(Foto: El Comercio)
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Jaime de Althaus

Cuando por fin los altos gremios empresariales decidieron asumir su rol dirigente en la sociedad, las declaraciones de Barata llegaron para desacreditar esa iniciativa y reforzar la tendencia a la conducta pública pasiva del empresariado.

Quizá Jorge Basadre haya sido quien con más claridad hizo ver que la élite empresarial peruana, a diferencia de la chilena por ejemplo, nunca se identificó plenamente con el destino del país. Era clase dominante pero no dirigente. Durante el velascato parte de ella fue decapitada y el resto vendió su alma a un proteccionismo facilista que, a cambio de ceder porciones de propiedad a los trabajadores, le prometía ilusorios ingresos rentistas. Pero la hiperinflación de fines de los 80 terminó con la fantasía socialista.

La eliminación del proteccionismo, de las licencias, controles y subsidios, y el restablecimiento de la libre competencia devolvieron a los empresarios su dignidad de hombres de empresa que compiten no por los favores del Estado sino del consumidor. Pero ello no se manifestó en una participación abierta en la discusión nacional. La idea de influir tras bambalinas se mantuvo.

Por eso, cuando a comienzos del 2010, mucho antes de las elecciones del 2011, la , presidida por Ricardo Briceño, lanzó una campaña integral de comunicación llamada “En defensa de la economía de mercado”, Jorge Basadre debe haber estado aplaudiendo. Por fin expresaba un compromiso con el país y con la difusión de las ideas que hacen posible el desarrollo. El país había crecido como nunca en los últimos 18 años, pero desde el 2008 distintos grupos de izquierda del Perú formaron la Coordinadora Política y Social que, junto con el movimiento Cumbre de los Pueblos auspiciado por Evo Morales y Hugo Chávez, lanzó una ofensiva radical que propulsó el número de conflictos sociales registrados por la Defensoría del Pueblo de 78 a comienzos del 2008 a ¡273 en junio del 2009!, cuando culminaron en el fatídico ‘baguazo’ en el que murieron 24 policías y 9 nativos. La mencionada coordinadora proclamaba el cambio de Constitución y del modelo económico y el fin de la actividad extractiva.

Hay que agradecer entonces a la Confiep que se haya decidido a lanzar esa campaña, que incluyó videos para la televisión sobre la minería responsable, la pequeña empresa, la industria que compite, la modernización de la agricultura, las interrelaciones del turismo, etc.; tres campañas radiales (“Todos somos empresarios”, “Los grandes cambios” y “El modelo funciona”), así como la rearticulación y potenciación de las cámaras de comercio de provincias realizando congresos y diálogos en varias regiones y llevando a Nano Guerra García a grandes audiencias con su mensaje emprendedor de que hay que crear riqueza para eliminar la pobreza.

Esperemos que la difamación que se ha hecho de esta campaña no termine de inhibir a los gremios empresariales, que más bien están todavía muy lejos del papel que desempeñan dirigencias empresariales de países como Chile y Colombia, donde financian ‘think tanks’ que hacen propuestas de política y realizan campañas de ideas. Ese debería ser el siguiente paso de la Confiep.

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