En tiempos difíciles, unirse bajo una misma causa nos permite –o al menos así lo percibimos- enfrentarnos al peligro de manera más segura. En 1970, el politólogo estadounidense John Mueller acuñó el término “rally ‘round the flag effect” (podría traducirse como el efecto de unirse alrededor de la bandera). El concepto sirve para explicar cómo, en tiempos de guerra o crisis internacional, el apoyo a los presidentes suele aumentar.
El último 22 de marzo, una encuesta de El Comercio-Ipsos sorprendió con un resultado inédito: Martín Vizcarra había alcanzado un 87% de aprobación. Si bien el sondeo no es estadísticamente comparable con los anteriores, pues utilizó una metodología distinta –se hizo vía telefónica y virtual, y solo se entrevistó a población urbana-, la cifra es, por lejos, la más alta alcanzada por el presidente desde que comenzó su mandato, en marzo del 2018. Incluso, antes de la llegada del Covid-19 al país, la aprobación de Vizcarra tendía a la baja: en febrero cayó a 53%, 5 puntos porcentuales por debajo del 58% que obtuvo en enero.
“Generalmente se asume que hay dos mecanismos que activan el efecto ‘rally ‘round the flag’: el patriotismo y el ‘cierre de filas’, explica el politólogo Paolo Sosa. “En el primer caso, los ciudadanos apoyan al presidente, a pesar de sus diferencias, para defender la patria y enfrentar al enemigo externo. En el segundo caso, la oposición no es crítica al presidente, ya sea porque comulgan con sus medidas por considerar al enemigo externo más peligroso, o porque calculan que oponerse les va a significar un rechazo masivo. Me parece que esto se aplica claramente al caso del presidente Vizcarra”.
Y como ninguna nación es impermeable a la crisis generada por el coronavirus, el mismo fenómeno se ha repetido en distintos países donde la aprobación de los jefes de Estado ha aumentado a raíz de la emergencia.
Empecemos por un ejemplo cercano: Chile. En medio de la crisis generada por el Covid-19, Sebastián Piñera -quien, en enero, alcanzó la cifra más baja de aprobación presidencial de los últimos 30 años en el país mapuche-, pasó de 11% a 21% de popularidad en menos de un mes, según un sondeo de Plaza Pública-Cadem. Esto a pesar de que la aprobación del mandatario tendía a la baja. El alza, además, ha ido de la mano con el aumento progresivo de las medidas dictadas por su gobierno para enfrentar el virus.
La historia, sin embargo, no sería la misma si la crisis del coronavirus fuera un fenómeno exclusivamente interno. “Hay esta idea de unificarse como nación en estos momentos. Por eso, es importante que el evento que produzca este efecto sea internacional, porque eso da la posibilidad que la gente se unifique detrás del presidente, ante una amenaza externa. Si tuvieras una amenaza interna es más probable que haya bandos”, señala Gabriela Camacho, candidata a doctora en ciencias políticas por la Universidad Humboldt de Berlín.
Otro caso a analizar es el de Argentina. El 3 de marzo, las autoridades confirmaron la llegada del Covid-19 al país. Se trataba –como muchos de los primeros casos- de un hombre que había estado en España e Italia.
Aunque, a diferencia del caso chileno, el gobierno de Argentina, liderado por Alberto Fernández, no cargaba con una mochila de desprestigio cuando el coronavirus llegó al país, la aprobación de Fernández sí experimentó un aumento poco desdeñable desde entonces (luego de decretar diversas medidas, como la cuarentena obligatoria, establecer precios tope a alimentos de la canasta básica y un pago de emergencia a un sector de la población). De acuerdo a una encuesta de D’Alessio-Berensztein, realizada el 24 y 25 de marzo, el porcentaje de argentinos que tienen una imagen “positiva” de Fernández fue de 61%, 10 puntos porcentuales por encima que el mes anterior.
El sueño americano
En los últimos días, el alza en la popularidad de Donald Trump ha ocupado diversos titulares en los medios estadounidenses. Aunque las cifras de aprobación y desaprobación del presidente estadounidense no suelen distar mucho –según Sosa, por tratarse de un país con una arena política muy polarizada-, el apoyo a Trump ha crecido en medio de la crisis del coronavirus.
Desde el 21 de enero, día en que se confirmó el primer caso de Covid-19 en Estados Unidos, hasta el 1 de abril, la popularidad del presidente norteamericano pasó de 42,2% a 45,9%, la cifra más alta desde enero del 2017, según FiveThirtyEight. Esta misma encuestadora sugiere que el alza estaría relacionada con su manejo de la pandemia, que es aprobado por un alto número de estadounidenses (48%, según las cifras de Reuter-Ipsos, al 31 de marzo).
Camacho precisa que, para tratarse de Estados Unidos, el efecto de 'rally ‘round the flag’ que podría estar experimentando Donald Trump es mínimo en comparación a otros casos ocurridos en el mismo país en el pasado. El más icónico, quizás, es el de George W. Bush, que estuvo cerca de alcanzar el 100% de aprobación después del 11 de setiembre. “Ahí si el efecto es claro: hay una amenaza externa, la gente siente un momento de unidad y apoya a la máxima expresión de autoridad nacional, el presidente”, explica.
Tal fue el efecto en este caso que, según Sosa, “se ha reflexionado mucho en la fabricación de crisis para poder mantener o reactivar este tipo de dinámica en la opinión pública, como, por ejemplo, durante la gestión del presidente Bush”.
La fortuna de andar solo
Las crisis, sin embargo, no son garantía de nada. El ‘rally ‘round the flag’ effect’ no se manifiesta siempre, y la ciencia política ha encontrado una serie de circunstancias que explican por qué. Una de las más importantes, explica Sosa, es la forma en que se enmarca la amenaza. En el caso peruano “tanto la información propagada sobre la gravedad de la pandemia como la forma en la que el presidente y la prensa local ha enmarcado el discurso, apelando al amor al país y a un sentido de colectividad, pueden contribuir a que el efecto ocurra. Otra condición importante son las oportunidades de crítica por parte de la oposición. Es claro que la ausencia de un Congreso al inicio de la crisis y el desprestigio de las principales tiendas políticas hacen que cualquier crítica sea estéril”, señala.
En la misma línea va Camacho: "en situaciones de emergencia suele haber menos críticas de la oposición, porque saben que les puede costar ser muy críticos en momentos de crisis”.
Y, en efecto, el hecho de que la llegada del Covid-19 a territorio peruano haya ocurrido cuando el nuevo Congreso de la República no estaba aún instalado ha jugado a favor del gobierno vizcarrista. Sin embargo, el asomo de lo que serían las primeras fricciones entre Ejecutivo y Legislativo –a raíz de las propuestas incompatibles en materia previsional- podría dañar la bandera de Vizcarra.
La importancia de las cámaras
“La comunicación política en etapa de crisis es casi una política pública per sé”, asegura Jeffrey Radzinsky, director del Grupo Fides. Algo que el gobierno pareciera tener claro.
Desde el 15 de marzo –salvo un día, en que delegó el protagonismo a su nuevo ministro de Salud, Víctor Zamora-, Martín Vizcarra se ha sentado a diario y de manera religiosa frente a las cámaras para comunicar sobre la evolución de la emergencia y las decisiones del gobierno.
“Cuando hay crisis, la gente necesita ver al líder. Es importante que haya una exposición permanente”, explica Radzinsky. “Por un lado, lo que quieren los presidentes es construir confianzas y certezas, cuando las crisis producen incertidumbres. Entonces, una figura visible y permanente que muestra liderazgo, está generando esa confianza”.
La exposición mediática ha aumentado también en el caso de Estados Unidos, donde cadenas de televisión que generalmente son reacias a transmitir los mensajes de Trump en vivo, como CNN, vienen haciéndolo, pues “lo que diga va a ser de vital importancia para la vida cotidiana de los ciudadanos”, indica Camacho.
Nada es para siempre
Pero los beneficios de la unidad en tiempos de crisis no son permanentes. Conforme pasan los días, distintos factores podrían transformar la confianza de la ciudadanía en escepticismo.
“El 'rally ‘round the flag’ tiene un plazo perentorio", explica Radzinsky. “A medida que avanza el tiempo, los efectos sanitarios y económicos -como las pérdidas de ingresos y empleo- de la cuarentena se comienzan a hacer mucho más tangibles y cercanos”.
Camacho concuerda: “Las recesiones suelen traer una caída de popularidad de las autoridades”, afirma.
Para Sosa, qué tanto se sostiene el apoyo al gobierno de Vizcarra durante la crisis tendrá que ver con cómo se articula la oposición con el tiempo. “Para un sector importante de la población puede es más importante alimentarse diariamente que sobrevivir a la pandemia, con el tiempo este sector puede ser más receptivo de las críticas frente a las decisiones del gobierno. Por eso, me parece, es importante que se haya pensado en una estrategia integral que ‘repara’ los sacrificios de la población al acatar la cuarentena”.
Ha pasado casi un mes desde que, en un tenso mensaje a la nación, Martín Vizcarra anunciara el primer caso confirmado de Covid-19 en el Perú. A la cuarentena -que ya fue extendida una vez- se le ha sumado también un toque de queda y una especie de ‘pico y placa’ que intercala las salidas a la calle entre hombres y mujeres. Las proyecciones económicas no son optimistas, aunque aún no se perciben por completo a nivel país. Los cambios en la popularidad del presidente se verán con el avance de los días. Mientras tanto, no queda más que prender el televisor a mediodía.