Héctor Villalobos

Seamos sinceros. Mientras Roberto Sánchez sea el impulsor de la moción de censura contra el presidente del Congreso, Alejandro Soto Reyes, esta iniciativa tiene pocas probabilidades de prosperar.

Seguramente el lunes completará el número de firmas que requiere para presentarla formalmente, pero su nombre encabezando la lista es el principal disuasivo para quienes aún están en duda entre respaldarla o no. Un parlamentario que tiene cuestionamientos mayores que aquel a quien se busca sancionar no puede convertirse en el paladín de la dignidad legislativa. Un investigado por su presunta participación en un golpe de Estado, una persona que fue parte y socio genuflexo del gobierno de Pedro Castillo y apañó las tropelías que este cometió, tiene en la puntería a un investigado por concusión, a un denunciado por recortar los sueldos de sus trabajadores bajo el eufemismo de “aporte voluntario”. Con esos antecedentes, el principal aliado involuntario que tiene la permanencia de Alejandro Soto es el propio Roberto Sánchez.

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Posiblemente más adelante, una moción presentada por otro congresista con menos cuestionamientos, o de una bancada que no genere tanta urticaria política, pueda lograr convencer a aquellos que ya lo están pensando. Esta semana han surgido voces discrepantes en Fuerza Popular y Avanza País, grupos que conforman el bloque que llevó a Soto a la presidencia del Congreso y que tienen representantes en la Mesa Directiva. Patricia Juárez (Fuerza Popular) ha expresado sobre Soto que “es complicado que todo el tiempo le estén apareciendo nuevas denuncias”. Patricia Chirinos (Avanza País), a titulo personal, ha señalado que Soto debe dar un paso al costado antes que venga la censura. Al expresar en público sus posiciones, ambas parlamentarias han aireado las disidencias que ya existían internamente en las bancadas pero estás no bastan aún para inclinar la balanza. La correlación de fuerzas sigue siendo, hasta ahora, favorable a Soto.

La moción de Sánchez para lo único que servirá será para que este tenga por unos días los reflectores encima mientras pontifica sobre decencia. No tendrá un respaldo mayoritario y eso es algo que seguramente también está en los cálculos políticos de su promotor.

Por ahora, y hasta el destape del próximo escándalo (esto ocurre cada cuatro días en promedio, según un informe de Martin Hidalgo publicado hoy en este Diario), el ahijado político de César Acuña está seguro en su puesto. Lo sostiene el fujimorismo con Arturo Alegría y Nano Guerra García a la cabeza de su defensa. Lo respalda Perú Libre, cuyo amo y señor, Vladimir Cerrón, ha dicho que hay un “cargamontón” contra Soto. Y lo sostiene Avanza País, cuya vocera, Norma Yarrow, considera que hay un “ensañamiento” contra la Mesa Directiva. Un dato curioso, no hay un integrante de APP, bancada de Soto, que haya salido a defenderlo como lo han hecho en otros grupos parlamentarios.

La continuidad del hombre al que le gusta entrevistarse a sí mismo se encuentra segura por el momento. Pero como estamos en el Perú, el país en donde todo ocurre, mañana tal vez sea otra la historia.