Cuando a Dina se le dio por viajar, una inconfesada razón por la que la mayoría congresal le daba el permiso, era esta: ‘que se vaya y así nos quedamos por unos días con nuestro presidente natural, Alberto Otárola’.
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Dina compungida quiso tirar la toalla en enero. La masacre de Ayacucho del 15 de diciembre ya le había destrozado los nervios porque, además de mantenerlo en el poder sin hacerlo pagar su responsabilidad política, le hizo un upgrade a su entonces ministro de Defensa, Alberto Otárola. La mitad de las alternativas para primer ministro no la convencían y la otra mitad se le corría. Tuvo que ser fichado Alberto pues le daba el soporte emocional y político que le urgía para no renunciar. La masacre de Juliaca del 9 de enero, con cerca de 20 fallecidos, fue igual de insoportable. Según mis fuentes, en ese proceso de soporte también destacó su ex asistenta Grika Asayag, hoy apartada como tienen que apartarse todos los cercanos sospechosos de sacar ventajas, como su hermano Nicanor. La soledad del poder aquí no es una frase cursi. Sino, pregunten en el penal de Barbadillo.
Así las cosas, Dina y Alberto generaron una dependencia y complementariedad que ha marcado al presidencialismo nacional con una cuña parlamentarista. No lo digo por la vocación de llevar la fiesta en paz con el Congreso, eh; sino porque en los regímenes parlamentarios el Congreso coloca al primer ministro y, de alguna forma, es nuestro caso. Hemos visto como el Congreso lo aprueba. Cuando a Dina se le dio por viajar, una de las inconfesadas razones por las que la mayoría congresal de derecha le daba el permiso, era este razonamiento: ‘que se vaya Dina y así nos quedamos por unos días con nuestro presidente natural, Alberto Otárola’. En ninguna de las 5 veces que viajó Dina, fue acompañada por Alberto, lo que delata hasta qué punto llega la complementariedad que ambos proyectan hacia los demás.
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Congreso, dime que quieres
La ironía del Congreso es extrema: ha logrado más poder que nunca cuando roza el 5% de aprobación nacional según última encuesta del IEP. Se le presentaron varias vírgenes a los 130 congresistas: cayó Castillo, lo que los hizo muy felices, y lo sucedió una presidenta práctica y desideologizada, con un primer ministro converso hacia el status quo de derecha, y establecieron que la única forma de sobrevivir era cediendo poder al Congreso. La izquierda prácticamente no guarda lealtad con Castillo, pero sí con los muertos en las protestas. Por ellos y por el dogma del poder constituyente se han opuesto al Ejecutivo y a algunos consensos congresales, pero eso ha ido variando.
¿Por qué ha ido variando? Basta poner de ejemplo una sola bancada para responder esta pregunta y entender buena parte de lo que pasa en el Congreso. El Bloque Magisterial está compuesto por los profesores que ingresaron en el 2021 en virtud del acuerdo de Castillo con Perú Libre (PL). A instancias de Castillo, que buscaba una bancada más accesoria, se separaron de PL y en esas los agarró la caída estrepitosa de su líder. Perdieron dos ministerios de cuota, no tienen partido y se desconoció su federación magisterial Fenatep. Sus ingresos de docentes escolares crecieron considerablemente, realizaron viajes y, algunos de ellos, incurrieron en gastos difíciles de sostener si se aprobaba un adelanto. Martín Hidalgo, en su libro “¿Cuándo se jodió el Congreso?” (Planeta,2023), sostiene que, con muertos, bonos y heridos, recibir, S/.17,800 de remuneración neta mensual, los ha malogrado irremediablemente. Ese monto debe haber crecido con las expansiones de los últimos meses y crecerá aún más si se tiene en cuenta que el presupuesto del Congreso para el 2024 se ha incrementado en 23% respecto del 2023 mientras el presupuesto general de la república se ha incrementado en 12%. El doble de frescos, si es que eso cabía.
Es la inseguridad y la economía, papi
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La delincuencia ya no solo te asalta en la calle sino en la más absoluta intimidad de tu hogar. Se ilumina la pantalla de tu celular y, ¡zas!, en lenguaje coloquial y grosero, combinando la amenaza más artera contra tu familia con la promesa de que te irá chévere si aceptas el pago para que te dejen en paz, papi; te conviertes en víctima del delito estelar de la extorsión. Se ha difundido, en demasía, que muchos delincuentes son inmigrantes venezolanos, pero cuando se pide la estadística a la policía –como yo la he pedido en varios oportunidades-resulta en impresión casuística corroborada por los noticieros.
En realidad, hay un componente transnacional del delito con un referente importante en Venezuela y en especial, de la mafia El Tren de Aragua y sus varias facciones. Pero las pocas estadísticas de población carcelaria y denuncias policiales por nacionalidad, indican que el promedio de criminalidad de la colonia venezolana es inferior al peruano, aunque sí sorprende por la violencia de sus delitos.
La inseguridad preside el top de preocupaciones de los peruanos en la mayoría de encuestas; pero en estas, la recesión económica, con su secuela siniestra de disminución de empleo e ingresos, está muy presente. En los mensajes de Boluarte, Otárola o del ministro de Economía, Álex Contreras, suelen enfatizarse factores externos, del clima, las protestas, el crimen y el panorama mundial, sin considerar el tremendo peso de la falta de confianza en el consumidor y el inversionista en su propio país. Factor íntimo, subjetivo, por el que necesitamos mejores autoridades en quienes creer.