Edwin Oviedo es un PEP, un personaje expuesto políticamente, y con un relumbre adicional: le tocó dirigir la Federación Peruana de Fútbol (FPF) justo cuando la selección del Perú clasificó al mundial tras 36 años de dolorosa ausencia. De modo que los peruanos, en su gran mayoría hinchas incondicionales, han estado dispuestos a presumir la inocencia de Oviedo mientras descartaban en un tris las coartadas de los políticos investigados.
Por eso, Oviedo, cuando a las acusaciones de su obcecado perseguidor, el fiscal de Chiclayo, Juan Carrasco, se sumaron la data y las colaboraciones eficaces del caso de Los Cuellos Blancos, y se cuestionó su permanencia en la FPF; apeló no solo a argumentos de defensa legal sino futbolística: Primero, dijo que la FIFA amenazaba con descalificar a la selección para próximos enfrentamientos si una iniciativa legislativa frustraba su mandato en la FPF. Meses antes del mundial, el Congreso, entusiasmado por la clasificación, había legislado extendiéndole su mandato (que debía acabar este año), hasta el 2020.
Segundo, fue el argumento de que el gobierno, por perseguirlo, podía frustrar la realización el próximo año, en el Perú, del Mundial Sub 17. Esta fue una propuesta suya que revela cuán interesado estaba en hacer una gestión ostentosa y visible, que le diera el prestigio que le fue esquivo en sus anteriores emprendimientos, que son la verdadera fuente de los problemas que lo tienen hoy en detención preliminar.
Así como ya tenía la bendición del fútbol, buscó la de la iglesia católica, logrando que la FPF hiciera una joint venture con el arzobispado de Lima, al construir la nueva Videna en un terreno que pertenece a este. El movimiento de tierras previo a la construcción lo hizo una empresa de Antonio Camayo. Ninguna de estas bendiciones lo salvará de la pesquisa original.
-El mito del emprendedor incomprendido-
Los audios de los Cuellos Blancos revelan que entre jueces y empresarios se creó una férrea hermandad de intereses. La hipótesis fiscal es que los hombres de ley eran pagados para torcer su ejecución y permitir que emprendedores con serias cuitas judiciales, siguieran incólumes. Antonio Camayo fue nexo entre Oviedo y César Hinostroza, el juez que no solo manejaba contactos para ayudar a Oviedo en cortes lejanas a la suya (la Suprema con sede en Lima), sino que tenía una suerte de ascendiente intelectual, manejando el mito de los emprendedores que empiezan de abajo y que, como enfrentan discriminación y adversidades extremas, tendrían cierta licencia para brincarse la ley.
Oviedo nació en Urcos, Cusco, en 1971. Su padre murió cuando era niño y junto a su hermano Elivis y su familia, trabajó arduamente para escalar posiciones en varios negocios. Conoció a Camayo en Lima, en La Parada, cuando ambos eran promisorios empresarios. Pero los Oviedo sacaron ventaja a Camayo y a muchos cuando, en el 2002,adquirieron el 15% de la acciones de la industria azucarera de Pomalca, a Olivio Huancaruna. La participación fue subiendo, adquirieron también parte de la de Tumán, e intentaron ingresar en Casa Grande, chocando allí con el Grupo Gloria.
Las batallas por el control del mercado azucarero han tenido un correlato político con iniciativas legales sobre fusiones y límites al tamaño de la propiedad rural, que favorecían a uno u otro postor; pero también han tenido un correlato más sórdido y trágico en la arena local norteña: las dirigencias de las comunidades y sindicatos que también eran actores del conflicto y propietarios de acciones, se alinearon en bandos, y hubo hasta hechos de sangre y asesinatos. Los conflictos en Tumán escalaron a tal punto que las autoridades intentaron paliarlos colocando administraciones judiciales.
Precisamente, el argumento central de la defensa de Oviedo es, grosso modo, que no se le puede responsabilizar por crímenes como los de la banda de Los Wachiturros de Tumán, pues se habrían perpetrado en el marco de otra administración. El fiscal, dice que Oviedo sí tenía nexos y móviles , y ello se seguirá investigando.La detención preliminar ha sido dictada en el marco del caso de Los Cuellos Blancos, pero ya vimos como Tumán, su biografía y toda la filosofía y praxis del emprendedor incomprendido, llevaron a Edwin Oviedo a abrazar a los hermanitos.