Tras más de cinco meses, finalmente el pleno del Congreso de la República retomó el debate y logró el consenso necesario entre las fuerzas políticas para aprobar —en primera votación— el retorno a la bicameralidad en el país luego de 30 años. Es el primer paso hacia su implementación efectiva.
Desde el inicio del presente siglo, en distintos espacios y con diferentes matices se ha planteado el retorno al sistema de dos cámaras (diputados y senadores) como un mecanismo que permita mayor reflexión respecto a leyes y el control político.
Un informe elaborado por el Centro Wiñaq analiza la reforma aprobada por el Congreso y refiere que la introducción de un senado en el panorama político podría tener “consecuencias importantes para el funcionamiento del Legislativo”.
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Para Daniela Ibáñez, analista político en Centro Wiñaq, la propuesta aprobada por el Legislativo bien podría significar “un freno a medidas populistas que hemos estado viendo últimamente desde el Congreso”. O, por lo menos, al tener un Senado, mayor tiempo para meditar sobre las mismas.
Otros aspectos positivos que destaca Ibáñez es la implementación de la reelección parlamentaria pues “ayuda a que haya menos inexperiencia dentro del Parlamento” y promueve la carrera política. Además, los candidatos la Presidencia podrían tener presencia en el Legislativo al poder postular simultáneamente como diputados y senadores.
Aunado a ello, el senado sería “indisoluble”, lo que “podría actuar como un freno ante presidentes autoritarios que busquen disolver el Congreso”. Y se elimina el voto de confianza por investidura que “ayudaría a reducir la polarización política entre Ejecutivo y Legislativo” desde el inicio de la gestión.
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Sin embargo, Ibáñez remarca que si bien podría ayudar a disminuir la polarización (desde el 2016, se arrastra una inestabilidad política que llevó a censuras, intentos de vacancia, referéndum, cierre del Congreso, golpe de Estado, entre otras crisis), la bicameralidad “tampoco es la panacea”.
“Mucho tiene que ver con la calidad de los legisladores y también la actuación de los partidos en sí. Y, por lo tanto, se tiene que buscar reformas políticas que complementen esta medida. La bicameralidad, por sí sola, no es que vaya a resolver todos nuestros problemas. Pero a lo mejor, si es que da la casualidad de que haya mejores legisladores y, además, tengamos este sistema, puede contribuir”, dijo a El Comercio.
Justamente, la fórmula planteada —tener 45 años o haber sido congresista— no necesariamente asegura per se tener futuros senadores con la experiencia ideal que, finalmente, se verá reflejada en su labor legislativa.
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“La experiencia gubernamental previa sí puede ser determinante para mejorar la calidad de político o las consecuencias que se tiene sobre diferentes factores país. Pero, aún así, estos requisitos no quieren decir que vamos a tener senadores de una calidad, por ejemplo, como la que teníamos en el siglo pasado. Tal vez esa sería la esperanza de parte de cierto grupo político. Eso, definitivamente, no está garantizado”, sostuvo.
El factor clave es el poder del voto ciudadano, para reelegir de ser el caso a aquellos políticos que consideren que hicieron un buen trabajo o dejar fuera a los que no.
Y uno de los cuestionamientos a lo aprobado va por la forma de elección. En caso de diputados, se mantiene la elección por distrito múltiple (130 diputados), pero en caso del senado se optó por una fórmula mixta (27 senadores por distritos múltiples y otros 33 por distrito único nacional).
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Una simulación realizada por Centro Wiñaq con los resultados del 2021 da cuenta de que, bajo esa fórmula, no se aseguraría un balance respecto a la representación de los espacios ideológicos en el senado, con lo que se fomentaría la polarización.
Perú Libre, por ejemplo, hubiera obtenido un 4% más de escaños; mientras que Acción Popular hubiera sido el más perjudicado.