Esta es la historia de cómo la idea para ayudar a un puñado de infectados, acabó en subsidios a 7 millones de hogares y en un desconcierto ideológico.  (Ilustración Víctor Aguilar/El Comercio)
Esta es la historia de cómo la idea para ayudar a un puñado de infectados, acabó en subsidios a 7 millones de hogares y en un desconcierto ideológico. (Ilustración Víctor Aguilar/El Comercio)
/ Víctor Aguilar
Fernando Vivas

A inicios de marzo todo era previsión a ciegas. La realidad aún no llegaba. Éramos drásticos casi hasta el romanticismo: “porque te quiero abrazar más adelante, me distancio ahora”, decía Martín Vizcarra parafraseando al primer ministro italiano Giuseppe Conte. Éramos un ejemplo para el mundo que se espantaba ante las decenas de miles de muertos en Europa y veía, con el rabillo del ojo, cómo el epicentro se desplazaba hacia Estados Unidos.

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