“El Congreso que trabaja se merece muchísimo más; los que no trabajan no se merecen. No es una burla porque los congresistas trabajamos y desarrollamos nuestras actividades como tal. Merecido o no, nosotros estamos trabajando”. Con estas palabras, el segundo vicepresidente del Congreso, Waldemar Cerrón, defendía ardorosamente el aguinaldo de S/1.700 que la Mesa Directiva que integra, siempre tan generosa con el dinero ajeno, acordó otorgarse a sí misma y al resto de parlamentarios y trabajadores del Legislativo.
Que Waldemar trabaja es un hecho. De ello no hay la menor duda. Pero lo que olvidó explicar es que lo hace legislando, casi exclusivamente, en beneficio propio, de su prófugo hermano y de su partido investigado por la fiscalía. Si existiera el título de rey de los proyectos con nombre propio, el menor de los Cerrón sería un serio aspirante a la corona.
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Esta semana se conoció otra de sus cuestionadas iniciativas que en el papel busca “evitar la criminalización de las organizaciones políticas”. En la práctica, lo que plantea el proyecto, que por suerte no alcanzó respaldo en la Comisión de Justicia, es que los bienes y activos de los partidos políticos sean intangibles, es decir, que no sean incautados como parte de una investigación por delito doloso. Qué casualidad. Justamente Perú Libre, el partido de los Cerrón, está comprendido en una pesquisa por lavado de activos.
Hace unas semanas, Waldemar también presentó un proyecto para que los hábeas corpus sean admitidos en cualquier distrito judicial del país, sin importar la jurisdicción en la que se ve el caso. Otra coincidencia. Su fugitivo hermano había intentado, previamente, que se le conceda un recurso en Lima por el Caso Aeródromo Wanka, que se lleva en Junín.
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Hay más casos que grafican la agenda con intereses propios de Cerrón, como cuando intentó modificar 34 artículos del Código Procesal Penal para debilitar la labor de la fiscalía, o cuando propuso crear la universidad nacional autónoma Jaime Cerrón Palomino, nada menos que el nombre de su padre.
Luego de conocer estos ejemplos, no hay duda que Waldemar Cerrón sí trabaja. Y lo hace con total ausencia de sangre en la cara.
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