Las crónicas parlamentarias también registran las angustias y tragedias. Y en las memorias del Congreso de la República se hallan dos sucesos que enlutaron a la representación nacional, cuando dos parlamentarios –en 1910 y 1988, respectivamente– fallecieron en plena sesión legislativa, mientras cumplían su labor; pasando a los anales de la historia y quedando registrados en las páginas de El Comercio.
A las 2:28 p.m. del jueves 21 de enero de 1988, el senador aprista Luis Felipe de las Casas Grieve sufrió un fulminante paro cardiaco. Era el primer gobierno de Alan García y en el Senado se discutía la admisión a debate de la ley de estatización de la banca.
De las Casas, próximo a cumplir 72 años, se desplomó segundos después de dar un discurso enérgico y emotivo a favor de la admisión, en el que dijo también defender a su partido y a su presidente. Se derrumbó ni bien se sentó en su escaño, perdiendo el conocimiento.
Su compañero de bancada, Andrés Quintana Gurt-Sara, fue quien advirtió de la situación, al igual que una empleada del Congreso. “Se ha desmayado, atiendan al senador”, se escuchó en el hemiciclo. El suceso impactó a los legisladores, periodistas y al público que había acudido para seguir el encendido debate.
Ante el desconcierto, tres senadores-médicos se abrieron paso para atender al desfallecido, entre pedidos para desalojar el recinto. Sin embargo, todos los esfuerzos fueron en vano.
A las tres de la tarde De las Casas fue evacuado en una ambulancia hacia el Hospital Militar, donde falleció. Alan García, quien llegó al Senado y luego al nosocomio, fue quien informó a la prensa del deceso –”fue un gran aprista”, zanjó–. Así se apagó una vida de efervescente actividad política, que comenzó a los 15 años cuando De las Casas ingresó al Partido Aprista, llegando a ser incluso secretario general.
—Arturo Ego–Aguirre—
Años antes ocurrió otro suceso igual de lamentable. Fue durante una sesión del Congreso realizada el miércoles 19 de octubre de 1910 en el Palacio de la Exposición, cuando el senador por Huánuco J. Arturo Ego-Aguirre –uno de los médicos más respetables de Lima y afiliado al Partido Liberal– cayó al piso frente a la mesa de la Presidencia, mientras retornaba a su asiento luego de emitir su voto y en medio de aplausos.
Era una sesión especialmente tensa, pues se trataba de la elección de la Junta Electoral Nacional, el organismo encargado de los comicios. Poco antes de desplomarse, había dado un discurso muy aplaudido “dirigido a garantizar la presencia opositora en la composición de dicha junta” (Fernando Ayllón y Gladys Focacci, 2005).
Legisladores y empleados acudieron a auxiliar al senador, que había asistido al recinto con dos niños (uno su hijo y otro su sobrino), trasladándolo al salón de la presidencia. Se trataba de “una congestión cerebral”, según reportes de la época.
La votación en la sala de sesiones continuó luego de un rato de confusión, pensando que se trataba de algo pasajero. Pero los aunados esfuerzos –incluso se rompió las mamparas para mejor ventilación– fueron en vano. La mala noticia tuvo que ser notificada.