Cada elección (y candidatura presidencial) trae consigo una sobreoferta de propuestas. Usualmente, además, una importante cuota de preocupación, no poca desesperanza y un debate intenso entre los escépticos votantes sobre cuál es la mejor alternativa para lograr que el país progrese. O, con más realismo, la menos mala para que no retroceda, como ha ocurrido históricamente.
Ejemplos sobran: grandes transformaciones con balones de gas a precio ganga. Cambios responsables (esta vez sí) vacunados contra la hiperinflación. Tumbarse a la maldita Sunat y –en versión actualizada– desmantelar al burocrático SNIP. Crear o eliminar ministerios sin mayor análisis. Agua sí, oro no y acuicultura para el desarrollo. Militares a las calles para combatir la inseguridad ciudadana o quizá solo la percepción sobre su existencia. Chavismo, lulismo, capitalismo. O, cómo no recordarlo, honradez, tecnología y trabajo.
Con suerte, los candidatos (decir partidos en estos tiempos implica un sentido literal del adjetivo) plasman en sus planes de gobierno y ofertas electorales una visión de Estado: la hoja de ruta y modelo por el cual pretenden alcanzar sus objetivos (asumiendo, claro está, que los tengan). Y si no es fácil detectar en dichos planes o promesas un modelo, los electores deberemos inferir cuál de ellos viene representado en cada candidatura y si este se ajusta a nuestros intereses y convicciones.
Las disyuntivas que se plantean muchas veces son importantes y generan un intenso debate. ¿Creemos que es necesario crecer para incluir o incluir para crecer? ¿En la inversión privada o intervención estatal en la economía?
Los medios de comunicación y las personas que trabajamos en estos, por supuesto, tenemos derecho a tomar posición ante tales disyuntivas. Sin embargo, los medios no debemos manipular el proceso de toma de decisiones de los ciudadanos en relación con las opciones que se les presentan en cada elección. Debemos evitar que simpatías, antipatías, creencias, valores, sesgos y preferencias políticas se camuflen dentro de la pauta informativa. En todo caso, debemos procurar ser absolutamente transparentes sobre dichas preferencias y la manera en la que estas se manifiestan al público para no hacer pasar como neutral una cobertura que ha tomado partido por determinada postura u opción.
Por supuesto, esto no quiere decir que no deba confrontarse a todos los candidatos con denuncias, hechos y argumentos cada vez que sea necesario, especialmente cuando la verdad parezca enflaquecer, lo que no es infrecuente en tiempos electorales. Para cumplir con esta función, El Comercio ha preparado una serie de actividades y secciones que hemos presentado y descrito en estas páginas.
Lo que queremos subrayar, –y a lo que nos comprometemos con aún más énfasis en época de elecciones– es que las opiniones de este Diario y las de sus periodistas y colaboradores se reflejarán respectivamente en sus editoriales y columnas de opinión y no dentro de sus secciones informativas. Cuando decimos Tú Decides, lo decimos en serio.