Le comento a Martín que en la aprobación rasante del Congreso (6.2% según encuesta de julio del IEP), en la persistencia del mote de ‘otorongos’ y en las 15 entrevistas de su libro, se percibe un miedo profundo: no queremos que los congresistas se lleven de maravillas porque sino harán más barbaridades de las que ya nos hacen padecer. Estamos más tranquilos cuando los otorongos comen otorongos. Cuando se hacen quecos dan miedo.
“Fuera de que se han ganado su rechazo, hay una cultura anti política. No se les entiende, no se les quiere entender. No se acepta que vayan en alianzas para la mesa directiva, que son legítimas. Se le tilda de ‘repartija’ a la elección de miembros del TC, cuando es normal y constitucional que los partidos lo hagan así”, replica Hidalgo con la serenidad del experto que evita odiar (como la gran mayoría) o perdonarle la vida a su objeto de estudio. La neutralidad perfecta es imposible, pero Martín, por lo menos, garantiza el desprejuicio acercándose a todas las bancadas. Habla no solo con voceros –”ya no sirve hablar solo con portavoces, hay que hablar con facciones y con los independientes dentro de las bancadas”- y logra proyectar votaciones. Me había dicho, casi con certeza, que ganaba la lista presidida por Alejandro Soto y no se equivocó.
¿Y el miedo?
Martín no ha olvidado mi pregunta sobre esta suerte de ‘congresofobia’ que nos abate y el miedo de que se junten todas las bancadas. “Este congreso ya lleva dos años y ha aprendido a negociar y a sobrevivir. Ya se conocen todos, a diferencia de la elección de la primera mesa directiva. Es cierto que hay un riesgo de autoritarismo, de modificar pesos y contrapesos. Hemos encontrado 16 proyectos que buscan intervenir en 8 instituciones del Estado, pero que haya una ‘dictadura congresal’, no, eso es un exceso”.
Hidalgo no pierde la paciencia cuando habla del Congreso, ni siquiera cuando ha seguido sus sesiones de madrugada; pero está molesto y preocupado con él. Cree, según dice en su libro, que este se ha jodido en tres momentos, pero también cree que hay reformas posibles y no pronostica la muerte inexorable de la institución. Uno de los momentos letales, como apunta en su introducción, fue la anulación de la bicameralidad en 1993. Sin embargo, no se le nota entusiasmado con su retorno. Antes de darme su parecer sobre la que Fernando Tuesta llama ‘la madre de todas las reformas’, me cita una respuesta que le dio Diethell Columbus, ex congresista, hoy asesor fujimorista y autor de un libro que coincide en su portada procaz, “¿Por qué estamos tan jodidos? Apuntes sobre reformas político electorales” (2023). ¿Qué le dijo Columbus? “Tienes ‘parlamentarios Orión’, entonces va a ser lo mismo que tengas una, dos, tres cámaras, pancameral, va a ser lo mismo”.
Martín no es tan escéptico respecto de la bicameralidad. Está, digamos, en un punto intermedio entre Tuesta y Columbus. “La bicameralidad sola no te va a resolver nada. Tiene que ir con la reelección en un bloque de reformas que impliquen desde la selección de candidatos”. A propósito del derecho a volver a postular, Hidalgo cree que el segundo momento en el que se jodió el Congreso fue cuando ese derecho se canceló en diciembre del 2018 por el referéndum promovido por Vizcarra. Coincido con mi colega en que Fujimori, Vizcarra y los momentos de ambos, fueron devastadores y ‘desinstitucionalizadores’ del poder legislativo. Ambos gobernaron cosechando popularidad gracias a su enfrentamiento con el Congreso. Castillo intentó hacer lo mismo pero esa vez el pulseo lo ganó el Congreso.
La revancha
La venganza contra aquellos presidentes que lo ajocharon, no permite entender ni siquiera una parte de lo que pasa en el Congreso. Si ese fuese un móvil crucial detrás de sus grandes decisiones, diríamos que la mayoría congresal está llevada por la pasión, que es prima hermana de la ideología. Pero no es así. Se trata de algo peor y ese es el tercer momento, retrospectivo, en que la cosa se jodió para Martín: “Fue cuando, sin transparencia, se incrementaron las remuneraciones y pasaron de S/. 15,600 que se reducen a alrededor de S/. 10 mil neto; y se le sumaron S/.7,600 de asignación congresal y S/. 4 mil de apoyo logístico, más otros conceptos”, Martin termina el recuento con un ‘ya pues’ y una mueca que da a entender que el interés de mantener la curul con esas gollorías, se sobrepone a pasiones e ideologías.
En efecto, el abandono de la causa del adelanto de elecciones, tiene su multipartidaria explicación principal en ese afán de mantener el puesto. La confluencia, en la misma mesa, de la derecha con Perú Libre, también tiene ese afán. La lista que perdió proponía una combinación igual o más forzada: el acciopopulista Luis Aragón, comprendido en la ampliación de la investigación a los ‘Niños’ presidía, mientras Edgar Raymundo, de Cambio Democrático Juntos Por el Perú, postulaba como primer vicepresidente. O sea, los ‘Niños’ cuoteros investigados por hacer tratos oscuros con Castillo postularon con la izquierda que se autopercibe la reserva moral del parlamento.
El afán de mantener el status sigue siendo, para Martín y para una gran mayoría, una explicación más persuasiva que cualquier teoría conspirativa de porqué se tiró por la borda el adelanto de elecciones. Hidalgo, incluso, ha comprobado que los ingresos de muchos congresistas han aumentado considerablemente, en comparación a lo que consignaron en su declaración jurada de candidatos. Sin embargo, a pesar de estos apuntes crematísticos, los arrebatos ideológicos no están en absoluto descartados. Los acabamos de ver en la elección de la mesa. Tampoco está desterrado el humor. “¿Sabes cómo le dicen a Edward Málaga?”, me pregunta Martín. ‘Nooo, ¿cóoomo?’, sigo el juego. “Camote”. ‘¿Por quéeee?’. “Porque es morado por fuera y naranja por dentro”.
Valga este chiste, a expensas del buen Málaga, para comprobar que las ‘anti etiquetas’ como ‘caviar’ o ‘fujimorista’ siguen siendo las principales armas de debate político en el Congreso. También hay congresistas con ‘cosas importantes que decir’ cómo le llama Martín a su selección de 14 parlamentarios de varios periodos (Víctor Andrés ‘Vitocho’ García Belaúnde, Mauricio Mulder, Diethell Columbus, Arón Espinoza, Daniel Mora, Mirtha Vásquez, Gino Costa, Óscar Urviola, Marisol Pérez Tello, Humberto Lay, Fabiola Morales, Ana María Solórzano, Diana Gonzales y Kelly Portalatino), más un ex oficial mayor de larga experiencia, José Cevasco. Por cierto, Cevasco, preguntado por si ahora hay más corrupción que antes, dijo que una diferencia sustancial es que “ahora hay internet”. Quiso decir que ‘mochasueldos’ y sinvergüenzas que trafican influencias y cobran coimas a alcaldes para ayudarlos a gestionar sus proyectos con los ministerios, ha habido de larga data; pero hoy la vigilancia digital, el WhastApp, la bancarización, dejan trazos de las pillerías que antes se hacían en el secreto total. No es que haya más casos de corrupción real, sino más casos de corrupción descubierta, probada y procesada.
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El multifacético Víctor Andrés ‘Vitocho’ García Belaunde (político acciopopulista de toda la vida, empresario e historiador autodidacta) coincide con Arón Espinoza (principal líder de Podemos luego de José Luna, padre e hijo; y empresario con fortuna), en señalar que hemos llegado a tal extremo que debiera preferirse la elección de parlamentarios con solvencia económica. De esa forma, no serían tentados de corromperse, mochar sueldos o atornillarse en sus curules. Pero no se puede limitar la representación democrática con esa condición y ellos lo saben perfectamente; pero lanzan su propuesta para hacer visible un síntoma de la descomposición congresal.
Si persisten las razones por las que el Congreso se jodió (y algunas se han acentuado), entonces, en la lógica del libro de Hidalgo, el próximo periodo será igual o peor. Pero, en su introducción que es, a la vez, un esbozo de conclusiones, cede a la ilusión de reformas que podrían contrarrestar las tendencias adversas. ¿Quién las llevaría a cabo? La propia e irredenta mayoría congresal. El autor no pierde la esperanza.