No podía haber una tercera vez. En la confrontación de poderes, dos es el límite antes de la destrucción mutua. El Congreso mostró el músculo y negó, el martes 4 de agosto, la investidura a un primer ministro por primera vez en la historia de esa figura instaurada en la Constitución de 1993. Pero el Ejecutivo ya le había mostrado varias veces el músculo al congreso pasado planteándole cuestiones de confianza hasta disolverlo.
Pedro Cateriano encarnaba esa pasada confrontación. Estuvo entre quienes se la recomendaron a PPK, luego a Martín Vizcarra y llegó al cargo muy tarde como para siquiera considerarla; pues la pandemia presiona por concertación y el arma de la confianza está en manos del Congreso. A un año de las elecciones, el Ejecutivo no puede disolver, el Congreso sí puede denegar investiduras cuantas veces quiera.
Ante el nuevo marco favorable a la oposición y la exigencia de unidad, el presidente, luego de una escaramuza con el Congreso el domingo 6 de julio (pechó planteando que el tema de la inmunidad podría verse en un referéndum y los parlamentarios con amplia mayoría votaron hasta por el retiro de la suya); decidió convocar a lo que llamó un Pacto Perú. Luego fichó a Cateriano para reemplazar al desgastado Vicente Zeballos y mitigar las críticas al manejo de la pandemia.
El afán del Pacto Perú fue anunciado el mismo 15 de julio, día del fichaje de Cateriano, dando la impresión de que este era plenamente partícipe de la idea, sino su coautor. Pero no había sido así. La idea concertadora surgió unos días antes del fichaje.
¿Por qué Cateriano? Era candidato al puesto desde el mismo 30 de setiembre del 2019, cuando se disolvió el Congreso. Es más, ese ’30 S’ pudo haber sido primer ministro si hubiera estado en Palacio en los instantes en el que Vizcarra tuvo que fichar a un premier con urgencia para refrendar la disolución y la caída reglamentaria del gabinete Del Solar. Zeballos, entonces ministro de Justicia, estaba a la mano.
“Era el único jugador en la banca”, para el equipo de Palacio, según lo describe una fuente. Vizcarra se ahorró la búsqueda de cabeza, y unos días antes de anunciar su fichaje, se puso a ver con él las otras fichas del gabinete. No hubo cuotas establecidas ni condiciones insalvables sino, según las fuentes, Cateriano se atuvo a la fórmula constitucional de primer ministro que propone y presidente que designa. Barajaron cambios y nombres y en la mayoría de casos estuvieron de acuerdo.
Por ejemplo, me cuentan que Cateriano sugirió cambiar a Víctor Zamora y Vizcarra estuvo de acuerdo, pues consideró que el ministro había recibido muchos golpes y porque Pilar Mazzetti ya estaba en el sector. En el caso de Walter Martos, es cierto, como dijo “Cuarto Poder”, que Cateriano sugirió sacarlo de Defensa y Vizcarra no estuvo de acuerdo. Pero la historia tiene un importante matiz que me lo contó una fuente que conoce al ex premier: Cateriano conocía el valor de Martos para Vizcarra y no se le hubiera ocurrido sacarlo del gabinete. En realidad, propuso que pasara al Interior y que una mujer (no me quisieron decir quién) fuera a Defensa. Vizcarra, convencido desde que fichó a José Huerta en el 2018, que un general en retiro debe estar en esa cartera, no simpatizó con esa idea y dejó que Cateriano proponga a un nuevo ministro del Interior. El elegido fue otro militar, Jorge Montoya.
El fugaz premier también colocó al canciller Mario López, al ministro de Energía y Minas, Rafael Belaunde Llosa y, como bien se sabe, al ministro de Trabajo, Martín Ruggiero. Sobre Martín Benavides, convino con Vizcarra en que su permanencia sería un mensaje de reafirmación de la reforma universitaria, lo que tiene relación con lo que pasó después.
AY AP, AY APP
El presidente y el ex premier conversaron una somera estrategia para la presentación. Pero Cateriano recién se hizo una idea de lo que le esperaba cuando se reunió con las bancadas. Ha trascendido que la reunión con APP fue muy tensa y casi se va al traste cuando Cateriano le reclamo a un apepista por llamarle mentiroso al Presidente. Pero la fuente que conoce al ex premier y a su carácter, me cuenta que al ex premier, acostumbrado a cambiar el tono de voz, ese incidente no le pareció tan áspero. Más áspera le resultó la reunión con el Frepap. Fue un desencuentro que convenció a Cateriano de que su investidura, a esas alturas, estaba en las manos de APP y AP.
A pesar de la poco feliz reunión con APP, Cateriano confiaba en que Acuña le conseguiría los votos de su bancada según este le prometió –en este caso hay dos versiones públicas contrapuestas- y por una razón adicional: el líder de APP en el pasado le ofreció cargos y candidaturas al ex premier. Es posible que lo que pesó en el resultado final, no fue una traición a Cateriano sino un resentimiento con el presidente Vizcarra, como me lo asegura una fuente que conoce a Acuña.
Con AP, el terreno era minado e impredecible. Primero, Cateriano no podía estar seguro de si el presidente del Congreso, Manuel Merino, hablaba por el parlamento y/o por AP, y si toda la gente con la que habló del partido y bancada podían asegurarle una votación en bloque. También hay públicas versiones contrapuestas de Cateriano, que ha dicho y reiterado que el presidente del Congreso le insinuó que sacara al ministro Benavides para conseguir la investidura, y la de este que ha rechazado tal cosa. Es probable que el apuro de Merino, hombre al que le gusta el suelo parejo, se debiera a su afán de ahorrarse dos brincos a la vez: el no a Cateriano y la interpelación a Benavides.
En cualquiera de los casos, Cateriano decidió confiar en ambas bancadas y no fue al Congreso a convencer a nadie sino a reafirmar sus convicciones ante ásperos y moderados. A última hora, haciendo una excepción respecto a los otros partidos donde solo convocó a los dirigentes, se reunió con los voceros Otto Guibovich y Ricardo Burga que fueron acompañados de otros dos congresistas. Esto último, según una fuente confiable, lo hizo por pedido expreso de Merino, lo que confirma que este también intentó mediar entre el partido y la díscola e inmanejable bancada. Un acciopopulista que conoce a Merino me hizo un perfil de él que viene a cuento: “Sería incapaz de cometer una barbaridad, pero no tiene el carácter para impedir que otros la cometan”.
Martes de Martos
Apenas se le dijo no a Cateriano, su sucesor estaba salvado. El Congreso no podía arriesgarse a soportar otro golpe reputacional y el gobierno no podía a arriesgarse a provocarlo otra vez. Solo había que seguir el manual de control de daños de Cateriano. O sea, hacer lo que él no hizo: decirle al Congreso lo que quería oír y atender uno de los reclamos más recurrentes en las intervenciones: que los ministros respondan sus llamadas. Martos estaba pintado para ello.
Mis fuentes palaciegas me aseguran que cuando vio que Cateriano iba a caer, Vizcarra pensó en un solo candidato: Walter Martos. Pilar Mazzetti –según las mismas fuentes- nunca fue su alternativa, pues la cartera de Salud es tan compleja, que no se le hubiera ocurrido descabezarla.
Martos, a ojos de Vizcarra y del resto del gabinete, se había lucido en la pandemia con soluciones oportunas. Desde que organizó la respuesta a la tragedia del camión de gas en Villa el Salvador hasta la creación de la Operación Tayta (comandos operativos multisectoriales que se desplazan rápidamente para atender a poblaciones vulnerables), destacó en el gabinete. Además, bajo su supervisión, el Indeci (Instituto Nacional de Defensa Civil), había sido funcional a la emergencia. Por ello, es natural que su reemplazo en Defensa, sea el Gral ® Jorge Chávez Cresta, ex jefe del Indeci hasta hace unos días.
Por lo demás, Vizcarra, como consuelo al rechazo a Cateriano, volvió a su zona de confort. Si con el fugaz ex premier aceptó un aliado en Palacio con afán y capacidad de tener un margen propio de juego y de vínculos con otros sectores; con Martos vuelve a concentrarse en el gabinete que ya conocía y que, de algún modo, es parte de su nuevo petit comité, replanteado tras la salida de su asesor Iván Manchego y de la lejanía forzosa de Maximiliano Aguiar. Este último viajó a su natal San Juan, en Argentina. Siguió asesorando a Vizcarra hasta hace unos días que hizo público el fin de sus vínculos con él.
El nuevo premier se concentró en hablar de los temas que habían pedido a gritos los congresistas. En los días previos y posteriores a su investidura, esbozó un plan de viajes con algunos de ellos. El martes que le dieron el sí, no solo había atmósfera de aprobación, sino de cierta complicidad, lo que delata que ya había conversado con varios voceros y congresistas. Por ejemplo, contó que su viaje con una congresista le había hecho entender, mejor que nunca, que el pueblo canaliza sus reclamos a través de sus representantes. Era poco menos que una prueba de amor antes de recibir el sí.
El primer ministro no dijo el nombre de la congresista, pero poco después, Rennan Espinoza, vocero de Somos Perú, reveló que se trató de su correligionaria Felicita Tocto, de Cajamarca, región natal de Martos. También se pudo intuir la complicidad cuando en el primer punto del discurso, el combate a la pandemia, dijo que iba a proponer nuevas medidas restrictivas en el próximo consejo de ministros, y no dio ni un alcance de estas. En el debate no se lo reclamaron.
Como si los congresistas hubieran sido informados de lo que se aprobaría y anunciaría el miércoles.
Vaya armonía de poderes lograda a costa del encontronazo de Cateriano. El jueves, la cansina interpelación al ministro Benavides acabó sin que ninguna bancada amenazara con pedidos de censura (lo que, por cierto, no quita que este llegue luego). Y ya se viene la aprobación del presupuesto para el 2021, otra razón para que los dos poderes, con tantos congresistas esgrimiendo los pliegos de urgencias para sus regiones, se den de coditos.