“Estamos aprendiendo a gobernar y nos encontramos en un proceso de aprendizaje”. La frase es de Alejandro Toledo, y data de octubre del 2001, cuando el entonces mandatario tenía dos meses y medio en el cargo. En aquel momento, Toledo Manrique pedía paciencia y mayor armonía con su gabinete ante el Congreso, donde oficialistas y opositores le exigían obras y resultados.
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Más de 20 años después, pero en un contexto muy distinto, otro jefe de Estado apelaría a algo parecido. “Yo no fui entrenado para ser presidente. A mí nadie me puso en un espacio de inducción. (...) Hay un proceso de aprendizaje. (...) El Perú va a seguir siendo mi escuela”, expresó Pedro Castillo la última semana ante la cadena CNN, en la que fue una de sus primeras entrevistas desde asumido el poder. Sus declaraciones, repetidas además en dos entrevistas locales, despertaron críticas y cedieron material a un sector de la oposición, que busca su salida del puesto.
Para el politólogo Omar Awapara, lo problemático para el presidente Castillo no son en el fondo las palabras usadas, sino la ocasión elegida para decirlas. “Si bien Toledo utilizó una frase similar, no fue después de seis meses ni de un silencio tan prolongado ni con tantos cuestionamientos acumulados. Quizá desde el equipo del presidente se habrá pensado que la frase sobre el ‘aprendizaje’ podía funcionar, pero lo dicho no se sostiene de evidencia. No se ha logrado ver que ese aprendizaje realmente se esté dando en Castillo”, señaló.
Solo entre diciembre y enero, Castillo Terrones ha protagonizado hasta 14 situaciones polémicas por sus decisiones o comentarios de impacto público. La Unidad de Periodismo de Datos de El Comercio contabilizó también que, en seis meses, fueron 34 las controversias ocasionadas por él mismo. Comparativamente, sus antecesores no pasaron de los tres escándalos entre su quinto y sexto mes, ni del total de 14 en su primer medio año.
El politólogo Paolo Sosa coincide en que la frase sobre ‘aprender a gobernar’ no es negativa en abstracto, sino que el mensaje aterriza mal porque no tiene correlato en la realidad del momento. “No escuchar al presidente Castillo en seis meses genera expectativa por algo mucho más sustantivo que lo que decidió decir en estas primeras entrevistas. Por otro lado, el presidente ha dejado acumular una serie de errores y problemas que, sumado a su falta de práctica de responder a los medios, no le permite salir airoso de ningún cuestionario”, indicó.
¿Es la inexperiencia o es el entorno?
Pedro Castillo, como él enfatiza, llegó a la presidencia sin experiencia política ni entrenamiento en gestión. Este es un contraste con los seis gobernantes que lo precedieron, quienes ya habían experimentado derrotas de campaña, fundado partidos o ejercido algún cargo público antes de entrar a Palacio. En ese sentido, el presidente que más se le asemeja es Alberto Fujimori, quien también logró su elección al primer intento, en 1990.
La politóloga Kathy Zegarra sostiene que, de haber ingresado al gobierno liderando una agrupación política, Castillo tendría un activo para sortear problemas. Sin embargo, refiere que hay algo más elemental, y es el olfato político; un instinto que parece ausente en el actual mandatario y que no ha sabido desarrollar pese a los constantes errores. Para la especialista, frente a ese vacío se hace más urgente rodearse de un equipo de asesoría adecuada.
”Las últimas entrevistas evidenciaron que el equipo que rodea a Castillo, además de sugerirle repetir algunas frases hechas, no lo preparó —o desconoce— sobre temas básicos de Estado y normativa. La falta de un entorno de buena asesoría también es lo que hace de Castillo un presidente especialmente débil y errático. Por supuesto, un partido propio le habría servido de escudo ante algunos problemas y desde el Congreso, pero recordemos que la mayoría de sus antecesores tuvieron partidos que se fraccionaron en el tiempo. Entonces, una organización política de respaldo no es lo único importante”, explicó.
El politólogo Paolo Sosa destaca que, si bien hay una serie de problemas relacionados a las características del presidente —su indecisión, su aparente mal olfato político— también se debe tomar en cuenta que tiene una oposición tanto externa como interna “mucho más radical que la que pudieron haber tenido otros mandatarios”. Es decir, la presión es mayor, aunque esto no le reste responsabilidad por sus propios traspiés.
Omar Awapara explica que tener cierta trayectoria política viene generalmente con proyectos y cuadros más afinados para una eventual presidencia. “Yo creo que encabezar un partido, con un proyecto madurado además, es un respaldo en cuanto a estructura. Lo que vemos con el presidente Castillo es que, ante la ausencia de esto, se ha rodeado de personas que ha conocido, a veces superficialmente, en el correr de la campaña o que vienen de sus años como dirigente magisterial. La falta de un partido propio abre flancos, y no solo frente a la oposición, sino también en la debilidad del entorno cercano”, explicó.
Su único capital
Algunas otras respuestas de Castillo en sus recientes entrevistas también dan cuenta de una búsqueda por no encajar en un molde de mandatario tradicional. Apelar al pueblo como un símbolo y restarle validez a los medios o a las encuestas, además de señalar que estos últimos no aportan temas relevantes para la ciudadanía, son recursos comunes que analizábamos en un anterior informe sobre el nivel de populismo del presidente. También son recursos que, en buena parte, le permitieron ganar la elección.
Sosa explica que el personaje que ha construido Castillo sobre sí mismo —el profesor rural, el peruano provinciano— es su capital más importante porque, efectivamente, lo aleja de las élites y lo acerca más al pueblo. Pero ese capital, ya en pleno gobierno, se desgasta rápido.
“El problema surge cuando el personaje no tiene de dónde sostenerse. El capital simbólico que uno puede aplicar en política requiere también de materiales más concretos y muestra de avances. Quien solía jugar con esto, y para mal muchas veces, era Alberto Fujimori. Fujimori tenía este discurso antipartidista y antipolítico, que usó como base de su gobierno, pero al mismo tiempo acompañaba su discurso populista con resultados o algo para mostrar”, dijo Sosa.
Zegarra apunta que las designaciones cuestionadas y los escándalos recurrentes entre su entorno cercano hacen mucho más frágil ese perfil que Castillo busca mantener. Además, coincide en que el personaje “se desarma pronto” cuando no se lo observa construyendo otros activos, como políticas públicas y temas de agenda concretos.
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