Aparentemente huérfano de asesores y consejeros y sobradamente rodeado de voceros que tampoco saben a dónde va el Gobierno, el presidente rechaza oír opiniones que no sean las que a él le gusten. (Foto: Sepres)
Aparentemente huérfano de asesores y consejeros y sobradamente rodeado de voceros que tampoco saben a dónde va el Gobierno, el presidente rechaza oír opiniones que no sean las que a él le gusten. (Foto: Sepres)
Juan Paredes Castro

ha pasado, en poco más de un año, de gobernar con un Gabinete negado a los cambios y con un partido negado a la organización, a gobernar, en la práctica, con un antigabinete y con un antipartido, lo que pone al país en el riesgo permanente del desgobierno.

Antigabinete y antipartido. Las dos caras de una misma medalla: la antipolítica.

Esto explica la desconexión gubernamental casi total de los últimos días. Un presidente que sale a dar un mensaje a la nación diciendo que no puede negociar con los maestros en huelga porque la organización de estos está infiltrada de violentistas. Una ministra de Educación que desoye la advertencia del presidente y del ministro del Interior, Carlos Basombrío, y se atreve a buscar el diálogo con los dirigentes de la huelga al margen de que estos resultasen finalmente comprometidos con el terrorismo. Y una bancada parlamentaria oficialista, la de Peruanos por el Kambio, que no ata ni desata en su afán de darle rumbo al Gobierno porque ella misma no lo tiene para sí ni para el partido que supuestamente representa.

Aparentemente huérfano de asesores y consejeros y sobradamente rodeado de voceros que tampoco saben a dónde va el Gobierno, el presidente rechaza oír opiniones que no sean las que a él le gusten y sugerencias como la de hacer cambios en su Consejo de Ministros, porque considera a este insustituible. Kuczynski prefiere ser el pararrayos de su Gabinete que convertir a su Gabinete, como debiera ser, y no gratuitamente por cierto, en el pararrayos del presidente. Los electos e irrenunciables parecen ser los ministros y no el presidente.

Así y todo, los buenos consejos no faltan, como el del politólogo Carlos Meléndez, que invita a Kuczynski, siguiendo el ejemplo del presidente argentino Mauricio Macri, a salir de su aislamiento político tendiendo puentes y coaliciones y, de cara a su crisis interna, a reconstruir y relanzar, en lo que queda, su partido, Peruanos por el Kambio. Lo malo no está en que mucha gente, incluida la lideresa de Fuerza Popular, Keiko Fujimori, y el economista Hernando de Soto, quiera decirle al presidente lo que debe hacer. Lo malo es que quienes creen y dicen que gobiernan con él, como ministros, asesores y voceros, no saben qué es lo que él debería hacer para darle gobernabilidad al país. Y no lo saben porque todos ellos ignoran a qué estructura pertenecen: si a la gubernamental, si a la legislativa, si a la partidaria, si a la amical, si a la independiente, si a la tecnocrática, o si a la del solo aprovechamiento del poder.

Esto hace del aislamiento del presidente un entrampamiento político grave.

La clase política y los electores estamos advertidos. Al momento de gobernar suele probarse con más certidumbre si un presidente tiene o no tiene partido. Si ganó las elecciones sin partido o con algo solo parecido a este tendrá que apelar a coaliciones a la hora de gobernar, como Macron en Francia y Macri en Argentina. Se quiera o no, ese es el precio de la gobernabilidad.

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