El silencio como estrategia. La presidenta de la República, Dina Boluarte, cumplirá 60 días continuos sin declarar a los medios de comunicación este viernes, mientras que a lo largo de lo que va del 2024 acumula más de 200 días de silencio frente a la prensa y, por ende, a la ciudadanía. Todo ello mientras, en contraparte, los cuestionamientos a su gestión se siguen acopiando.
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Según un análisis realizado por El Comercio, la jefa del Estado únicamente respondió en once ocasiones a preguntas directas de la prensa en el año en curso, en conferencias de prensa, pero sobre todo en actividades públicas. Sin embargo, muchas de ellas incluso fueron atendidas de forma escueta, esquiva o hasta confrontacional. En suma, son 238 días —en lo que va del 2024— en los que Boluarte optó por guardar silencio.
El contacto de Boluarte con los medios a lo largo de este año es limitado, pese a sus distintas actividades, viajes o pronunciamientos que destacan más por las interrogantes sin respuestas que dejan. El silencio presidencial se fue incrementando, conforme se conocían las denuncias y cuestionamientos al gobierno y al círculo más cercano.
Al caso vinculado con su hermano, Nicanor Boluarte, señalado de utilizar el aparato estatal para promover un partido y quien estuvo en detención preliminar (actualmente se revisa una solicitud fiscal de prisión preventiva en su contra ), se sumó en marzo pasado el escándalo del Caso Rolex que gatilló un silencio casi absoluto. A ambos temas se añaden los errores de gestión y cuestionamientos a integrantes de su Gabinete y, en este último tramo, audios que apuntan directamente a Palacio de Gobierno. De todo ello hay más dudas que respuestas.
La historia de un silencio prolongado
La mandataria respondió por última vez a los periodistas el 8 de julio pasado, luego de su viaje a China en una conferencia de prensa en Palacio de Gobierno en la que estuvo flanqueada por un grupo ministros de Estado que la acompañaron en su periplo. De este último acercamiento hace ya 59 días. No obstante, incluso entonces, evadió las consultas sobre temas de fondo.
Se negó a precisar cuántas joyas le había entregado el gobernador ayacuchano Wilfredo Oscorima, por ejemplo, pero no dudó en volver a referirse a él como su ‘wayki’. Incluso, llegó a desviar una pregunta sobre la denuncia de violaciones a menores en las comunidades awajún y wampis; las cuales ministros de su Gabinete erráticamente habían calificado como “prácticas culturales”.
“Estamos hablando de cosas tan importantes como traer tecnología de China al Perú y esas preguntas… A esas preguntas tendenciosas es a lo que me refiero, que no ayudan y no generan interés en la población”, dijo Boluarte casi al final de aquella cita.
Así, con evasivas que acapararon la atención y los titulares, la jefa del Estado optó por romper ese día —8 de julio— un silencio inusitado que venía arrastrando ya desde hacía 93 días atrás; es decir, desde el 5 de abril. Ese el tiempo que más días ha estado sin declarar a los medios de comunicación, una cifra que casi llega a igualar a los 100 días que alcanzó su antecesor Pedro Castillo, quien actualmente permanece recluido en el penal de Barbadillo.
Aquel 5 de abril, Boluarte dio un pronunciamiento en el que aceptó preguntas de la prensa, a más de veinte días de destaparse públicamente el Caso Rolex; tiempo en el que a su vez había caído en contradicciones sobre el origen de los relojes de alta gama. A pesar de que previamente había indicado que se trataba de un artículo “de antaño”, la jefa del Estado pasó a ensayar en aquella oportunidad la versión de que se trataban, en realidad, de unos préstamos que le había realizado Oscorima.
Tras cinco horas de declarar en la fiscalía, Boluarte reapareció ese día ante los medios junto a su abogado, Mateo Castañeda, quien actualmente afronta un pedido de prisión preventiva por el caso ‘Los Waykis en la Sombra’, sindicado de ser el “brazo legal” de la presunta organización criminal que encabezaría el hermano de la mandataria. Le atribuyó a Castañeda su demora en dar su versión.
“¿Por qué ha sido el motivo de mi demora? El responsable de esa demora es el doctor Mateo Castañeda, quien me dijo: primero, respondamos y declaremos ante la autoridad competente y después se dirige al país. Y eso es lo que estoy haciendo”, dijo Boluarte, mientras leía un discurso escrito que tenía entre sus manos.
El Caso Rolex significó un alejamiento casi absoluto de Boluarte respecto a los periodistas. Antes de estas dos últimas conferencias de prensa, había al menos comparecido ante los medios en siete oportunidades, aunque con respuestas puntuales y muchas veces al paso, entre una actividad y otra.
En ellas, Boluarte no ha guardado su disgusto respecto a las denuncias periodísticas publicadas por medios de comunicación —como en enero, que arremetió contra América Televisión y dijo que “dejen de difamar a mi hermano”— y a lo largo de su gestión ha pedido en más de una oportunidad a la prensa que brinde información “positiva”, a pesar de su renuencia a declarar.
Sin embargo, Boluarte no solo no ha podido responder los cuestionamientos directos; sino tampoco zanjó posturas respecto a polémicas leyes aprobadas por el Congreso —como la de crimen organizado o de lesa humanidad— ni respecto a errores y denuncias contra sus propios ministros.
En ese interín, tanto su exjefe de Gabinete Alberto Otárola como su predecesor Gustavo Adrianzén buscaron aplacar las interrogantes, pero sin éxito. Y, desde la Presidencia, se ha optado por actividades, discursos y pronunciamientos tanto en Lima como el interior del país restringidos a las preguntas de los periodistas, incluso estrenándose la figura de un “vocero presidencial” en mayo pasado y un microinformativo digital en sus redes sociales llamado “Presidencia Informa” en junio.
Puntos de vista
Para el analista Enrique Castillo, el silencio de Boluarte es, en principio, “una falta tremenda al cumplimiento de su deber como presidenta” pues “ella se debe a un electorado” al cual debe dar cuenta de sus actos. También lo calificó como “un error político tremendo” pues “es imposible que se ejerza un liderazgo sin comunicación”, lo que no solo le quita legitimidad ante la población sino que también la pone siempre en “una posición débil” frente a cualquier conversación con otros líderes, agrupaciones u otros poderes del Estado.
Apuntó que Boluarte no solo no pudo responder a temas muy delicados como las denuncias contra su hermano y el Caso Rolex, sino incluso los problemas y cuestionamientos que comprendían a sus colaboradores más cercanos: sus ministros. Mencionó los audios en los que se implica al titular del Mininter, pero también los dichos de sus ministros de que en el Perú ‘no se pasa hambre’, las ‘oraciones para no robar’ o las ‘costumbres ancestrales’.
“Hay una serie de temas sectoriales, de políticas de Estado, de errores en el gabinete, de deslices o de acciones o inacciones del gobierno sobre los cuales la presidenta jamás se pronuncia. Entonces los ciudadanos no sabemos qué piensa ella con relación, siendo la jefa de los ministros, por ejemplo, con relación a lo que dice un ministro. ¿La presidenta está de acuerdo en que en el Perú no se pasa hambre? No lo sabemos”, remarcó.
Castillo manifestó que ninguno de los intentos —como la vocería presidencial— han tenido éxito debido a que en países como el Perú (y no solo a nivel del gobierno central sino del regional y local) se espera que sea la misma autoridad la que rinda cuentas y explique su plan a futuro.
“Eso es algo que es indelegable, porque justamente el liderazgo es indelegable, la legitimidad es indelegable. No puedo pretender querer ser líder, pero a la vez ceder mi vocería a una persona. Eso es indelegable. Por tanto, cualquier tipo de manejo por interpósita persona termina siendo poco oficial. Ni siquiera el primer ministro, en muchos casos, puede reemplazar la palabra de la presidenta o del presidente de la República”, subrayó.
Por su parte, el periodista y analista político Pedro Tenorio indicó que “es lamentable para la imagen presidencial” el silencio constante de Boluarte, pues apuntó que ello “desgasta la imagen de la institución presidencial” cuando, en realidad, un jefe del Estado “es el principal servidor de la Nación” y que, por ende, es quien debería de marcar la pauta de transparencia frente al resto del aparato estatal.
“Y uno de los elementos claves es comunicarle al país cuál es el sentido de su gobierno, cuáles son los principales objetivos, cuál es el plan a mediano y largo plazo. Y nada de eso lo está haciendo de manera eficiente. Ha reemplazado la comparecencia ante la prensa por apariciones, donde todo lo tienen desde el punto de gobierno controlado”, indicó Tenorio.
A su juicio, Boluarte “se siente protegida con una estrategia de comunicación de comunicados, anuncios”, sin responder a la prensa de manera directa pues “sabe que le van a preguntar muchos temas de los que ella no quiere hablar”. Para Tenorio, la mandataria optó por una “no estrategia de comunicación” ante las denuncias que no tardaron en llegar ni bien asumió su gobierno y “simplemente dejar que el tiempo transcurra y mientras mantiene una muy buena relación con la coalición política que le permite gobernar sin sobresaltos”.
“Nunca hubo una línea de respuesta digamos consolidada, que acallara las sospechas. Todo lo contrario, las respuestas de Boluarte ante la prensa alimentaron las sospechas, al punto que ya no son los medios de comunicación, es el fiscal de la Nación. Con esa actitud, con esa metodología de reaccionar o de confrontar, no ha logrado nada. Lo único que ha hecho es ganar tiempo con apoyo de un Congreso que se lo permite. Y si así va a sobrevivir hasta el 2026, es algo que todavía nos tocará ver pero es difícil”, aseveró el analista.
Agregó que Boluarte no es la primera presidenta que afronta imputaciones serias respecto a sus familiares, a sus ministros o funcionarios de su gobierno e, inclusive, que cuenta con una debilitad política en el Congreso. “Ella podría aparecer y responder lo que considera que debe responder; sin embargo, no lo hace, no tiene ese manejo [político]. Los políticos, cuando afrontan situaciones de crisis, no pueden aplicar la política del avestruz, ningún político sobrevive aplicando ello y por eso es que su aprobación es tan baja”, subrayó Tenorio.