El aserto de que la diplomacia es una guerra por medios sofisticados; también se aplica en el frente interno. En Torre Tagle, el palacio de la cancillería nacional, se han diseñado razzias y conspiraciones internas con pompa y protocolo. Aún quedan heridas abiertas, por ejemplo, de la razzia de 117 diplomáticos cesados por antipatías, prejuicios ideológicos y homofóbicos en 1992, durante el gobierno de Alberto Fujimori.
Aquí les contaremos una suerte de complot que tiene especial interés porque se ha judicializado e involucra a dos palacios, el de Torre Tagle y el de Gobierno. El protagonista de maltrato al personal que dio lugar a un escándalo y a la vez fue víctima de lo que llama un complot, fue el embajador Fortunato Quesada Seminario cuando era embajador en Israel en junio del 2018.
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Al ejecutor principal de la conspiración lo podemos señalar con nombre y apellido pues por Resolución Viceministerial 0236 del 5 de agosto del 2020 ha sido sancionado con seis meses de suspensión por las faltas asociadas a apurar la caída de Quesada. Se trata del ministro consejero Pedro Rubín Heraud, la segunda autoridad en la misma embajada. Por varias semanas, Rubín, según consta en el Informe Final (CDI) 006-2020 de la Comisión Disciplinaria del Servicio Diplomático de la República integrada por los embajadores Jorge Méndez, Franca Deza, Juan del Campo, Cecilia Galarreta y el ministro Gustavo Laurie; coordinó y alentó que trabajadores de la embajada y de la residencia de Quesada en Tel Aviv, grabaran a su jefe para demostrar su lenguaje vulgar y abusivo con el personal y, eventualmente, otras irregularidades de su gestión.
Hasta ahí, tenemos la develación de una intriga dentro de la misión para deshacerse de un jefe incorrecto; pero sucede que Rubín, interrogado por la comisión investigadora, hizo una explosiva revelación: Dijo que él había puesto las quejas del personal y los audios en conocimiento de José Boza Orozco, jefe del gabinete de asesores del canciller Néstor Popolizio y del propio canciller, con la idea de que ello diera pie a un proceso interno contra la gestión de Quesada. Sin embargo, en lugar de ese proceso, según su relato, fue alentado por Boza a comunicarse con el programa “Panorama” y entregarles los audios.
Rubín no solo acusa a Boza de palabra, sino que aporta un correo electrónico que le envió este: “Mi querido Pedro. Más bien ya hablé con 1 [canciller Popolizio] y 2 [vicecanciller Hugo de Zela] sobre lo que conversamos. Ambos están de acuerdo en colgar al abusivo pero se requiere más info al respecto”. Ante los comprensibles temores de Rubín por la exposición pública del asunto, el propio Boza, en otro mensaje, le insiste y le proporciona un contacto telefónico del programa.
En una conversación por WhatsApp, Rubín cuenta que los trabajadores de la embajada no quieren usar esa vía y le pregunta a Boza, “¿pero con lo que mandé a la cancillería no puede ni siquiera llamarlo a consulta?”. Este le responde: “Créeme que la predisposición es colgarlo pero sin denuncia periodística son dimes y diretes. Con reportaje ya está hecho”.
Tras recibir la sanción, Rubín ha apelado el pasado 28 de agosto. En la conclusión de su alegato dice. “La sanción impuesta contra mi ha sido urgida por los embajadores Popolizio, de Zela y Boza para desvincularse del abuso de poder cometido por ellos según se desprende de las conversaciones con el embajador Boza, y que llevó al escándalo mediático que deseaban para expulsar a Quesada Seminario y trasladarme la culpa (…). Los únicos responsables como queda demostrado son ellos, y son ellos los que contactan en primera instancia a “Panorama””.
En el reportaje, el cocinero Jesús Alvarado y la empleada de la residencia Romina Teves, narraron el estrés y el exceso de trabajo que según ellos padecían en la residencia. Pero los audios con frases altisonantes tuvieron más impacto y en ellos se concentró el escándalo: Quesada decía, dirigiéndose a Teves, “y si te meten la mano, disfruta”.
Teves no dijo en el reportaje haber sido víctima de acoso sexual (Rubín lo desliza en sus mensajes a la cancillería y en la investigación que siguió al escándalo ese punto se analizó y se desestimó), pero sí es evidente que oír una frase así, fue tremendamente machista y ofensivo. Quesada nos dice que se arrepiente de haberla proferido y nos ha proporcionado el audio íntegro de la conversación. Se percibe, como todos los extractos aireados en el programa, que las grabaciones ocurrieron en la residencia, con el exceso de confianza y de impertinencias en las que el jefe y dueño de casa solía incurrir ante la empleada y el cocinero.
No deja de sorprender en este caso la contundente reacción de cancillería. En otros casos, hemos visto primar o un lamentable espíritu de cuerpo o un más comprensible afán por no afectar la imagen del país. Esta vez, el canciller Popolizio (Luna había dejado de serlo en enero del 2018) tuiteó zanjando con Quesada y ordenó su vuelta a Lima al día siguiente. Por todo lo anterior, es válido sospechar que más allá de un ánimo justiciero, había una voluntad de cebarse en Quesada.
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Tan pronto estuvo en Lima, empezó el proceso de Quesada. Solo volvió a Tel Aviv a recoger sus pertenencias. Perdió la embajada, pues se lo mantuvo en Lima mientras se lo investigaba (a diferencia de Rubín, que actualmente sigue en Tel Aviv mientras se atiende su apelación). Según nos cuenta Quesada, nunca hubo un careo, sino que le pidieron sus descargos por escrito. Los audios, siendo ilícitos, no fueron elementos de prueba; pero el segundo funcionario de la oficina de recursos humanos, Jorge Salas, fue enviado a Tel Aviv a entrevistar al personal y recabar testimonios del maltrato.
Además del trato abusivo al personal, se acusó a Quesada de haber abandonado el cargo sin el reporte correspondiente (él se excusa diciendo que fue un par de días a Petra, en la vecina Jordania y no juzgó necesario reportarlo) y de haber falseado un documento (él dice que viajó a Roma y olvidó de dejar un oficio delegando su función a Rubín; como era una formalidad ineludible, le pidió a la secretaria que lo redactase y pusiera sus iniciales). Por todas estas faltas recibió la más severa de las sanciones: la destitución, según consta en Resolución Viceministerial 0373-2018/RE del 29 de octubre del 2018, 4 meses después del escándalo.
¿Por qué tantas presiones a Rubín para airear la denuncia a Quesada y dar pie a un proceso célere y severo? La respuesta puede estar en una historia que nos lleva a otro palacio, el de Gobierno.
El hombre de PPK
En 1980 cuando era apenas un alumno de la academia diplomática, Quesada tuvo su primer encargo protocolar: ayudar en la ceremonia de asunción de mando de Belaunde, ordenando la fila de ministros de estado. Entre ellos, estaba el ministro de Energía y Minas, un cuarentón PPK. Desde entonces, PPK lo saludaba cada que se lo encontraba en eventos sociales. Entre el 2011 y el 2013, Quesada fue cónsul en Nueva York y allí lo vio en varias oportunidades.
Cuando, ya elegido presidente, se acercaba su asunción de mando, Kuczynski eligió a la plana de Palacio de Gobierno y tuvo que escoger a un jefe de protocolo. Esa había sido una función que manejaba cancillería hasta que Ollanta Humala creó el cargo de jefe de protocolo porque quería a su lado a un diplomático de su entera confianza, con oficina en el propio Palacio de Gobierno y que no dependiera de Torre Tagle. Y llamó a Wilbert Haya Enríquez, que se había hecho amigo suyo cuando fue agregado militar en Corea del Sur.
PPK recordó a Fortunato y lo mandó a llamar. Su elección no pareció nada forzada, pues, desde que volvió de Nueva York y de una misión en El Salvador, a Quesada le tocó ser director de ceremonial en Torre Tagle y estar entre los organizadores de las cumbres de la AlCUE y APEC en Lima, ganando experiencia en asuntos protocolares.
Sin embargo, Ricardo Luna, embajador retirado y gran amigo de PPK desde que ambos estudiaron en Princeton, fue elegido canciller; y no tenía a Quesada por candidato a ese puesto de confianza del presidente. Pero tuvo que respetar la decisión de PPK y, de alguna manera, la compensó escogiendo como asesor de asuntos diplomáticos en Palacio, a un diplomático de su confianza, el hoy embajador Roberto Rodríguez Arnillas.
Al poco tiempo de asumir el mando, Quesada se volvió indispensable para PPK. Este le decía, ‘Fortu’ o ‘Fortuna’ en público y se hacía acompañar por él en todos sus viajes. Quesada mantiene la discreción y la lealtad respecto a su ex jefe, pero nos da a entender que un presidente de 77 años necesita de mucha más asistencia que otro mandatario más joven. Ello creó un vínculo muy estrecho entre ambos.
Fortunato, como varios de su generación, llevaba algunos años esperando los ascensos que se suelen producir en octubre. Quería ser embajador y no fue necesario, según cuenta, machacárselo a PPK y a Luna. Pensó que ya había una larga tradición de nombrar embajadores a los diplomáticos de confianza de los presidentes, si cumplían con los requisitos para serlo. En el 2016 se abrieron 8 plazas para embajador, que ya era un número alto, pues los años anteriores oscilaban entre 3 y 6. Fortunato, en la evaluación que manejaba Luna, no estaba entre los 8, así que pidió al presidente que le permitiera ampliar excepcionalmente las plazas hasta 12, para que pudiera entrar su hombre de protocolo. Quesada no sabe sí Luna pretendía de esa forma desanimar a PPK o hacerle ver su disconformidad con el ascenso; pero está seguro de que ponerlo en el puesto 12 fue prueba de animadversión hacia él.
La certeza de Fortunato se confirmó cuando PPK le pidió que fuera a su casa y le explicara cómo se elaboraban los cuadros de ascenso. El presidente quería entender con qué criterio Luna había forzado las plazas hasta 12 si, tal como se lo explicaba Quesada, este tenía suficientes requisitos para aplicar la discrecionalidad del canciller y ascenderlo. PPK quedó convencido de que el canciller no quería a su leal ‘Fortu’.
Al día siguiente, Rodríguez, el diplomático de confianza de Luna en Palacio encontró a Quesada y le dijo: “El canciller está como un pichín, te quiere matar”. Quesada intuyó que PPK había reclamado a Luna por su ascenso, y fue a Torre Tagle a hablar con él y mitigar su previsible furia. Encontró a Luna muy molesto y le enrostró que por su culpa había discutido con el presidente. Pero le dijo que su ascenso a embajador estaba asegurado y, en efecto, se produjo en octubre del 2016. Al año siguiente, en octubre del 2017, le encargaron su primera misión como embajador, en Tel Aviv, donde asumió en marzo del 2018. No duró ni tres meses.
Regresemos al 2016. La antipatía de Luna y, por extensión, de su entorno inmediato (vicecanciller Popolizio, jefe de gabinete de asesores José Boza, y director de América Hugo de Zela) hacia el hombre del presidente, siguiendo el relato de Quesada, fue creciendo luego del ascenso. Hubo un episodio que, en la memoria de Quesada, pudo haber llevado la ojeriza al extremo. Vale la pena recordarlo, pues es una insólita comedia diplomática en 3 actos ocurrida en julio del 2017. La reconstruiré con los datos que me contaron en aquel entonces.
El primer acto empezó con la advertencia del servicio de inteligencia de que la pareja Humala-Heredia, judicialmente acorralada, podría buscar asilo en alguna embajada amiga. Se decidió reforzar la vigilancia alrededor de algunas sedes, incluyendo las de Francia, pues la pareja había vivido allí y tenía familia francesa. El entonces vicecanciller Popolizio llamó a los franceses para pedirles que no se extrañaran por el refuerzo de la vigilancia y recibió una reacción tan hostil de ellos que Luna lo tomó como una afrenta a Torre Tagle. Molesto, dio la orden de que nadie de la cancillería asista al coctel del 14 de julio, día nacional de los franceses.
El 2do acto se dio en la residencia del embajador Fabrice Mauriés, en el cóctel del 14 de julio. Acatando a Luna, no fue nadie de la cancillería, pero, oh sorpresa, ese día el presidente tenía una agenda relajada, vio la invitación, y se le ocurrió ir con su esposa Nancy Lange, su hija Susy y Fortunato. Los franceses estaban halagados y desconcertados por la presencia de PPK y su familia nuclear, después del incidente con Torre Tagle, aunque probablemente la atribuyeron a que Kuczynski Godard estaba honrando el origen suizo francés de su madre.
Terminada la reunión, al llegar a la casa de Choquehuanca, Lange le comentó a su esposo que le extrañó no ver a Luna y a nadie de cancillería en el coctel. PPK le pidió a Fortunato que averiguara la razón. Este cumplió el pedido y dos días después le contó al presidente del pleito de cancillería y del arrebato de Luna. PPK no lo creía pero Quesada le mostró un documento con la orden. Otro documento similar fue difundido luego por la prensa, de modo que el segundo acto está confirmado.
El tercer acto fue una nueva discusión de PPK con su canciller amigo, a quien le restregó que no se podía ofender a Francia de esa manera. Quesada, aunque niega haber metido carbón en el sainete, cree que en cancillería presumieron que él había informado de todo al presidente y, de esa forma, alimentado su ira.
Para resumir el año y pocos meses que estuvo íntimamente al lado de PPK, Quesada se pone grave y dice: “Tenía el dilema de ser leal al jefe de mi institución, la cancillería, o a mi jefe directo, el presidente de la República. Escogí al presidente”. Así explica porqué, a pesar de lo hablador que es, se volvía parco y discreto cuando Luna u otros diplomáticos le preguntaban por temas palaciegos. La ojeriza se siguió enervando, según su relato, hasta que se fue a Israel y, volvió, con inusitada fuerza, cuando Rubín informó que las cosas no andaban bien con Quesada en Tel Aviv.
El contrataque
Tras el descrédito de haber sido destituido, Quesada tardó un tiempo en organizar su contrataque. Me contó que Alvarado, el cocinero, lo buscó y le contó que Rubín los había alentado a grabarlo. En realidad, todo indica que Alvarado ya había tenido la iniciativa de grabar todo antes de que Rubín se aliara con el personal para acusar a Quesada.
Resulta que, así como Alvarado grabó a Quesada, también lo hizo con Rubín, y le entregó esos audios a Quesada. He oído algunos y no dejan lugar a dudas de cuán interesado estaba Rubín en alentar las grabaciones a Quesada, aunque él mismo no las hiciera. El informe de la comisión investigadora, por cierto, los tuvo en consideración y critica la conducta procesal de Rubín, que empezó negando que supiera de audios y del reportaje de “Panorama”, y luego fue acomodando su versión hasta proporcionar las pruebas de sus mensajes con Boza.
Hay un momento insólito durante un viaje de Rubín en Lima, que coincidió con un interrogatorio en la comisión investigadora. Lo relata en las páginas 26 y 27 de su apelación. Cuenta que tuvo una cita con el canciller Popolizio y que le contó que había entregado al embajador Carlos Zapata, jefe de la oficina de recursos humanos, copias de sus mensajes con Boza. “El embajador Popolizio me increpó que esa conversación con Boza debiera quedar en absoluto secreto (…) Es más, me dijo que esa conversación es la prueba que buscaba Quesada para iniciar una demanda judicial contra él y el embajador De Zela”. Vaya que Rubín no quiere ser el único perjudicado.
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Ahora tenemos que tanto Quesada como el jefe de quienes se le amotinaron, por llamarlo de alguna manera; abonan a la teoría de que la cúpula de la cancillería tenía un especial interés en la caída del ex embajador de Israel. Quesada la ha expuesto en varias cartas dirigidas a autoridades de la cancillería y en un proceso contencioso administrativo demandando la nulidad de su destitución. Su abogado, el conocido penalista Enrique Ghersi, me explicó que hay serios vicios de forma pues, entre otras cosas, no se le permitió contrainterrogar a los testigos; y vicios de fondo, pues la sanción no corresponde a las faltas descritas. Aún están en primera instancia y a la expectativa del proceso de Rubín, pues lo que allí se determine, se asocia directamente a su causa.
Le escribí a Rubín que, a pesar de todo este zafarrancho sigue en su mismo puesto en Israel (la suspensión solo puede entrar en efecto hasta que se resuelva su apelación en un plazo máximo de 30 días hábiles contados desde el 28 de agosto, y tampoco se le ordenó que permanezca en consulta en Lima). Me dijo que no quiere hablar mientras su caso esté en revisión. Una lástima, porque hay muchas pistas y revelaciones a medias que necesitan ser aclaradas en la apelación de este funcionario de 63 años que, según él mismo da a entender en su furibunda apelación, es una víctima recurrente del servicio diplomático desde que fue unos de los 117 cesados de 1992 y repuesto muchos años después perdiendo su chance de ser ascender hasta embajador.
Quienes sí me respondieron fueron Popolizio, nuestro actual embajador ante la ONU en Nueva York, y Hugo de Zela, actual embajador ante los Estados Unidos en Washington y frustrado candidato a sucesor de Luis Almagro en la OEA. Popolizio dice: “No concuerdo con la aseveración de Quesada de que su caso fue alentado por la ojeriza (…) En esa época me desempañaba como viceministro y mantuve con Quesada un diálogo cordial y fluido. Lo apoyé en las gestiones para asumir su puesto en Israel en las mejores condiciones (…) Rechazo de manera categórica la aseveración de Pedro Rubín sobre la difusión de los audios. Son afirmaciones falsas que buscan evadir sus propias responsabilidades. Nunca ordené o instruí ninguna difusión ni grabación de los mencionados audios. Una vez más, se trata de desviar la atención del fondo del tema, que es la inaceptable y repudiable inconducta de Quesada”.
De Zela respondió en tono similar: “No es cierto que ‘la cúpula’ de cancillería le tuviera ojeriza a Quesada. Esa cúpula lo nombró a Israel y le dio todas las facilidades para su mejor desempeño del cargo (…) Su destitución se produjo por recomendación unánime de la Comisión Disciplinaria, después de recoger los testimonios de manera formal, filmada y firmada, de todos los miembros de nuestra embajada en Israel. Por primera vez en más de mis 40 años de carrera se ha producido una coincidencia de todos los miembros de una embajada sobre los maltratos y acoso de un jefe (…) También es falso lo que dice Rubín. En ningún momento lo alenté a hacer nada. No tuve contacto alguno con él sobre este tema, ni en ese momento ni después”.
También me comuniqué con Boza, que está implicado en correos y mensajes de WhatsApp que Rubín ha aportado al proceso, pero él se excusó y me dijo: “Como funcionario de cancillería no puedo declarar sobre un proceso abierto a otro funcionario”. Boza está en una particular transición en su carrera. Nombrado embajador dos años atrás, su primera misión ha sido la embajada ante la OEA en Washington, pero lo acaban de sacar de allí para dar espacio al nombramiento político del ex primer ministro Vicente Zeballos. Y ha sido designado para asumir, a partir del 14 de setiembre, la embajada en La Paz, que quedó descabezada por una acusación de acoso sexual, que documentamos en El Comercio, contra el embajador Jorge Lázaro.
Ricardo Luna es nuestro actual embajador ante la Unesco en París. Su designación es política, pues hace muchos años pasó a retiro. No está referido por Rubín pues había dejado de ser canciller en enero del 2018, pero sí es crucial en el relato que hace Quesada para sustentar la antipatía colegiada que le tuvo la cúpula de Torre Tagle. Le escribí a su correo y a su WhatsApp pero no ha contestado.
Una fuente oficial de la cancillería nos ha enviado este mensaje: “El recurso de apelación interpuesto por el señor Rubín se encuentra en curso dentro de los plazos establecidos. El pronunciamiento final observará el irrestricto respeto a la ley y al debido proceso que caracteriza la institucionalidad de Torre Tagle”. Estaremos atentos a los próximos capítulos.