“Ya está caminando” me dice Elio Riera, el abogado de Alberto Fujimori, con un entusiasmo digno de la comisión política de Fuerza Popular (FP), de la que no es parte pues no está afiliado al partido. Le pregunté cómo así su patrocinado de 85 años, que se cayó en la casa que habita con Keiko y sus nietas y lo operaron de la cadera, podría protagonizar una campaña presidencial. Fue menos entusiasta cuando me confirmó que el ‘Chino’ aún utiliza, por ratos, un balón de oxígeno para ayudarse a respirar. Añadan un tumor cancerígeno en la lengua que se resiste en desaparecer. Imaginar a un anciano que tendría 88 años el día que llegara a juramentar por cuarta vez a la presidencia, protagonizando debates, reuniones proselitistas y uno que otro viaje; raya en la política ficción.
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Los impedimentos legales no son menos severos. El reformado Art.34 A de la Constitución limita el derecho a postular a los condenados en primera instancia por delito doloso y la Ley 30717 que reformó el Art. 107 de la Ley Orgánica de Elecciones, limita el derecho específicamente a quienes fueron condenados por delitos de corrupción de funcionarios. Sin embargo, existe la sentencia del TC 370/2022 del 8 de noviembre del 2022, que responde a una demanda ciudadana contra impedimentos para postular y para trabajar. El TC declaró fundada la demanda contra la frase: “el impedimento resulta aplicable aún cuando hubieran sido rehabilitados” presente en la Ley 30717. Por lo tanto, esa frase, a juicio del TC, es inconstitucional, pues no se debe limitar derechos a quienes están rehabilitados, es decir, han cumplido su condena. Hagamos dos salvedades: el TC aclara, en sus considerandos, que esta sentencia solo involucra a la demanda ciudadana contra los impedimentos a quienes cometieron delitos de terrorismo o apología, no a los delitos de corrupción de funcionarios. La otra salvedad es mayor: Es muy discutible que se pueda considerar a Fujimori rehabilitado pues, como dicen constitucionalistas entre los que está Aníbal Quiroga, el indulto ha suspendido la pena más no la condena y, además, no ha pagado su reparación civil de alrededor de S/.57 millones.
El abogado Riera, dejando de lado ese debate, me planteó el tema de la retroactividad benigna, para que no se aplique a su defendido normas promulgadas luego de que fuera condenado. Le pregunté por esto al penalista Carlos Cora y me dijo que no cabía hablar de esta figura, pues una ley de elecciones plantea requisitos que todos deben cumplir en un futuro; no es una ley penal, de modo que no cabría una interpretación que aplique la retroactividad benigna.
Dejemos a la salud y a la ley en salmuera; y hablemos del significado político de todo esto. No vayamos tan lejos como a los gobiernos de Alberto en el milenio pasado, sino a la elección del 2016, porque allí cobra (sin)sentido esta historia. Keiko perdió en el 2011, en buena lid contra Ollanta Humala, enarbolando la herencia dual de su padre. Fue luego de ello que el fujimorismo de Keiko dio un giro de suficientes grados, como para hablar, no solo de dos facciones sino de fases distintas y distantes en el fujimorismo. Para la campaña del 2016, Keiko fue en busca de su identidad propia y perdida, de paso que pretendía disminuir su antivoto enviando señas amicales al ‘mundo caviar’. Su campaña estuvo llena de señales en ese sentido: habló de derechos reproductivos en un foro progresista en Harvard; llevó en su plancha al centro izquierdista ex gobernador de Junín, Vladimiro Huaroc; pulseó públicamente con su padre para no llevar en su lista congresal a Martha Chávez, Luisa Cuculiza y Alejandro Aguinaga. Hubo contemporizaciones: Aguinaga igual postuló, Chávez fue enganchada como asesora de la primera vicepresidencia del Congreso (lo sigue siendo a través de los quinquenios). Cuculiza no aguantó pulgas y se fue dando un portazo.
La mayoría congresal absoluta de Fuerza Popular en el 2016 fue de Keiko y no de Alberto. La inmensa bancada acogió la posición de Keiko de no usar su poder político para negociar la liberación del padre. Hasta rechazaron un velado intento del gobierno por legislar favoreciendo el arresto domiciliario de adultos mayores. El indulto otorgado en el 2017 fue una maniobra de PPK aliado a Kenji Fujimori contra Keiko, a quienes algunos, por buscar un referente extranjero, comparamos con la francesa Marine Le Pen, enfrentada a su padre Jean-Marie Le Pen, fundador del partido de extrema derecha Agrupación Nacional. Pero todo eso cambió. En el melodrama de los Fujimori ahora se vive un capítulo de reconciliación generacional.
La mochila por delante
Conversé con ‘Miki’ Torres, miembro de la comisión política de Fuerza Popular y amigo de la familia desde los 90′. Le pregunté en qué quedaba la identidad y el esfuerzo de Keiko por construir un partido y una identidad propias. “Yo veo al partido como a una persona, crece, viene la etapa de la rebeldía de la adolescencia, luego ya la madurez y se ven las cosas de otra manera”, me responde. O sea, Keiko ya superó la fase psicoanalítica de ‘matar al padre’, le digo. Pero, vamos, esto es más profundo, había discrepancias políticas muy serias, no solo sobre el 5 de abril, sino sobre todo lo que vino después con Montesinos. Cuando Keiko dijo que cargaba una mochila pesada (lo repitió en más de una entrevista) se refería al lado oscuro de la herencia paterna, le recuerdo a Miki. “La mochila no la niegas, la asumes y la cargas”, replica.
Y si Keiko ha concedido tanto, ¿qué ha concedido su padre?, pregunto. “Él reconoce que estamos en tiempos en que se impone la bicameralidad [se refiere a que Fujimori disolvió el Congreso bicameral y su bancada bregó para que el nuevo congreso fuese unicameral]”. Torres calla unos segundos y agrega: “Veo que está orgulloso y reconoce que su hija construyó un partido, algo que a él no le interesaba hacer”. Miki se refiere a que Fujiimori fundó varios partidos descartables por necesidad electoral (algunos fueron nombrados por la fecha de la contienda como Cambio 90 o por su alcance subnacional como Vamos Vecino); pero no hizo un esfuerzo de construcción partidaria del aliento de lo hecho por Fuerza Popular.
“La mochila no la niegas, la asumes y la cargas”
Miguel Torres, dirigente y vocero de Fuerza Popular
También conversé, brevemente, con Luis Galarreta, secretario general de FP. Me respondió la misma pregunta sobre la pérdida de identidad propia de Keiko, evocando un momento singular: “Cuando Keiko estaba en prisión, él hizo una carta muy dramática donde reflexionaba que la había conducido a la política y se sentía responsable de lo que estaba pasando. Creo que a partir de allí estrecharon mucho su relación”. Miki Torres narró así el proceso que llevó a esta decisión: “Primero, más o menos en febrero o marzo, hubo una decisión personal. Luego, Alberto Fujimori conversó largamente con Keiko y ella lo entendió y estuvo de acuerdo con que él lidere la plancha. Esa fue la decisión familiar. En el partido estamos felices, esa es la decisión política”.
Los aliados de FP en el Congreso han criticado al unísono el anuncio. Todos sus líderes han sido anti albertistas alguna vez y su empatía ha sido con Keiko. Si estuvieron de acuerdo con la liberación de Alberto, fue bajo el supuesto de que no volvería a la política. FP, con esta sorpresa, confirma su vocación de soledad electoral, pues hasta ahora sus alianzas solo han sido parlamentarias, nunca electorales. Por poner un ejemplo, Lourdes Flores, que fue activista contra Alberto en los 90 y trabó una relación solidaria con Keiko al punto que alentó la idea de que esta había sido víctima de un fraude en el 2021, me dijo que bregará porque “mi partido, el PPC, forje una alianza de centro derecha alternativa al fujimorismo”. La misma declaración podrían hacerla más de la mitad de los 48 partidos inscritos o en proceso de inscripción.
El líder del nuevo partido Libertad Popular, Rafael Belaunde Llosa, nieto de Fernando Belaunde, se apresuró en dar un paso más allá: “Lo que corresponde ahora es que, quien logre la presidencia, deje sin efecto el indulto a Fujimori” posteó en X, advirtiendo que la o las alianzas de centro y derecha que se formen no solo debieran descartar a FP como aliado sino que tendrían que bregar contra el fujimorismo, quizá para impedir otra traumática segunda vuelta entre un Fujimori (sea Alberto o sea Keiko) y un antisistema izquierdista.
Si algún efecto benéfico ha tenido el anuncio para FP, ha sido interno. Reunifica alas y generaciones dentro del partido. Lo fundamental es que mantiene viva y protegida la candidatura de Keiko, pues ella seguiría siendo la alternativa ante los imponderables de la salud y la ley que se abatane contra el padre (Paréntesis de rigor: Esto hay que tomarlo con pinzas pues, en el Art. 104 de la Ley de Elecciones, el candidato presidencial, una vez inscrito, no es reemplazable si resulta tachado; se cae la plancha y la lista parlamentaria corre sola. Pero queda abierta la posibilidad de que, a última hora antes de la inscripción, alegando la seriedad de los impedimentos legales o de otro tipo, se inscriba a Keiko a la cabeza).
“El candidato presidencial, una vez inscrito, no es reemplazable si resulta tachado; se cae la plancha y la lista parlamentaria corre sola. Queda abierta la posibilidad de que, a última hora antes de la inscripción (…) se inscriba a Keiko a la cabeza”
Lo que es innegable es que el dramático anuncio ha beneficiado en el corto plazo al fujimorismo, distrayendo al antifujimorismo del juicio a Keiko para posarlo en Alberto, líder fundador u nuevo ‘punching bag’ de FP. Tanto Galarreta como Torres me dijeron que asocian la reconciliación familiar con las recientes afiliaciones de quienes son o han sido invitados a la bancada de FP, como Fernando Rospigliosi y Marco Miyashiro. El fujimorismo se expande pero sobre sí mismo, si es eso posible.