El triunfo de Javier Milei en Argentina excitó a varios derechistas nacionales que viajaron a Buenos Aires a tomarse selfies desmelenados. Patricia Chirinos, Alejandro Cavero, Norma Yarrow y Alejandro Muñante, entre otras variantes de la derecha local, desfilaron por allí. ‘Nano’ Guerra García, que en paz descanse y que venía de la izquierda, dijo que la ecuación para el 2026 es “Fujimori = dos Bukele y un Milei”. Bukele también viene de la izquierda pero su éxito primero como empresario y, ya de presidente, como ejecutor de un espectacular plan contra el crimen, lo hace percibir como un derechista de facto.
Primer apunte a favor de la derecha: para una población ávida de orden y seguridad, si es con mano dura mejor; la derecha es la voz. O la Vox, que ese fue el partido de extrema derecha español que sirvió de referente y apoyo durante el enfrentamiento con el ‘comunista’ Pedro Castillo. Ahora no hay que ir a Madrid a buscar al ‘Foro de Sao Paulo y Grupo de Puebla’ de derecha; Buenos Aires está más cerca y los aficionados a Donald Trump ya se sienten de vuelta en Washington. La persistencia del Partido Demócrata en la reelección de un deteriorado Joe Biden se percibe, para remate, como la cansina resignación de la izquierda, o del progresismo si prefieren, a perder ante el brío populista y agresivo de la derecha.
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“Hay un desplazamiento mundial hacia la derecha” me dice el politólogo y político de izquierda Alberto Adrianzén. Le pido hablar de nuestras peculiaridades. Antes de que me responda, le leo las evidencias en cifras. En la encuesta de mayo del IEP, al preguntar a los sondeados por su identificación ideológica, se obtuvieron estos resultados, eliminando a los indecisos: 36% de derecha, 35% de centro y 30% de izquierda. Si se cruza esta variable ideológica con los que dicen estar muy interesados en política, la diferencia se agranda: 25% para la izquierda, 33% para el centro y nada menos que 44% para la derecha. Ser de derecha, dicho explícitamente o insinuado, es tan ‘trending topic’ que, al revés de lo que ocurría una década atrás cuando Dionisio Romero Seminario, el patriarca del BCP, se autodefinió de centroizquierda; hoy pre candidatos que uno ubicaba con un pie en la izquierda, ahora se dicen, al menos, bien parados en el centro.
Como ejemplo, pongamos a Antauro Humala. Según me cuenta una fuente ‘antaurista’, su líder evita sistemáticamente autodefinirse de izquierda o derecha, ni siquiera de centro; prefiere reivindicar su ‘tercera’ línea etnocacerista nacionalista donde no todo sería estatal sino que habría espacios para el empresariado nacional. Recordemos que Antauro despertó la curiosidad y hasta simpatía del derechista Rafael López Aliaga (así se le percibe aunque evite autodefinirse como tal), que le envió un libro suyo autografiado cuando estaba en prisión. Mi fuente me contó que Humala, en los viajes proselitistas que hace a pesar de su inhabilitación para candidatear, se reúne con empresarios locales que no tienen ninguna identificación con la izquierda. Y no nos sorprendamos de que Antauro u otros líderes inhabilitados o habilitados, acaten la tendencia y empiecen a adornar sus discursos y relatos con amigos, hazañas y anécdotas derechistas en sus vidas.
Carlos Álvarez, recién afiliado al partido País Para Todos como primer paso para una candidatura presidencial que se resiste a confirmar, ha lanzado un video en el que dice que es de izquierda para unas algunas cosas y de derecha para combatir la inseguridad. La asociación de la derecha con el orden, enervada en la figura de Bukele y en las posiciones anti migrantes de Trump y la derecha europea; serán claves en la campaña. Hernando de Soto que, en una entrevista, me confirmó su voluntad de afiliarse y postular a la presidencia a través del partido Progresemos, si se dan las condiciones que espera se den; evita hablar de izquierda o derecha. Esas indefiniciones centrípetas, podrían desplazarse, en la campaña, algunas hacia la izquierda y algunas más, si se reafirma puntera en las encuestas, hacia la derecha.
El centro tugurizado
Alberto Adrianzén me dice, por fin, cuáles son algunas peculiaridades peruanas del desplazamiento universal hacia la derecha: “No hay una polarización política como hoy existe en Venezuela, Brasil, Colombia, Bolivia, Ecuador, Chile. Lo que hay son polarizaciones segmentadas, es decir de pequeños grupos que son magnificados mediáticamente. Estos pequeños grupos no representan políticamente a la gente sino que actúan sin tomar en cuenta la realidad, la correlación de fuerzas, etc.; es decir, a su mejor parecer. Por eso, como decía mi madre, pueden hacer de su capa un sayo y de su cabeza un papagayo”. Cuando le pido ejemplos, Beto me dice, “lo de la JNJ, lo de Harvey Colchado, ¿dónde se ha visto tumbar la puerta de una presidenta?”.
Ante este panorama, es difícil precisar un centro. “El centro no es una posición, es una ubicación” sigue Beto, “donde se colocan los que no saben qué decir, no saben dónde estar”. En efecto, en este periodo de frenéticas afiliaciones antes del 12 de julio cuando se cierre el plazo para inscribirse en partidos y poder postular, varios partidos se ofrecen como alternativas centristas ante sus posibles jales. La centro derecha que fue el eje del llamado ‘Bloque Democrático’ (luego ‘Bloque País’) que bregó para vacar a Castillo, está muy activa disputando jales que incluyen a variopintos candidatos. Se pensaría que APP, por su génesis centrista, es más atractivo que otros; pero Renovación Popular y Avanza País están tentando a varios personajes conocidos. RP, por ejemplo, conversó con el congresista ex morado, Edward Málaga. Aunque la derecha peruana está dominada por un conservadurismo religioso en el que conviven católicos y evangélicos, tiene espacio para un acotado liberalismo.
Otras peculiaridades de la derecha tienen que ver con un trauma reciente y una protagonista vigente. Tras tres derrotas seguidas en segunda vuelta, la posibilidad de una cuarta postulación de Keiko Fujimori, mantiene a Fuerza Popular en una cómoda soledad. No busca aliados, no pierde cuadros (es la bancada más sólida) y no busca presidir el Congreso para no excitar a su antivoto antes de tiempo. El trauma de ‘Keiko pierde ante cualquiera en segunda vuelta’ va a ser crucial para armar alianzas de derecha que conjuren ese escenario. López Aliaga, por ejemplo, ha hecho público que buscaría alianzas con Carlos Neuhaus (presidente del PPC) o Carlos Añaños (pre candidato que se desafilió de Avanza País para afiliarse al flamante partido Perú Moderno). Este último, por el contrario, ha abierto su abanico de contactos conversando con líderes que incluyen la centro izquierda.
Las noticias de líderes y aspirantes presidenciales hablando de alianzas en la derecha y el centro preceden, en esta campaña, a noticias similares en la izquierda. He ahí otro indicador de un desplazamiento derechista. Por ejemplo, veamos qué pasa en el Congreso. La izquierda devastada por Castillo, no deja entrever su actividad antes del 12 de julio. Perú Libre ha sufrido varias deserciones en los últimos meses (los renucniantes se guardan sus cálculos electorales) y el Bloque Magisterial se agota en su ocupación parlamentaria y en recomposiciones de bancada sin eco partidario. En Cambio Democrático se percibe más futuro, aunque en partidos diferentes: Roberto Sánchez, de JPP, promueve prematuramente su cercanía al impredecible Antauro; Susel Paredes, afiliada a Primero la Gente, ve alterar (o replantear) su plan de aspirante presidencial con el ingreso del grupo Lo Justo a ese partido; mientras Sigrid Bazán y Ruth Luque continúan en Nuevo Perú Por el Buen Vivir (flamante inscrito) esperando que Verónika Mendoza se decida a tomar las riendas del partido. Acaban de anunciar, por cierto, un ‘tinkuy’ (reunión en quechua) para buscar alianzas de izquierda.
En verdad, la derecha está dividida como su polo ideológico opuesto; pero la diferencia a favor en las encuestas, el trauma castillista que pesa sobre la izquierda, y su asociación con el combate a la inseguridad; le dará ventajas si es que sabe proyectar sus candidaturas allí donde se recele de su tufo limeño.