El primer libro de Francisco Sagasti tras salir de la Presidencia (y dejar la banda en la puerta del Congreso) no es una autobiografía, tampoco un relato de su gobierno de transición, sino una recopilación de artículos y también de entrevistas que ofreció, entre 1985 y 2015. Treinta años de reflexiones sobre el Perú, la reforma política y el bicentenario fuera del poder.
En “Imaginemos un Perú mejor…y hagámoslo realidad” (Planeta, 2021), se conoce la corriente política y técnica del Sagasti Hochhausler antes del Partido Morado, antes del Congreso, antes de la crisis de noviembre de 2020, antes de ser un presidente de “emergencia”. ¿Y por qué no abordó su estadía en Palacio de Gobierno? Porque este período -donde, en palabras del ahora exmandatario, la semana tenía 10 días, el día, 36 horas, y todos los días eran lunes- esta reservado para una historia independiente.
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“Espero escribir un libro sobre los últimos cinco años, durante los cuales participé en la creación de un nuevo partido político, fui congresista y posteriormente presidente constitucional de la República”, refirió el exmandatario a un cuestionario de El Comercio.
Fuentes cercanas al ex jefe de Estado contaron a este Diario que “Imaginemos un Perú mejor…y hagámoslo realidad” prácticamente estaba listo desde el 2016, pero que éste se fue postergando hasta el último tramo del gobierno de transición, cuando se retomó el proyecto.
“Lo que se ha hecho es filtrar una gran cantidad de artículos que había en el borrador inicial, seleccionar aquellos que no tienen un límite de tiempo, estos artículos tuvieron relevancia en el momento en que fueron escritos como al día de hoy, y seguro en los próximos años, esa fue la tarea”, comentaron.
Las mismas fuentes precisaron, ante los eventuales cuestionamientos, que este trabajo se realizó en un par de fines de semana y fuera del horario de trabajo en Palacio de Gobierno.
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El mensaje inicial
Sagasti, en una nota preliminar escrita en junio último (aún desde el poder), deja un par de reflexiones que traen a la actualidad su pensamiento antes de ingresar a la política activa.
Refirió, por ejemplo, que “las extraordinarias posibilidades de progreso de nuestro país pasan desapercibidas en una bruma de rencores políticos que atrofian nuestra percepción”, en aparente referencia a las sucesivas crisis del último quinquenio, en la que tuvimos cuatro mandatarios y dos Parlamentos. Pero también a la oportunidad perdida tras la transición de Valentín Paniagua (Pág.94).
El expresidente también criticó que “la embriaguez de aspiraciones irrealizables” desvalorice todo logro que “no sea la fantasía del cambio total imaginado”.
Y advirtió que “la imaginación por sí sola es insuficiente”, porque resulta “esencial” vincularla con la realidad. “En el Perú el divorcio entre imaginación y realidad nos ha pasado una enorme factura ―promesas incumplidas, expectativas defraudadas y sueños que se convierten en pesadillas”, subrayó.
El jefe de Estado exhortó a las peruanas y peruanos a utilizar su “capacidad de resistencia” para recuperarse de las múltiples crisis que la pandemia de COVID-19 nos ha dejado.
“Las peruanas y peruanos hemos demostrado, una y otra vez, nuestra capacidad de resistencia, de recuperarnos de las crisis, de imaginar y realizar futuros mejores. Es hora de hacerlo nuevamente”, remarcó.
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Los consejos para un presidente
En 1994, Sagasti Hochhausler era director de Agenda Perú, asesor en el Programa de Naciones Unidades para el Desarrollo (PNUD) y también investigador principal en GRADE. Y en una entrevista a la revista Matiz, al ser consultado sobre cómo debería ser “un buen presidente” para el Perú, dijo que el objetivo de cualquier mandatario “debe ser hacerse prescindible, no imprescindible” (Pág.97)
“La más importante contribución que puede hacer un buen presidente es que toda su obra y su labor continúen sin él. Creo que eso es lo más importante; cuando las cosas se personalizan, no se puede gobernar bien. El gobierno consiste en darle la oportunidad, la capacidad a todo el país de gobernarse a sí mismo, y no ser uno quien ‘mande’”, remarcó.
Sagasti Hochhausler también se ánima a dar un perfil (o mejor dicho) una serie de requisitos para ser jefe de Estado. Y los resume en cuatro puntos: la persona que acceda a Palacio de Gobierno tiene que conocer “bien” el país; también el extranjero, porque “estamos en un mundo cada vez más interrelacionado”; y debe “tener una gran sensibilidad social” y un buen conocimiento de la política y economía.
Y, por último, subrayó que el Perú necesita un mandatario “que sea verdaderamente demócrata, que crea en las instituciones” y que tenga claro que su trabajo “no consiste en perpetuarse en el poder” (Pág.98). Esto en un contexto, donde el entonces presidente Alberto Fujimori se preparaba para su primera reelección tras haber dado el autogolpe del 5 de abril de 1992.
Para las elecciones de 1995 se presentaron 14 candidatos, entre ellos Fujimori. Fue uno de los primeros hipos de postulaciones a la Presidencia en el país. Pero a diferencia de los últimos comicios, donde hubo un alto fraccionamiento del voto, en aquel momento Nueva Mayoría obtuvo la victoria en primera vuelta.
Al ser consultado sobre las múltiples postulaciones, Sagasti dijo que en muchos de estos candidatos existía la esperanza “de que ocurra un fenómeno similar” a lo que sucedió en 1990 con Fujimori.
“Otra es que los requisitos para postular a la presidencia son bastante sencillos y débiles. Una tercera razón es que no hemos logrado todavía articular, en el ámbito de partidos y movimientos independientes, una alternativa sólida. Otro motivo es el desprestigio de todas las instituciones políticas que se estimula desde el gobierno”, sostuvo. Un argumento que tranquilamente también podría haberse usado en las últimas elecciones, donde hubo 18 candidatos y una gran dispersión del voto.
¿Logró el expresidente ser no imprescindible? Sagasti consideró que cumplió con los compromisos que asumió al iniciar su mandato. “Creo que podría decirse que las tareas pueden continuar después que dejé el cargo”, expresó.
El ex jefe de Estado refirió a este Diario que su administración aseguró la provisión de vacunas, dejó organizado un proceso de vacunación, multiplicó en “más de cinco veces” la provisión de oxígeno medicinal y duplicó el número de camas UCI. “Considero que ayudamos a que el gobierno actual pueda enfrentar mejor una eventual tercera ola de contagios […] Hicimos muchas otras cosas que podrían continuar sin nosotros, pero hacerlo es una decisión del nuevo gobierno”, destacó.
No a la reelección
Un año antes de “reflexiones para un presidente”, el entonces consultor del Comité de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo de las Naciones Unidas escribió una columna en “Expreso”, en la que se pronunció en contra de la reelección inmediata, cuando aún no estaba prohibida (y cuando Fujimori ya se perfilaba para competir en 1995, como finalmente lo hizo).
Sagasti Hochhausler consideró que para ser un “buen gobernante” se debe saber “cuándo y cómo dejar el poder”. “Esto es, quizá, lo más difícil de aprender para quien ejerce la máxima autoridad en una nación. La historia demuestra que demasiados mandatarios no han sabido salir bien y a tiempo; por el contrario, han tratado de quedarse más de lo conveniente para el país y para ellos mismos”, remarcó (Pág.100-101).
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Y fue en este artículo que hoy exmandatario alertó que “el poder puede ser como la droga”. ¿La razón? “Se empieza a ejercer poco a poco ―a veces con cierta cautela―, pero se va apoderando de quien lo usa en forma continua y sin contrapesos”. Añadió que en el entorno de un gobernante “nunca falta alguien” que estimule el consumo de la “droga del poder”. ¿Una indirecta a Vladimiro Montesinos? Es probable.
El ex jefe de Estado defiende la alternancia en la primera magistratura, porque “es la única garantía” para evitar que el ejercicio continuo del poder “haga que el gobernante y su entorno pierdan perspectiva, se aíslen progresivamente de aquellos a quienes gobiernan y, finalmente, terminen por sabotear sus propios logros”.
Una advertencia que en la actualidad aún está vigente, sobre todo después de que el secretario general de Perú Libre, Vladimir Cerrón, se haya pronunciado a favor de la “reelección de todo tipo de autoridad”.
La agenda para el bicentenario
¿Cuáles eran las líneas que Sagasti, en el 2011, pedía reforzar para el bicentenario? El hoy expresidente indicó que la “más urgente” era “una reforma del aparato estatal”, porque sin esto no sería posible continuar avanzando en la agenda pendiente. Y puso como ejemplo que en el Ejecutivo la creación de ministerios no ha mejorado la eficacia de este poder del Estado (el gobierno de Alan García había instalado el despacho de Cultura y la administración de Ollanta Humala, que recién empezaba había adelantado la implementación del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social).
“Persisten trabas administrativas y legales para el uso eficiente de recursos, la gestión por resultados es un saludo a la bandera, y la descentralización y la transferencia de competencias y recursos a gobiernos locales y regionales enfrentan serias dificultades”, cuestionó.
Los otros ejes, enarbolados por Sagasti, fueron el “uso sustentable de los recursos naturales”, la reforma de la educación superior, a fin de aumentar las capacidades científicas, tecnológicas y de innovación en el país, y la identidad natural.
“La renuencia a reconocer la diversidad étnica y cultural como un rasgo positivo y creativo se manifiesta en el racismo. La incapacidad de aceptar lógicas de comportamiento diferentes a la dominante genera conflictos y contribuye a la violencia” (Pág. 118-130), refirió sobre este último punto.
En 2013, dos años después de este primer artículo sobre el bicentenario en “Caretas”, Sagasti volvió a escribir sobre el tema y elaboró una tabla, donde presentó “seis temas prioritarios para llegar con bien pie al bicentenario”. A largo plazo en el plano político, planteó una reforma al sistema electoral y el retorno a la bicameralidad (que el anterior Congreso no logró concluir) y la difusión y valoración del informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) (pág. 135-136).
“Creo que muchas de ellas [estas metas] siguen pendientes. Para concretarlas es necesaria una concertación, una capacidad de negociación política que ha estado ausente y no veo en el horizonte”, expresó al ser consultado por El Comercio.
Sagasti, en “Imaginemos un Perú mejor…y hagámoslo realidad”, muestra su particular visión sobre el Perú y las oportunidades perdidas. Su análisis sobre la democracia, el Estado, las reformas pendientes y desigualdad, desde el primer gobierno de Alan García hasta el último tramo de la administración de Humala, tras su Presidencia de “emergencia” de los últimos meses, pasará a la historia.
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