Son expertos en levantar el dedo acusador, en presentar denuncias y mociones de censura a granel, en vocinglear su indignación, en ser los reyes de la decencia y la fiscalización. Eso sí, siempre y cuando el político involucrado en el escándalo sea de otra bancada o tenga un pensamiento distinto al de ellos. Cuando el protagonista del destape o la denuncia es alguien de la casa, adoptan la estrategia del silencio, el truco de la evasión o recuerdan repentinamente que en nuestro país existe el derecho a la presunción de inocencia.
No hace falta dar más pistas para saber que estamos hablando de la (casi) siempre vigilante bancada de Cambio Democrático-Juntos por el Perú, adalides de toda investigación que ayude a llegar a la verdad, pero siempre y cuando esta comprometa al rival.
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Esta semana, la bancada ha brindado una nueva exhibición de sus habilidades con la doble vara. Guillermo Bermejo, uno de sus integrantes, se vuelve cada día más indefendible, pero sus compañeros de grupo parlamentario no escatiman en el blindaje.
La Fiscalía de la Nación allanó el último jueves la vivienda y la oficina del legislador, como parte de la investigación del Caso Los Operadores de la Reconstrucción. A Bermejo, uno de los rostros más visibles de su bancada, se le atribuye el presunto delito de tráfico de influencias agravado, pues habría realizado supuestos cobros, a través de personas cercanas a él, a cambio de facilitar obras con dinero de la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios. Graves imputaciones para la mayoría de peruanos. Pelotudeces fiscales para Bermejo, parafraseando una de sus tristemente célebres frases.
Tras el allanamiento de su vivienda, el congresista declaró a los medios para ‘explicar’ que los fiscales habían allanado su casa porque hace unos días él les pidió que lo hicieran. Lo que no queda claro entonces es por qué, si él los había invitado, los recibió en pijama.
Un día después de la intervención fiscal, la vocera alterna de Cambio Democrático-Juntos por el Perú Nieves Limachi declaró a El Comercio que la bancada le había dado su respaldo a Bermejo, “ya que ha indicado que no ha cometido delito” y porque él considera que la investigación en su contra “es una persecución política”. Si no fuera por la investidura que ostenta y la gravedad de los hechos que se imputan, la candidez de la respuesta resultaría incluso conmovedora.
Ese mismo día, la siempre combativa Ruth Luque declaró sobre la situación de su colega en el programa de Fernando Vivas en RPP. “El señor está enfrentando su investigación. Está dando la cara, se está sometiendo a las investigaciones como corresponde”, destacó Luque, como si afrontar las diligencias cuando uno es investigado fuera un gran mérito cívico.
Más allá de la ya conocida doble moral hay otro factor que podría explicar este blindaje. Guillermo Bermejo, a diferencia de Nuevo Perú que no logró hacerlo, sí tiene un partido político que está en vías de inscripción. O, dicho en otras palabras, si quieres jugar la pichanga, no puedes pelearte con el dueño de la pelota.
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