La semana pasada, el presidente Francisco Sagasti tuvo varias reuniones con comunicadores y líderes de opinión. Sabía que era muy probable que tuviera que comunicar decisiones dolorosas y no quería añadir a la angustia una caótica performance como la de su conferencia del 13 de enero. De esas reuniones, sacó la conclusión de que lo mejor, si había anuncios tremendos, era hacerlo en un conciso y contundente mensaje a la nación.
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