Fernando Vivas

El 9 de enero fue un día traumático para Dina Boluarte. Le cayó encima la segunda ola de protestas que fue, como la del Covid, más letal que la primera. Ocurrió, maldita sea, lo que el informe de la CIDH llamó, en condicional, ‘una masacre’. 18 personas murieron en Juliaca, víctimas, en su mayor parte, de disparos hechos por la policía mientras se dirigían –según hipótesis policial- a tomar el aeropuerto de la ciudad.

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