Acuña Peralta toma oportuna distancia con sus congresistas disueltos, preparando su campaña al 2021.
Acuña Peralta toma oportuna distancia con sus congresistas disueltos, preparando su campaña al 2021.
Fernando Vivas

Con plata como cancha, tautologías (pronunciadas por él o inventadas a sus expensas por el humor popular), y una dosis de realismo, Peralta volverá a intentarlo.

La plata ya la tenía en el 2016. También la tuvo en el 2011 cuando se sumó al ‘sancochado’ de PPK y en el 2006 cuando lanzó a Natale Amprimo, y se colocó detrás de él, púdico, como candidato a primer vicepresidente. La tuvo, realmente como cancha, para manejar a la vez la alcaldía de Trujillo y la Universidad César Vallejo (UCV) mientras consolidaba a nivel nacional su partido Alianza Para el Progreso (APP). Ese proceso fue tan complejo y exitoso que el politólogo Rodrigo Barrenechea dedicó el libro “Becas, bases, y votos” (IEP, 2014) a analizar cómo el proselitismo apepista focalizado en líderes sindicales y locales, recurría al ofrecimiento de becas en la UCV.

Le faltó, pues, al Acuña del 2016 que cometió el sinsentido de negar las pruebas contundentes de plagio y de negar ser el falso coautor de un libro del educador Otoniel Alvarado; la dosis de realismo de la que quiere hacer gala hoy. Le falto la sangre fría que no tuvo en el 2016 para renunciar antes de que lo excluyan; pero ha logrado –la plata es indispensable- un equipo que se la dé en transfusión y le evite el riesgo de actuar cual José Luna, que cree que el Perú no hubiera cambiado en 3 años y la Telesup es inmortal.

Miren a Acuña apareciendo en público, a pesar de su pánico escénico, para agarrar al toro por las astas ante la nube de micrófonos y decir que no es aprista ni fujimorista, o sea, que no es un loser disuelto por Vizcarra. De paso, ajustó las clavijas a los militantes que votaron naranja. Días después, ha vuelto a aparecer para decir que apuesta por los jóvenes apepistas.

Su realismo es tosco y torpe, eso sí. Tiene la voluntad pero le falta pulir sus manifestaciones. Expulsó a Marisol Espinoza sin oír sus descargos y sin reparar en que su hijo Richard Acuña y los otros congresistas apepistas votaron como ella. De ese modo, confirmó que no era doña democracia interna sino el patrón don César quien mandaba en APP. Un par de comunicados posteriores trataron de corregir la metida de pata y dieron tiempo a Richard para comunicar que había pedido licencia al partido y a Luis Iberico para notificar su renuncia a la secretaría general. A ambos, el patrón les aceptó el gesto.

Con Espinoza hay otra consideración de realismo puro y duro. Lo menciono porque el fiscal de Chiclayo, Juan Carrasco, lo ha señalado públicamente. Resulta que un colaborador eficaz del caso Los Wachiturros de Tumán declaró que Marisol y Javier Velásquez Quesquén habrían recibido dinero de la organización de Edwin Oviedo. Ella no es miembro de la Comisión Permanente, de modo que perderá la inmunidad ante cualquier requerimiento investigativo del fiscal.

Acuña quiso marcar nítidamente la diferencia con los otros partidos/bancadas que, ciegos en la defensa de su alicaído fuero, desafiaron el profundo odio popular al Congreso. APP tuvo los mejores resultados en las últimas elecciones locales (258 alcaldes y 4 gobernadores) y ahí está su capital político descentralizado. Para mantenerlo es preciso alejarlo del hemiciclo devaluado y reducido a comisión permanente, al que se aferra el ala dura del fujimorismo. Acuña es distinto de los Fujimori y ahora tiene que convencernos que es distinto del Acuña del 2016.

-Redes, bromas y votos-

De hecho, APP participará en las apuradas elecciones que se nos vienen y ello es parte del camino de Acuña al 2021. La campaña no va a parecerse a la del 2016 cuando todo intentaba resolverlo con plata y con la principal fuente de su plata, la UCV. El país ha cambiado y ya no permitiría que se use un spot tan conchudo (y eficaz), como el de ‘somos una raza distinta’ para un propósito personalista ajeno a la educación.

Por otro lado, en el referéndum se aprobó una reforma que entrará en vigencia en la campaña que se nos viene: la prohibición de contratación de publicidad en TV y radio. Todo lo que se vea en la pantalla serán entrevistas y franja gratuita. La campaña será más rápida, barata y, eso sí, recurrirá a las redes más que en el pasado. En ellas, Acuña piensa invertir como cancha y tengo entendido que en la UCV ha habido una preparación para ello. ¿O acaso se la creyeron que la universidad dejará de aportar de alguna forma a su campaña?

Ya que seguimos manoseando a la Vallejo, sí pues, es cierto que Acuña entendió que la única forma para hacer sobrevivir a su universidad era desligarse de ella. Al menos lo hizo en el papel, extirpando su nombre del directorio. No era desprendimiento, era la única forma de salvar a su criatura de sí mismo: si proseguía la abierta instrumentalización política de la universidad, era casi seguro que esta no obtenía el licenciamiento de la Sunedu.

¿Podrá Acuña dejar de ser Acuña? Es una pregunta tautológica como esos asertos suyos –“una persona es feliz cuando logra su felicidad”, “con este frío, ni calor se siente”- que sus marketeros estarán estudiando para convertirlos de asunto de mofa en virtud popular. De meme a lema y hasta a programa de gobierno. Verán la forma de que el humor popular le haga una campaña gratuita. Si no puedes con el bullying, únete a él.

Pero, en serio, ¿podrá Acuña dejar de usar la UCV para promoverse?, ¿podrá dejar de hacer clientelismo y empezar a hacer política pura de alianza, plan y argumento? Miren a su bancada de originales 9. Ha tenido, en términos porcentuales, más escándalos y fugas que los 73 de Fuerza Popular: 2 condenados perdieron hasta la inmunidad (Benicio Ríos y Edwin Donayre), un ultraconservador renunció (Julio Rosas) y Richard, según varias denuncias periodísticas, se enredó en complicadas negociaciones con Fuerza Popular que tenía la mayoría de votos en la Comisión de Ética y en la Sub Comisión de Acusaciones Constitucionales donde tenía unos enojosos pendientes.

Marisol Espinoza, pues ya sabemos que se fue para siempre; César Villanueva fue tan ajeno a APP en su paso por Palacio como en su actual licenciamiento mientras atiende la denuncia de haber recibido plata de la Caja 2, con codinome (CV) y todo; Gloria Montenegro, aunque mantiene una buena relación con el líder, siempre apuntó al gobierno y allí está, prendida de la cartera del MIMP. César Vásquez, paisano de su querida Tacabamba, fue su congresista más leal e incondicional. Pero no el de mayor predicamento. Ese es Luis Iberico, ex presidente del Congreso y secretario general del partido, que renunció como parte del efecto dominó de la disolución y de la expectoración de Espinoza. Lo que no quita que Iberico vuelva más tarde.

No estamos en hora de bancadas sino de partidos y de candidatos. El que pestañea y se duerme en el 2019 puede perder en el 20 y en el 21. Y Acuña, que se estaba durmiendo entre una tautología y otra, ha agarrado una pequeña viada discursiva –en comparación a su inopia de pasadas temporadas– que ningún partidario querrá echársela a perder.

Contenido sugerido

Contenido GEC