la minería ilegal. Es la peor combinación posible de los dos senderos. Ninguno calzó como quería, ni Abimael Guzmán ni Hernando de Soto. Abimael pensó que sería un sendero ideologizado, pero lo único que quedó fue una ideología bastarda porque no se reconocen como hijos o sucesores del maoísmo. Y Hernando de Soto le puso demasiado entusiasmo a esos informales que iban a ser microempresarios y emprendedores, pero terminaron siendo aliados y creadores de mafias.
—Pienso en “Los caballos de los conquistadores, otra vez”, de Alberto Flores Galindo, donde le dice a De Soto que esos informales eran socialismo autogestionario a la manera yugoslava. Cada quien veía lo que quería ver, como con Castillo.
Porque cada uno tomó partido. Estamos ante una fusión de nuestra modernización truncada política y económicamente. El crecimiento económico no logró incluir formalmente a las mayorías. Tiene un 80% de población que vive en un mundo informal, en una situación precaria, sin previsión social, sin trabajo permanente y sin contrato. Pero malos partidos tampoco lograron incluir a los sectores ideologizados que buscaban una narrativa programática. Esas dos promesas incumplidas se terminan encontrando y es muy fácil que se encuentren porque la informalidad viene del mundo rural. La informalidad viene del campo a la ciudad. Mi viejo fue campesino y luego fue vendedor ambulante. Y esa es la historia de muchas generaciones. Y esta ideología radical, contestataria, velasquista, que dice que “el patrón no comerá más de tu sudor”, termina imbricada en una o dos generaciones con la del vendedor ambulante que termina haciendo plata en el mundo informal. Esta combinación se expresa políticamente ahora.
—Frente a la narrativa maniquea de la élite vs. el pueblo, ¿la mayoría silenciosa de emprendedores no debería romper el conjuro populista?
Es una paradoja: quienes podrían defender mejor que nadie el modelo no están interesados en defenderlo. El microempresario se dio cuenta de que podía crecer de espaldas al Estado. Por lo tanto, podía crecer independientemente de la política. El modelo los despolitizó y ahora solo los convocan para ir a votar. No hay un partido emprendedor en el Perú. La dinámica del mercado les enseñó que la política no servía para resolver los problemas. El modelo debió parir a sus propios defensores. Porque los defensores del modelo deberían estar en el llano, no en las élites tecnocráticas. Por la forma en que se consiguieron, las políticas de mercado cavaron su propia tumba política. Es un modelo ocioso que no debió tener las posteriores reformas políticas de los reformólogos, sino las de segunda generación sobre descentralización, profundización del Estado e informalidad. Y, sin embargo, el modelo fue un éxito económico rotundo. Si me dijeran el año 90 que hay que aplicar un modelo de ajuste, yo lo firmaría nuevamente.
—El modelo ha sido ratificado en las elecciones posteriores, desde Toledo hasta Humala y PPK. Incluso Castillo dijo en su discurso de golpe de Estado que no iba a tocar el modelo económico.
Claro, imagínate qué tan fuerte es el modelo. Yo sigo creyendo, y esta es una opinión personal, que el modelo de mercado todavía tiene para seguir dando buenos frutos. Porque lo que ha fallado no fue el modelo como estaba previsto, sino que es un modelo truncado, a medias. No hay mayor evidencia de las bondades del modelo del hecho de que caen presidentes pero la economía sigue, como dice Andrés Oppenheimer. Pero, claro, él le da el mérito a Julio Velarde y no a la Constitución del 93. Yo sigo creyendo que la Constitución del 93 es un gran pilar para los que tenemos memoria económica y no solo memoria histórica. Es lo que mejor pudo haber pasado en la historia del Perú contemporáneo. Lo que sucede es que el modelo no tuvo las reformas de segunda ni de tercera generación. Las reformas más políticas quedaron en manos de sectores progresistas que no tenían ninguna sintonía con el modelo económico. Tú tienes que hacer reformas políticas que dialoguen con el modelo, no que socaven el modelo económico. Por eso estamos viendo las deficiencias.
—Si como dices el crecimiento económico es la última narrativa que le queda a la derecha, ¿Rafael López Aliaga podría ser un exponente desde la alcaldía?
El crecimiento económico es la última narrativa que le queda a la derecha, porque más que algo impostado es algo real. La derecha se repliega frente a esta crisis cuando tiene que salir a aprovecharla. No con el cinismo de la izquierda, sino hasta con cierto orgullo. A pesar de las caídas presidenciales, el país va a crecer más que sus vecinos. Si yo fuera un operador político de la derecha, ese sería un logro. Ahora, ¿es ‘Porky’ el mejor articulador o promotor de esa narrativa? López Aliaga es un castañedista, lo único que tiene de radical es su conservadurismo moral. Y en esta campaña no están en disputa los valores morales donde más bien hay cierto consenso. Porque el país es más conservador, tanto en la izquierda como en la derecha. Como rentista, López Aliaga es más pragmático con respecto al modelo. Necesitamos genuinos defensores de la Constitución del 93. Y hacerlo de manera inteligente, comprometida con ese pilar, con ese hito de la memoria económica del país. A mi parecer, él está más cerca de ser Castañeda que de ser un Javier Milei.
—Un liberal achorado.
Un despeinado como Milei. Pero un liberal andino que defienda este modelo. Que lo defienda desde el Perú profundo, no desde España.
—¿Qué paralelos y diferencias ves con el estallido chileno?
Lo que ha demostrado el modelo chileno es que hay mayorías silenciosas y que el anti-establishment no es ideológico. Puede ir a la izquierda o a la derecha. Los padres de los que se movilizan hoy en el campo votaron por Fujimori. Los ronderos fueron aliados de Fujimori en la lucha contra Sendero. Ayacucho era una zona donde arrasaba el fujimorismo. Lo que necesitas es un traductor del malestar. Cae Castillo y la derecha se va a la playa y la izquierda se va a la calle.
—Dices que allá se movilizaron las clases medias y acá el sector marginal, urbano lumpen.
Marginal urbano y lumpen, además del campesinado. Estas movilizaciones son más parecidas a las caídas presidenciales en Ecuador, pero con la agenda artificial chilena.
—¿Los traductores la vuelven artificial?
Este anti-establishment no se moviliza con una consigna. Quiere que se vayan todos. Es anti-Congreso principalmente. Pero lo que se encuentra al momento de la movilización son los traductores. Estos operadores políticos de la izquierda, para no hablar de Bermejo ni de Bellido, entra Edgar Tello. Ellos te dicen que ese malestar solo se soluciona con una asamblea constituyente. Es al momento de la traducción que se asume la consigna de la constituyente. Y por eso es artificial. La derecha ha dejado de tener operadores y traductores en ese espacio entre la protesta y la agenda política. Por eso digo que esta asamblea constituyente es artificial y por lo tanto es ganable por las mayorías silenciosas que creo que siguen creyendo en el capitalismo.
—¿Cuáles son los paralelos de Dina Boluarte con Manuel Merino?
El jueves 15 para Dina fue el penúltimo día del gobierno de Merino. Los gobiernos transitorios son muy frágiles al inicio. Es un gobierno frágil y débil que ha caído en dos problemas. Primero, agarró la agenda de uno de los bandos. Dijo en su discurso de asunción: “Nos quedamos todos”, menos Castillo. Y luego agarró una agenda del establishment que es la reforma política. Eso ha retrasado las negociaciones y dilatado los acuerdos de adelanto de elecciones. Esta obsesión que tienen los limeños y los sectores intelectuales me preocupa demasiado. Le han vendido esa idea a la presidenta, al punto que querían convocar a las elecciones en 15 meses. Como si con una reforma fuéramos a votar como suizos. Dina y los políticos en general tienen que darse cuenta de que la política es el arte de lo imposible. Es el reino de la informalidad, y eso es sacarle la vuelta a la ley para solucionar los problemas y la incertidumbre. Y eso implica quitarte los corsés de encima, pero no conciben la política en esa dimensión.
—La presidenta tiene más posibilidades de expiar su pecado original y negociar desde su actual posición de poder, para salvaguardar algo peor.
No hay nadie en el gobierno que conozca mejor a quienes movilizan las carreteras que ella. Pero reconocer ese pecado original implicaría confesar. Y parece que no está dispuesta a hacerlo. Entonces solo hace un borrón y cuenta nueva. En suma, sabemos que el próximo año habrá elecciones, pero no sabemos si serán con o sin Dina.
—”Más que confiar en sus ganas de romper con Perú Libre, hay que confiar en su ambición por querer durar y ser bien recordada”, me dijo un colaborador suyo.
Se le ve ambiciosa desde que quiso quedarse hasta el 2026. Pero a cada hora recibe un golpe de realidad. Yo pondría a los cuadros regionales. Recién la presidenta se ha reunido con los gobernadores. Hubiese puesto de primer ministro al gobernador de Apurímac. No porque represente a esta gente, sino porque sabe lo que esta pasando ahí.
“La derecha tuvo que salir a hablar más sobre el golpe en vez de irse a la playa por el feriado largo”
—Cuando en la región había militares de derecha, acá tuvimos a Velasco. Cuando tenían chavismo, acá tuvimos a Fujimori. Nos ha agarrado por sorpresa que el Perú coincida con la agenda latinoamericana.
Esta no es una crisis más porque nos hemos internacionalizado. Tiene un nivel más de profundidad. Con Manuel Merino no dijeron nada, pero Pedro Castillo es el último bastión para la izquierda hispanoamericana, desde Pablo Iglesias hasta el chavismo que estratégicamente se queda callado. Ya tuvieron al PT, a los Kirchner, a los chavistas y los sandinistas. Para justificar su narrativa no pueden permitirse otro gobierno corrupto y encima golpista. La izquierda siempre juega a ser víctima. En la narrativa de la izquierda, ellos nunca tienen el poder, así sean dictadores.
—Porque los poderes de facto se imponen.
Exactamente. Entonces yo no sé para qué compiten en las elecciones si siempre van a decir que no tienen el poder. Y en esta narrativa, la víctima estructural de América Latina es Pedro Castillo. Él expresa la utopía izquierdista.
—”La víctima exige reivindicación, garantiza la inocencia e inmuniza contra la crítica”, dice el ensayista italiano Daniele Giglioli. “Y ese es el sueño del poder”.
Por eso Castillo es la víctima perfecta. Es un ‘guajiro’, como dirían los cubanos castristas, con sombrero y ojotas. Es profesor, una referencia a Paulo Freire, y sindicalista, como Lula del PT. Y con raigambres subversivas, como Petro. Al único que no le hace un ‘queco’ es a Boric, porque es conservador. Boric es izquierdista feminista, de la nueva generación. Entonces toda la izquierda se agarra del sombrero de Castillo. Es maravilloso para ellos que la víctima haya sido golpeada, aunque no sea verdad. Es contraintuitivo que esa víctima termine siendo un golpista dictadorzuelo y corrupto.
—Por media hora la víctima tuvo agencia, hizo un golpe y se salió del personaje.
La derecha tuvo que salir a hablar más del golpe y las investigaciones. En vez de eso, se fueron a la playa por el feriado largo.