Luis Bedoya Reyes: "Ninguno de los dos dejará gobernar al otro"
Fernando Vivas

mira con cachita, como preguntando: ¿No han visto un viejo de 97, con buena memoria –la RAM y la antigua–, que camina, ve y oye sin disfuerzo? La verdad, no; pero quiero ponderarlo por sus virtudes sin fecha, sin reparar en la proeza cardiovascular de su longevidad. Saborear las palabras con las que reclama debate nacional hondo y virtudes de conciliación que se hacen trizas en la campaña. Sonreír ante las reprimendas que lanza a su propia criatura política, el PPC, y que ratifican su autoridad para hablar de los demás. Y ya no lamentarme por cortar las remembranzas históricas que me regaló en esta charla, porque este 23 se presenta “La palabra del Tucán”, libro de Harold Forsyth basado en conversaciones que tuvo con él, y luego –¡qué buena noticia!– el Congreso publicará 600 páginas de memorias de su puño y letra.

—De todas las elecciones que ha visto y ha vivido, ¿esta es intensa, aburrida, impredecible?
Primera vez en que se complica tanto el escenario en razón de una competencia cruel entre solo dos que han empezado por no respetarse [...]. Sus medidas son inmediatistas, de problemas ya conocidos, una lista de plaza, pero que no se sabe cómo engarzan en un porvenir de Perú.

—¿No será que los candidatos se ajustan al pragmatismo que impera en la población?
Quien sufre quiere que le resuelvan el problema inmediato, pero el estadista tiene que estar por encima de las circunstancias porque es quien dirige el camino en función del tiempo y no del momento.

—¿Esa visión de estadista la tiene su candidato Alan García?
En el primer gobierno estaba en la luna, batió récord de inflación. En el segundo gobierno vino con el lustre de 10 años que había pasado en Francia, donde hasta por ósmosis se aprende política. El ‘gordo’ agarró línea en su segundo gobierno.

—¿Le entusiasmó la idea de la Alianza Popular?
En ese momento, ya no estábamos pensando, simplemente estábamos actuando. Nada calculado. Tampoco intervine yo, solo en la ceremonia. El juego de los factores confundió un poco. PPK nos había dejado plantados. Vino una buena propuesta del Apra invocando el hecho de que éramos dos partidos con historial conocido y, en consecuencia, con conducta predecible. Lourdes Flores decidió, más que nadie, aproximarse a Alan García.

—¿Usted respaldó esa iniciativa de Lourdes?
Era vencimiento de plazo, la letra se vence y hay que pagar. Lourdes había asumido responsabilidad porque era una de las partes en el conflicto con Raúl Castro.

— Los apristas recordaban su gesto al permitir que Haya de la Torre presida la Asamblea Constituyente en 1979.
Yo dije: “Haya no tiene el voto de nadie. [...]. No nos cae simpático, pero ha entregado su vida a una causa. Si alguien tiene un historial de honestidad y consecuencia, es Haya. Con el Apra sí podemos tentar un esfuerzo de Constitución y podemos hacer justicia con el hombre que ha obtenido la primera votación. Finalmente, este hombre ya está viejo, nunca ha asumido un cargo público, nunca le ha sido ofrecido, nunca ha podido decir sí porque no lo dejaron decir siquiera no; es un acto de justicia”. […] Dicen que a Haya se le saltaron unos lagrimones pensando que iba a ser presidente de un poder del Estado, del poder de poderes, consagración política de su vida.

—En los 90 fue parte de Fredemo y se opuso a Fujimori. ¿Eso lo condiciona ante Keiko y lo acerca a PPK?
No. Creo que los dos son candidatos auténticos dentro de sus respectivas características. PPK es un hombre de Estado con buen conocimiento de muchos temas técnicos, sobre todo lo económico financiero. Pero es un hombre que no tiene comunicación con el pueblo. PPK ha pensado que la superioridad que desde el punto de vista técnico tiene sobre su competidora lo colocaba en una posición privilegiada. Se equivoca. Nuestro pueblo no cree en tecnicismos.

¿Qué activos tiene su competidora?
En los últimos cinco años ha recorrido a pie el país. Se ha dado a conocer como hizo su padre. [...] Es la amiga a quien conocen porque le han tocado parte del traje. En consecuencia, no es una persona cuyo nombre oyen pero a quien desconocen, como suele pasar con los políticos.

—¿Ve alguna diferencia entre ella y su padre, más allá de los cargos de corrupción y autoritarismo?
No, no. Es evidente que durante los últimos cinco años su soporte popular tiene que haber sido lo que su padre tenía antes. Lo demás es un infantilismo. Ahora, su coraje consiste en ver cómo reivindica el nombre de la familia.

—¿Cómo lo reivindica o cómo lo limpia?
Simplemente, hacer lo posible para que la gente morigere el escándalo. Hay mucha gente que no entiende nada de eso. [Alberto Fujimori] fue el presidente que los visitó, que les asignó una partida en virtud de la que se hizo el puente o se construyó una escuelita.

—Y hay otra parte del país que dice que tuvo algunas virtudes pero se corrompió.
A la inversa de eso, tiene los casos de los hombres o candidatos de gran calidad que se quedan vestidos. Pérez de Cuéllar era una personalidad internacional, ¿a José Luis Bustamante y Rivero lo siguieron frente al Apra?

—¿Es posible que Keiko Fujimori tenga una vocación autoritaria heredada?
Estamos olvidando que la prensa tiene un poder mayor que cualquier partido político, y en la defensa de la democracia y la dignidad nacional, es unívoca. Nada de lo que pueda ocurrir será silenciado, será combatido. Lo vemos precisamente en el caso de Ollanta Humala.

—¿Humala lo decepcionó?
Cumplió la promesa de abandonar su chavismo. Eso indica algo más: que sus seguidores no entendían en qué consistía la ruta. Es un hombre con una personalidad singular. Tiene algo así como el silencio administrado de la milicia, de los hombres uniformados que hablan en clave. [...] Para mí, la pareja matrimonial en el gobierno sufrió una frustración muy grande cuando se evidenció que la señora no pasaba como candidata.

—Tenemos mayoría fujimorista en el Congreso. Usted recordaba los antecedentes del Apra en el 45 y aliado a Odría en el 63 y la idea del gran poder sin responsabilidad. ¿Cree que el fujimorismo desarrolle algo así?
No, si hay algo próximo a la tierra, es Kenji: gente que tiene un razonamiento común, con gran sensibilidad para algunas cosas y con gran distancia para otras. Este es el Perú y, por desgracia, este es el Perú que entiende el Perú. Por eso, cuántas personalidades han desfilado. ¿Alguien recuerda a Hernando de Lavalle? Nadie. Pero sí recuerdan a Odría. El intelectual, el maestro no impacta. Impacta el otro, el pegajoso, el que toma su trago con butifarra.

—¿Este fujimorismo cercano a la tierra va a saber manejarse, en caso de que no ganara, en los límites del Congreso?
Es la pregunta clave. Me preocupa el Perú si PPK gana porque no podrá gobernar. Por eso recordé los casos del 45 con Bustamante y del 63 con Belaunde: las grietas de rivalidad y odio que deja la campaña son gravísimas y el Perú vive un instante extremadamente delicado. Yo creo que ninguno de los dos va a dejar gobernar al otro: si bien es cierto que Keiko va a tener la fuerza del Parlamento, a PPK lo va a heredar la prensa libre. Lo que vamos a tener va a ser una guerra civil no declarada, desde el punto de vista del toma y daca, durante 5 años más.

—Usted no dice a favor de quién está. ¿Y el PPC?
Le dije que antes tenemos que resolver un problema interno [Ríe]. Déjeme poner los pañales y después hablaremos. Hay gente que actúa con mentalidad de criatura. No controla ni su pila [Ríe].

—¿Va a votar o por su edad va a hacer uso del voto facultativo?
En el caso de que, por ejemplo, los directores de los tres periódicos más importantes pidan conversar con los dos candidatos, para la reflexión correspondiente, o que uno de ellos, ¡milagro sería!, declare que si el otro gana lo va a ayudar, voto por los dos, aunque se anule el voto.

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