Antes de ser objeto de culto de los ‘barnechéveres’, de llenar plazas y ser levantado en hombros; Alfredo Barnechea había ingresado a una serena madurez. Vivía de disertaciones, consultas y asesorías (según su hoja de vida presentada al JNE, hasta el año pasado fue asesor del grupo español Prisa, de Sacyr Perú y Sacyr España, y de la constructora de terminales portuarios Grup Maritim TCB).
Al sexagenario Alfredo, el Perú le daba vueltas como reto intelectual y relato conflictuado; antes que como desafío presidencial. En el 2011 publicó su último libro, “Perú, país de metal y de melancolía”, suerte de ensayo-memoria de sus encuentros con grandes personajes que jalonan la historia de la región. El verso –‘¡Oh, pequeña morena de delgada cintura, oh Perú de metal y melancolía!’– que García Lorca dedicó a una amiga peruana sirvió a AB para marcar el tono pesaroso, pero penetrante y con brío intelectual, de sus reflexiones.
Mario Vargas Llosa, Haya de la Torre, Fernando Belaunde, Javier Pérez de Cuéllar, para solo mencionar a los nacionales, son los personajes que suelen figurar en el ‘name-dropping’ de Barnechea, un coleccionista de evocaciones de hombres y de sus frases célebres. Y de libros. Su envidiable biblioteca valorizada en US$450.000 (también consta en su hoja de vida en el JNE) fue una de las escogidas por Ingrid Yrivarren en su antología “Paraísos del saber” (Telefónica, 2015). Pero Alfredo no estaba retirado en esa torre de papel; estaba preparando un espectacular lampazo.
Primer contacto
Barnechea tuvo su primera aparición estelar hace 39 años, en 1977. No fue en la escena política sino en un set más espectacular: la pantalla dominical en plena dictadura de Francisco Morales Bermúdez. Su programa, “Contacto directo”, fue una bocanada de aire fresco ante el asfixiante parametraje militar. Su amistad con Remigio Morales Bermúdez, hijo del dictador, explica esta concesión libertaria a la que Barnechea supo sacarle filo: se estrenó con una entrevista al presidente venezolano Carlos Andrés Pérez y le siguió una polémica entre Luis Bedoya Reyes y Héctor Cornejo Chávez que tuvo en vilo al país.
El conductor se convirtió en estrella de la transición a la democracia. Y hubiera seguido titilando en la TV, un paso por delante de las nuevas figuras que aparecieron inmediatamente detrás de él (César Hildebrandt, Fernando Ampuero, Ricardo Belmont), si no fuera por el llamado de la selva política.
No vino de Acción Popular (para eso falta mucho), sino del Apra. En 1979, AB se afilió al partido de Haya de la Torre, quien le concedió su última entrevista en “Contacto directo”. Recién enrolado al partido, no estuvo en la lista parlamentaria a las elecciones de 1980. Se guardó para una misión más audaz: candidatear para ser el primer alcalde aprista de Lima en 1983. No lo logró, fue vencido por el izquierdista Alfonso Barrantes.
A pesar de la derrota, 1983 fue un año crucial en la vida de Alfredo Barnechea. Pocas semanas antes de las elecciones, se casó con Claudia Ganoza, hija de Marcela Temple, entonces esposa de Javier Pérez de Cuéllar. La boda saltó de las páginas sociales a portadas y noticieros. En el Apra, que todavía tenía aroma de tumulto y catacumba, hubo quienes se resintieron por esa publicidad principesca.
Tras la derrota y el matrimonio con su mujer de toda la vida –a Claudia se la ve a su lado en la campaña–, Barnechea renovó su compromiso aprista. Como tal, fue opositor al gobierno de Belaunde. En 1985, Alfredo ingresó al Parlamento como diputado aprista, pero la fiesta duró solo un par de temporadas. Su militancia y su amistad con Alan García no soportaron su discrepancia con el plan de estatizar la banca. Otro de sus amigos notables, Mario Vargas Llosa, lideró la oposición antiestatista, y él estaba más cerca del talante liberal vargasllosista.
Barnechea tomó distancia de la bancada aprista y se desafilió del partido en 1988. Por supuesto, apoyó la aventura de Vargas Llosa. Se enroló en Libertad, el núcleo del escritor en el Fredemo, y respaldó a viva voz la candidatura libertaria.
Tras la derrota, Barnechea fue parte de la diáspora liberal. Volvió en 1993, con un programa de corta duración, “En directo”. Su reportera estrella fue Anel Townsend. No lo volvimos a ver en la TV hasta 1997, en el noticiero “Enlace global” de Canal 13, de claro corte opositor. Consta su rechazo a las tropelías del fujimontesinismo, aunque no se lo vio en la primera línea de la resistencia anticorrupción.
Segundo contacto
Durante la transición de Paniagua y los gobiernos de Toledo y García, Barnechea estuvo lejos de la política local. Sus asesorías lo acercaron a otros líderes del continente. Fue, además, director de relaciones externas del BID –la misma banca internacional donde han trabajado Julio Guzmán y Mercedes Aráoz– entre el 2005 y el 2008.
Cuentan fuentes apristas que en el 2010 fue parte de la comitiva que acompañó al presidente Alan García a Colombia, a la toma de mando de Juan Manuel Santos. Allí conversó con García sobre la posibilidad de ser candidato del Apra en el 2011. García le habría dicho que tenía que buscar adhesiones dentro del partido. Cuentan que habló con Javier Velásquez Quesquén, otro posible candidato, para proponerle que este fuera en su plancha como primer vicepresidente. Su afán no tuvo suficiente eco y la candidata del partido resultó ser Mercedes Aráoz.
En el 2012, en el centenario de Fernando Belaunde, Barnechea dio un docto discurso y fue invitado por Javier Alva Orlandini, líder histórico de Acción Popular, a unirse a sus filas. El resto es historia reciente y conocida. Alfredo se tomó su tiempo de reflexión, antes de postular en las elecciones internas de AP.
He aquí un buen intelectual con vocación política y sentido de la oportunidad histórica, mucho antes que un líder de masas. Alfredo llegó a la pantalla en una coyuntura de transición y su fama televisiva lo hizo entrar por la puerta grande a un partido que le hubiera reclamado más tiempo y sacrificios a cualquier otro militante.
Hoy repite el plato con el segundo partido más longevo del país. Como su historia es larga, pero la memoria nacional es corta, tiene un aura de ‘outsider’ reformista, arropado en citas de un mítico Belaunde. Exhibe una académica arrogancia al contestar, pero eso lo irá corrigiendo en el ‘media training’ ‘en tiempo real’ de la campaña.
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— Política El Comercio (@Politica_ECpe) 14 de marzo de 2016