Eran los últimos días de enero. En un salón de Palacio de Gobierno, el periodista Fernando del Rincón, de la cadena CNN, entrevistó al presidente Pedro Castillo, entonces con seis meses en el cargo. En determinado momento, Del Rincón le preguntó si se reafirmaba en lo dicho meses antes –cuando no era siquiera candidato– en un evento público, sobre la posibilidad de otorgar una salida al mar para Bolivia en territorio peruano.
“No lo dije como presidente. Es una idea. Pero ahora le consultaremos al pueblo. Para eso se necesita que el pueblo se manifieste. Si el Perú está de acuerdo… Jamás haría cosas que el pueblo no quiera”, dijo Castillo, trastabillando en su respuesta.
Tras ello, un grupo de abogados interpuso una denuncia constitucional contra el presidente por el supuesto delito de traición a la patria. Casi 10 meses después, la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales aprobó, por mayoría, el informe final.
Todavía queda un camino por recorrer en el Congreso, pero para la oposición y para un sector de la ciudadanía esto podría significar una salida a la crisis, en el supuesto caso de que se llegara a una suspensión o destitución.
También es cierto que, de no aprobarse, el Gobierno podría usar el hecho a su favor. El ministro de Trabajo, Alejandro Salas, ya dejó en claro que aprovecharán este caso para mostrar ante la misión de la OEA el escenario de confrontación que soporta el Ejecutivo.
Uno de los firmantes de la denuncia constitucional fue el exvicepresidente y excanciller Francisco Tudela.
—¿Tiene realmente asidero la denuncia por traición a la patria? En otro momento de la historia, la frase dicha por Castillo podría haberse tomado como un simple lapsus.
El término ‘traición a la patria’ suena decimonónico y hace pensar en un pelotón de fusilamiento o en espionaje. Pero la verdad es que, independientemente de la denominación, es muy grave lo que ha hecho el presidente Castillo. Y sí, es un delito, es la preparación de un delito. Hay quienes dicen: ‘Pero él propuso un referéndum’. El referéndum no es aplicable para los temas de límites; los tratados no pueden modificarse por referéndum.
—Al Gobierno, este caso le funciona como ejemplo perfecto para la imagen que intenta proyectar ante la OEA.
Bueno, dará su versión pero no, no hay metida de pata.
—¿Usted cree que sí hubo o hay una intención de regalarle territorio a Bolivia?
Es muy peligroso. Cuando terminó la guerra del Pacífico, el Perú estaba derrotado, arruinado, y descubrió que no tenía ninguna frontera internacional con sus vecinos, ningún tratado de límites. Empezó a firmar los tratados en 1909, y 105 años después logramos cerrar todo nuestro perímetro de fronteras de manera estanca. No hay mayor garantía para la seguridad nacional que tener fronteras aceptadas internacionalmente. Este esfuerzo de cuatro generaciones de diplomáticos y políticos peruanos para construirle al Perú una epidermis es fisurado por el presidente Castillo con esta declaración. ¿Por qué? Porque Bolivia puede recurrir a esa declaración si tiene problemas internos y hacer una demanda que costaría millones.
—¿Cree que la acusación va a ser aprobada en las siguientes instancias? Fernán Altuve-Febres, quizá el más escéptico de los firmantes, me dijo que para él era “una sorpresa” que la denuncia hubiera prosperado.
Yo no soy ni optimista ni pesimista. Yo no soy escéptico, estoy atento. No me sorprendió, porque está muy bien fundamentada. ¿Qué es lo fundamental en la acusación constitucional? La violación del artículo 54 de la Constitución: el territorio de la República es inalienable por aire, mar, tierra y subsuelo. Esto es, el Perú no puede ceder un milímetro.
—Si la Comisión Permanente o el pleno no aprueba la acusación, la oposición estaría cerca de romper el récord de tiros al palo.
Bueno, eso yo no lo sé. Hay que ver cómo coloca en su agenda en la Comisión Permanente este tema, y cuándo lo resuelve.
—Su hija, Adriana, dijo meses atrás en estas páginas, sobre el papel del Congreso: “Hay miedo a fiscalizar, a censurar, a que se nos plantee una cuestión de confianza y esté amenazada la continuidad del Congreso. Esta narrativa de las balas de plata ha terminado siendo un disuasivo”. Además de congresista, ella podría trabajar como vidente.
Ha adivinado, y la presentación de la cuestión de confianza es justamente el escenario de disolución del Congreso. Las balas de plata no las tiene el Congreso, las tiene el Ejecutivo en su fusil.
—¿Este Congreso, que dicho sea de paso está encabezado por un militar en retiro, tiene la aptitud suficiente para esquivar esas balas de plata?
El Congreso tiene que comprender que, ante un ataque político, tiene que dar una respuesta política. Y la respuesta política es muy sencilla: simplemente ser diligente con el debido proceso de las acusaciones constitucionales y, si estas son procedentes, disparar la bala de oro.
—¿La llegada de la misión de la OEA al Perú va a ser realmente relevante o apenas una lista de buenas intenciones?
El informe que emita la comisión de la OEA después de su visita al Perú va a ser usado políticamente por el Gobierno. El Gobierno ha tenido una estrategia en la cual, cuando se ha visto rodeado de escándalos de corrupción, ha pedido auxilio a la OEA para que se aplique la Carta Democrática; ese es el primer acto de esta obra. A los Estados Unidos esto no les ha gustado y, ese mismo día, el secretario de Estado de los Estados Unidos dijo que era necesario para la democracia que los jefes de Estado rindan cuentas. En el fondo le dicen: primero rinde cuentas y después quéjate.
—Cuando parecía, más bien, que los Estados Unidos tenían una cierta aceptación hacia el Gobierno.
Habían mantenido una neutralidad hasta ese momento, pero se dieron cuenta de la situación. Naturalmente, nadie quiere que un país del hemisferio se desintegre. El segundo acto de esta tragedia o comedia es la cuestión de confianza. Esto es, fabrican la crisis entre los poderes del Estado artificialmente, en previsión de la llegada de la OEA. Entonces, como ellos están acostumbrados a lidiar con crisis políticas, ya no verán la corrupción, los desmanes, la rebeldía del Gobierno contra la ley. La cuestión de confianza sobre la cuestión de confianza es un acto de rebeldía contra la propia Constitución.
—¿Le va a hacer caso el Gobierno a la OEA? En el ideario de Perú Libre –partido con el cual Castillo llegó a ser presidente– dice que la OEA es “un organismo de control geopolítico de Latinoamérica y el Caribe”.
Lo que quiere el Gobierno es que la OEA recomiende una mediación, un diálogo, y que se genere una crisis de confianza. O sea, lo que vamos a llamar la “técnica Vizcarra”: primero paralizo de miedo al Congreso. En el caso de Vizcarra, el 28 de julio se dio con un discurso violento sobre la reforma política que llevó al referéndum de diciembre y luego a la disolución del Congreso. En este caso es la misma estrategia, la ficción de una conspiración de los otros poderes del Estado contra el presidente de la República.
—No vamos a defender a Vizcarra, pero él tenía el apoyo de la calle y la obstrucción congresal era evidente.
Sí, pero independientemente de eso, hay un paralelismo extraordinario en la técnica. Es poco sutil y poco inteligente hacer algo tan obvio.
—Esta misión de cancilleres se queda dos días. Es imposible contarles toda la historia.
Yo creo que la OEA tiene que reunirse con la Mesa Directiva, no puede entrar en una vorágine de audiencias. Tienen que hablar con el Congreso y con el Poder Judicial.
—¿El congresista Williams, quien a veces parece demasiado cauto, está a la altura de la situación?
La suspensión de pleno del jueves me produjo inicialmente un desconcierto. Pero, pensándolo bien, cuando el presidente del Congreso declara y dice que es impertinente el pedido del Gobierno y luego se archiva, él da la cara, hace lo correcto. Se ha seguido las máximas de Sun Tzu: la mejor guerra es la que se gana sin ir a la batalla, pero, si hay que ir a la batalla, tiene que ser en las condiciones que uno escoge, no el adversario. En este caso, Aníbal Torres estaba escogiendo el campo de batalla, y se le ha negado. También dice Sun Tzu: cuando el enemigo avanza, uno retrocede; cuando el enemigo retrocede, uno avanza y espera el momento decisivo en el cual se va a dar el enfrentamiento. No me ha parecido el resultado malo, porque se han desinflado las marchas.
—Sun Tzu le diría a Williams que su batalla es justamente en la OEA.
Ahí está el error: lo único que busca Castillo de la OEA es un informe que confirme lo que dice la carta que mandó. Está creando el escenario para que sea eso lo que vea la OEA. Williams debe responder que las acciones que se están llevando a cabo en el Congreso son todas en cumplimiento del Estado del derecho y el debido proceso, que el Congreso no está haciendo más que cumplir sus obligaciones, no está confrontando al Ejecutivo.
—Ahora le pregunto como excanciller: ¿este episodio va a generar algún trastorno en la política externa del Perú actual?
No hay una política externa del Perú en este gobierno.
—Al inicio se pensó que la influencia externa iba a ser decisiva. Vino Evo Morales a la toma de mando, se restablecieron relaciones con Venezuela...
Tengo la impresión de que no son útiles, o que son limitadamente útiles a los estrategas del Foro de Sao Paulo. Este tuvo su apogeo con Néstor Kirchner, con Chávez, con el anterior gobierno de Lula. Ahora en Unasur está muerto, Morales no es presidente, Chávez falleció, Maduro es un personaje terriblemente cuestionado. En fin, es otro escenario.
—Hace 22 años, por estas mismas épocas, usted renunció a la vicepresidencia y el gobierno de Fujimori caía en picada. Había casi un consenso, incluso en la oposición, de que aquello ya no daba para más. ¿Por qué ahora es distinto?
Había una conversación con todos los partidos. En la bancada del gobierno, en el año 2000, había personas con autonomía moral. Cuando uno tiene autonomía moral responde a su conciencia. Entonces, bueno, uno se da cuenta cuando las cosas han terminado, cuando las cosas no son lo que uno pensaba y cuando uno no puede actuar para enderezarlas.
—También se debe a que en ese entonces había opciones nuevas, una era Toledo. En cambio, hoy no. ¿Quién es una figura de la derecha opositora actual?
No lo sé en este momento.
—En la campaña presidencial reciente, usted primero apoyó a Hernando de Soto. ¿En qué falló él?
Mi desacuerdo fue por que él no debió sentarse a dialogar con Pedro Castillo entre la primera y la segunda vuelta, eso equivalía a disparar un torpedo debajo de la línea de flotación a la democracia peruana.
—¿En qué se equivocó durante la campaña misma?
No se equivocó; simplemente la elección resultó como resultó.
—¿Y en qué falló Keiko Fujimori, a quien también apoyó después?
Ella creó lo que se llamaba el equipo ampliado, gente de distintos partidos que participó en el asesoramiento. Pero en la práctica, eso no se materializó. Fuerza Popular se cerró sobre sí misma, suponiendo que la victoria electoral estaba al alcance.
—¿Debe Keiko Fujimori volver a postular?
Esa es una pregunta que solo ella puede contestar.
—¿Su presencia no haría que la derecha otra vez canibalice sus votos?
Fuerza Popular podría intentar buscar un nuevo candidato, porque la polarización que se ha generado alrededor del fujimorismo le ha servido a todos los gobiernos desde el año 2000.