A inicios de marzo todo era previsión a ciegas. La realidad aún no llegaba. Éramos drásticos casi hasta el romanticismo: “porque te quiero abrazar más adelante, me distancio ahora”, decía Martín Vizcarra parafraseando al primer ministro italiano Giuseppe Conte. Éramos un ejemplo para el mundo que se espantaba ante las decenas de miles de muertos en Europa y veía, con el rabillo del ojo, cómo el epicentro se desplazaba hacia Estados Unidos.
Era extraordinario que un país emergente (o en emergencia, que hoy es lo mismo) decretara el 15 de marzo una cuarentena rígida y soltara ayuda en efectivo a 2 millones 700 mil hogares. En realidad, esto fue resultado de una poderosa mezcla de previsión y miedo. El gobierno, ya alarmado desde febrero viendo las noticias de Asia y Europa, calculaba que solo con un pequeño veneno de lo que pasaba allá nuestro sistema de salud colapsaría.
MIRA: Los 30 de Alberto Fujimori, una crónica de Fernando Vivas
Por lo tanto, había que ser más severos que ellos. Suena tan lógico como simplón. Hoy parece iluso, pero un funcionario del MEF que estuvo en las primeras conversaciones intersectoriales, me cuenta que la primera idea de un bono, antes de la cuarentena, surgió como un apoyo humanitario para “los positivos y los adultos mayores que no iban a poder salir a trabajar”. Focalización al dedillo.
Carolina Trivelli, experta en finanzas y programas sociales (fue fundadora del Midis), colaboró con el proceso un poco después, cuando se había decidido la cuarentena y se había instalado en el gobierno la preocupación por los que viven de su chamba del día a día: “No se pensó en universal ni mucho menos. La decisión fue ‘hay que asegurar dos semanas’”. Ese era el horizonte del desembolso.
MIRA: Rumbo al 2021: ¿Cuáles son los perfiles políticos para las próximas elecciones?
Se tomó de base el PGH (Padrón General de Hogares) del Midis que, para sus programas sociales, divide hogares en tres categorías –pobres extremos, pobres, no pobres- y se decidió apoyar a los dos últimos. Se focalizó aún más el aporte en los hogares que no estuvieran adscritos a programas sociales y que fueran urbanos, pensando que en el campo hay una economía de autosubsistencia que podía llenar la olla por una quincena.
Semejante focalización fue trabajosa e imperfecta. El Midis calculó que la canasta básica por dos semanas equivalía a 380 soles y se pidió a la Asbanc (Asociación de Bancos del Perú) que colaborara en el reparto de ese dinero, tarea que excedía por mucho a la capacidad del Banco de la Nación (BN).
Martín Naranjo, presidente de Asbanc, me dijo tras la primera quincena de la cuarentena, “hemos hecho un proceso electoral”, y luego entendí porqué: la ONPE (Oficina Nacional de Procesos Electorales) ayudó a organizar el reparto cruzando los hogares focalizados en el PGH con la direcciones del padrón electoral, y se les asignó a una mujer de cada hogar una agencia bancaria, de la misma forma georeferenciada que se asignan los colegios o locales de votación en las elecciones. Los epidemiólogos pidieron que el reparto se hiciera en varios días para evitar aglomeraciones; aunque igual hubo más demoras por razones burocráticas.
¿Pero por qué diablos no repartir en casa, ya sea plata o la canasta básica, y evitar el tropel yendo a los bancos con tremendo riesgo de contagio? La logística para poner plata en mano de un ejército improvisado (o ajeno, si se recurría a los gobiernos locales) para un reparto único en nuestra historia, hubiera demandado mucho tiempo y riesgos a un estado que es un elefante torpe y desconfiado. Se decidió que era más expedito que la gente fuera por su dinero y cuidar que guardara 1metro de distancia en las colas.
Se develó una carencia que nos pasmó. Tan solo unos 600 mil hogares de esos 2,700,000 tenían cuenta bancaria. Carolina me dice: “Somos una vergüenza; el promedio mundial, incluyendo a África es que 7 de cada 10 tienen cuenta; acá somos 4 de cada 10”. En muchos otros países, la gente ha recibido depósitos sin moverse de su casa y ha comprado con sus medios digitales. Tras esta cachetada que nos dio la realidad en plena pandemia, hoy la inclusión financiera es un imperativo nacional.
La pregunta siguiente y obvia, siguiendo ese imperativo, es: ¿Y por qué no se le abrió compulsivamente cuentas a la gente y se le depositó los S/380, duplicados a S/760 la quincena que siguió? El MEF y Asbanc me respondieron lo que temía: había muchos obstáculos normativos y burocráticos para eso. Pero se están destrabando.
- Sueldos, asesores, bonos y otros beneficios: conoce todos los gastos alrededor de un congresista
- Una carta y cuatro embajadores: la polémica que ha desatado la ley sobre peajes
-Apto para todos-
Mientras el gobierno seguía ampliando la cuarentena, vio que la focalización hecha con el PGH dejaba a muchos vulnerables en la calle. Además, la propia crisis empuja a presuntos no pobres al desempleo y a la pobreza. Entonces, se ideó un ‘bono independiente’, para cubrir a alrededor de 800 mil hogares que teniendo cabezas con aparente fuente de trabajo, la habían perdido por la cuarentena. A esa focalización se sumó el Ministerio de Trabajo y su base de datos. El PGH no era suficiente.
Al total que ya llegaba a 3 millones y medio, se sumó un nuevo paquete de un millón de hogares. Fue el ‘bono rural’ que nació de la evidencia de que la mayoría de hogares rurales no son bucólicamente autosubsistentes. Y así llegamos, prendiendo focos, a alrededor de 4 millones y medio, la mitad de los aproximadamente 9 millones de hogares del Perú. Los técnicos que no se habían hecho la pregunta, se la tuvieron que hacer: ¿por qué no meter a todos de una buena vez?
Mientras el Midis se ahogaba en un maremágnum de datos cruzados entre el PGH, el Reniec, el Mintra y sus propios programas sociales; la izquierda había levantado la bandera de la renta básica universal. La agitaban líderes como la congresista Rocío Silva Santisteban y la ex congresista Marisa Glave, poniendo el acento, con relente socialista, en la justicia social y redistributiva. En el gabinete, el ministro de Salud, Víctor Zamora, hombre de izquierda, también la planteaba.
El 20 de mayo, un grupo de académicos e intelectuales de izquierda y de centro, suscribieron el comunicado Por un Bono Realmente Universal, quitándole las tildes rojas y poniendo el tema en perspectiva desarrollista de estado de bienestar (aunque uno se pregunte ‘de dónde estado mío’) : “La propuesta es que los estados de la región avancen hacia un ingreso básico universal o seguro de desempleo, que incluya no solo a las personas en situación de pobreza sino a personas vulnerables de ingresos bajos (…) Por ello resulta indispensable que quienes han perdido sus empleos e ingresos, sigan recibiendo el bono por un tiempo adicional a evaluar”.
O sea, los firmantes quieren convertir la discusión del bono universal temporal y de emergencia, en una sobre el seguro al desempleo. Pero el MEF no tiene a la vista, para este tema, un horizonte como ese.
Al menos, el debate alentado por la izquierda, sin oposición ni en el Congreso ni entre intelectuales y economistas de derecha; sí caló en el gobierno que decidió pasar de una buena vez al bono casi universal. En realidad, aplicó la lógica de la focalización inversa, pensando en el universo entero y eliminando a los que, de acuerdo a la base de datos de la Sunat y del Mintra, tienen ingresos seguros. Con eso nos quedamos con alrededor de 6 millones 800 mil hogares, a los que, según ha repetido Vizcarra varias veces, el gobierno quiere llegar de todas maneras. Lo que no está dicho ni decidido es por cuánto tiempo.
Hace pocos días, el MBA de la universidad de Harvard, le pidió a su ex alumna, la ministra María Antonieta Alva, un video testimonial que sirviera de motivación a las nuevas promociones de alumnos. En él, ella cuenta que la pandemia le ha dado algunas lecciones que la han llevado a cambios de opinión. Y pone dos ejemplos. Uno es que ella tenía la convicción de que las asignaciones directas de dinero deben ser focalizadas y condicionadas. Pero la dinámica de la crisis, según explica, la ha vuelto partidaria de un bono universal con focalización inversa.
Ni ‘Toni’ Alva, ni los funcionarios del MEF con los que hablé, ni Carolina Trivelli, a pesar de que es una de las firmantes del comunicado pro bono universal, delataron alguna convicción ideológica al contarme el proceso que los llevó del primer foco pendido al universo al revés. Fue puro aprendizaje gradual en crisis y, hay que subrayarlo, con un Estado de gran solvencia financiera que, además, se ha endeudado como no lo hacía desde hace décadas (por cierto, el otro ejemplo que ‘Toni’ Alva le cuenta a los de Harvard, es que era enemiga del endeudamiento, pero la pandemia también la ha hecho cambiar al respecto) .
En realidad, el debate sobre una renta básica universal que vaya más allá del seguro al desempleo, también se da en el mundo liberal de derecha. Milton Friedman, pope liberal, planteaba un impuesto para solventar a los más necesitados. Ilustres tan diversos como Hayek, Keynes o Galbraith han planteado algo similar y, en los años previos a la pandemia, el debate de la renta universal como concepto que va más allá de un seguro al desempleo temporal, estuvo asociado a la cuarta revolución industrial y la necesidad de mitigar el impacto que la robotización acarrearía en la pérdida de empleos. En el 2016 en Suiza se votó en referéndum la posibilidad de implementar una renta básica universal (la propuesta perdió por ancho margen). Yuval Harari, en “21 lecciones para el sXXI”, la incluye en sus pronósticos.
La pandemia no ha acelerado el debate, simplemente, lo ha aplicado con urgencia. En muchos países de Europa se han hecho asignaciones mayores y más universales que en Perú. En EE.UU, se han depositado $1,200 a casi todos por una vez y sin bronca entre demócratas y republicanos.
Daniel Córdova, economista liberal de centroderecha, ex ministro de Produce y asesor de la bancada de APP, lleva semanas planteando un bono universal para el Perú. Pero me aclara que su propuesta es “absolutamente liberal en su concepción y en su forma de ejecución. En primer lugar, la gente está privada de su libertad económica. Entonces, lo menos que puede hacer el estado, es darle un subsidio mientras dure la privación”. O sea, en esta lógica liberal, el bono es una suerte de compensación.
-Te abrí tu cuenta-
El gobierno no solo apostó, finalmente, al bono universal; sino también a la apertura compulsiva de cuentas. Pero no fue fácil. Tuvo que promulgarse el DU 056-2020 que deroga la norma que impedía abrir cuentas sin consentimiento del cliente.
Ahora, los bancos pueden abrir ‘cuentas básicas’ sin consultar a nadie y a pedido del Estado. Sin embargo, Martín Naranjo, de Asbanc, me cuenta que la normativa para vigilar el lavado de activos y los fraudes bancarios, complica el plan. La SBS (Superintendencia de Banca y Seguros) está aprobando medidas para allanar esas trabas, pero aún no son suficientes.
Carolina Trivelli me dice que la apuesta por la inclusión financiera, a estas alturas, será sin tarjeta. Ante mi sorpresa, me asegura que el futuro de la bancarización camina hacia el desplazamiento de las tarjetas por los celulares y las claves. La penetración de los teléfonos es mayor que la bancarización, vaya paradoja. Y, afortunadamente, las ventanillas, cajeros y agentes del Banco de la Nación (en muchos rincones del país es el único banco) permiten el retiro sin tarjeta.
Llegamos, a golpes y al revés, al bono casi universal y a dar un paso nervioso, pero decisivo, hacia la inclusión financiera. Hubiéramos ganado tiempo y recursos si todo esto se concebía antes de la cuarentena; pero, entonces el horizonte del subsidio era la quincena. Y así vamos, aprendiendo y ajustando medidas que involucran millones de hogares y algunos punto de PBI, de quincena en quincena.
TE PUEDE INTERESAR
- Rumbo al 2021: ¿Cuáles son los perfiles políticos para las próximas elecciones?
- Sueldos, asesores, bonos y otros beneficios: conoce todos los gastos alrededor de un congresista
- Una carta y cuatro embajadores: la polémica que ha desatado la ley sobre peajes
- La ética no es prioridad en este Congreso: ¿Qué casos esperan ser revisados por la comisión que aún no se instala?
- Legislación por acumulación: ¿Por qué los congresistas presentan tantas iniciativas repetitivas?