‘Kambio’ es la palabra que más repite Pedro Pablo Kuczynski. Algunas cosas, en efecto, han cambiado en la actual campaña: en lugar de apostar por un entusiasta voto juvenil, ahora persigue el difícil voto popular. En los últimos días se lo ha visto recorriendo mercados en Villa el Salvador, paseando en una bolichera de Agua Dulce, caminando por los vericuetos de Gamarra, desayunando en San Juan de Lurigancho. Pero el esfuerzo choca con el disfuerzo: a PPK le cuesta hablarle al pueblo desde su posición de tecnócrata. Se desenvuelve con absoluta normalidad cuando discute sobre la tasa del ‘drawback’ o sobre el precio del cobre que proyecta China, pero modula la voz cuando discute el alza del pollo con la casera. “Estamos yendo al Callao para ver con nuestros propios ojos los problemas de inseguridad que hay”, dijo PPK en un video subido días atrás a Twitter, como si hablara de ir a un safari en la jungla trepado en una Land Rover. El riesgo es que en estas elecciones la presa fácil puede terminar siendo él mismo.
“Tengo mucha experiencia en la vida política del Perú, pero nunca he sido un político”, dijo PPK en una entrevista a una revista local antes de que comenzara la campaña. Esta declaración refuerza la ambigüedad que proyecta el ex primer ministro: dice no pertenecer a la política tradicional, pero se comporta como un político de toda la vida. En un pasaje de El pez en el agua, Mario Vargas Llosa recuerda que en un respiro de su campaña para las elecciones de 1990 viajó a Brasil para visitar al recién electo Fernando Collor de Mello; al escritor lo acompañó su amigo Pedro Pablo Kuczynski, que acaparó toda la conversación con el brasileño. “El talento de Pedro Pablo en materias económicas es muy grande (también haciendo jogging y tocando piano, flauta y laúd y contando chistes); pero su vanidad lo es aún más”, escribió Vargas Llosa. La actual campaña de PPK confirma todo ello, aunque nunca se le ha escuchado contar un buen chiste.
Kuczynski nació en octubre de 1938; las sabias efemérides recuerdan que unos días después Orson Welles leyó La guerra de los mundos en la radio. A estas alturas de la campaña, y ocupando un digno pero inseguro segundo lugar en las encuestas, quizá PPK podría intentar algo nuevo: mostrar la versión original de sí mismo, la del tecnócrata que a la tercera edad quiere ser gerente del país. Todo lo demás es ciencia ficción.