Otros peruanos han pasado por los apuros que hoy abruman a Pedro Castillo. Y encontraron en su presidente del Consejo de Ministros alguien con quien podían compartir sus tribulaciones; entre ellas, escoger al gabinete y establecer las prioridades de sus primeros días. No solo lo dice el sentido práctico, sino el artículo 122 de la Constitución: “El presidente de la república nombra y remueve al presidente del Consejo [de ministros]. Nombra y remueve a los demás ministros, a propuesta y con acuerdo, respectivamente, del presidente del Consejo”.
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Le pregunté a los cinco primerísimos primeros ministros de los últimos cinco gobernantes elegidos en las urnas (quedaron excluidos los gobiernos de Valentín Paniagua, Martín Vizcarra, Manuel Merino y Francisco Sagasti, pues han sido sucesiones constitucionales) por su participación en la formación del gabinete, y les pedí que señalen dos temas que decidieron atacar al empezar. Empecemos tres décadas atrás, en 1990, una coyuntura que se parece a la actual, porque, aunque con resultados menos apretados, ganó Alberto Fujimori, un ‘outsider´ sorprendido de su propio triunfo como Castillo y, por eso mismo, con mucho por decidir e improvisar.
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Fujimori, maíz y ‘shock’
Juan Carlos Hurtado Miller no tiene WhatsApp, pero responde su teléfono con ganas de hablar de la historia en que se vio envuelto. No era un improvisado, pero sí un sorprendido cuando Alberto Fujimori le planteó ser su primer ministro. Había tenido la cartera de Agricultura durante el segundo gobierno de Belaunde, era un ingeniero con estudios de economía en Harvard y estaba al día en las teorías de ajuste (eufemismo para ‘shock’ o para ‘gradualismo’, según se escogiera) que eran el eje del debate crucial sobre lo que se debía hacer con la colapsada economía peruana en 1990.
¿Por qué sorprendido? Porque su amigo Carlos Amat y León, gradualista ya fichado en el entorno de técnicos que apoyaban a Fujimori, le había dicho que el ‘Chino’, recién electo, lo quería de ministro. Juan Carlos conocía a Fujimori desde que lo enganchó en su staff de asesores del Minagri, en consideración a que era rector de la Universidad Nacional Agraria. Manuel Forero, muy amigo suyo y de Fujimori, le dio la misma alerta y le sugirió visitar al electo, pero Hurtado Miller prefirió esperar a que este lo llame.
Así sucedió, y Juan Carlos fue al Círculo Militar donde despachaba el electo Fujimori. Este le planteó ser ministro de Economía y el invitado aceptó en principio, pero puso una sola atingencia: que antes de anunciarlo le diera unas horas, porque, como era militante de Acción Popular, quería pedirle su venia a Fernando Belaunde. Este no se la dio y Hurtado Miller renunció al partido. La sorpresa no es esa sino otra, que dejémoslo que nos la cuente el protagonista: “Cuando acepté ser su ministro de Economía, le pregunté por otros que estaban voceados. Por ejemplo, le pregunté si Luis Marchand iba a estar en Relaciones Exteriores. Cuando ya me iba a despedir, vi que me había olvidado de un gran detalle y le pregunté: ¿y quién va a ser tu primer ministro? Me dijo, ‘¿cómo, no te has dado cuenta? Tú, pues’”.
El primer premier de Fujimori me contó que luego de asimilar la sorpresa, en los días siguientes, propuso algunos de los ministros técnicos y coincidió en algunos que ya estaban voceados. “Por ejemplo, le propuse a Jaime Yoshiyama, para lo que en ese entonces era el Ministerio de Industria, pero no prosperó. Unos meses después, cuando salió Eduardo Toledo del MTC, lo propuse y entró”. Luego, Yoshiyama se convirtió en uno de los puntales del fujimorismo.
Cuando le pido que me mencione dos temas que acordaron atacar con urgencia, le sale del forro: “El shock”. No es para menos. Si oír su mensaje a la nación anunciando la dureza de las medidas económicas y rematando en la frase ‘que Dios nos ayude’, marcó a mi generación, ¿cómo no iba a marcarlo a él? Por cierto, me contó que Fujimori le dijo que una de las razones por las que lo escogió de primer ministro fue para empoderarlo ante la nación y ante el gabinete, antes de hacer tamaño anuncio y de ejecutarlo.
Al pedirle que me mencione un segundo tema, lo piensa unos segundos y me cuenta una anécdota sobre el maíz y Carlos Menem, entonces presidente de Argentina: “Le dije a Alberto, no tenemos maíz. Hay que importar y no tenemos para comprar. Ya me había pasado eso con Belaunde y lo conseguimos en Argentina. Así que me fui a Buenos Aires y hablé con Menem. Le pedí un crédito para comprarle el maíz. Llamó a su ministro de economía y al presidente de su banco central, y estos dijeron que no podían dar crédito. Menem les pidió que buscaran la forma y que al día siguiente volvíamos a hablar. Al día siguiente, otra vez dijeron, ‘presidente, no se puede’. Menem me miró y dijo: ‘Juan Carlos, has escuchado, el crédito está concedido. Su ministro lo miró sorprendido’”. Hurtado Miller fue reemplazado en febrero del 2001 por Carlos Torres y Torres Lara en la PCM y Carlos Boloña en el MEF. Volvió a engancharse con el fujimorismo como candidato a la alcaldía de Lima en 1998 y, tras enfrentar las complicaciones judiciales derivadas de esa campaña, se retiró de la política.
Toledo, un acuerdo y una ‘R’
Roberto Dañino Zapata, también está retirado de la política y es director de empresas y fundaciones filantrópicas. Tiene buena memoria y su relato nos pone en perspectiva desde el arranque: “En mi caso, fui convocado casi a último momento. El deseo de Toledo era convencer a Javier Pérez de Cuéllar que se quedara como primer ministro [lo fue durante los meses de gobierno de transición de Paniagua]. Cuando finalmente declinó, aceptó liderar la Mesa de Cooperación Internacional”.
Pérez de Cuéllar tenía 81 años y ya se sentía fatigado por la transición, pero casi se deja convencer por Toledo. Sigue el relato: “Yo entré a mediados de julio, Toledo ya casi había armado su gabinete con Pérez de Cuéllar y con líderes de su partido [Perú Posible]. Me presentó la lista y yo entrevisté a todos y la hice mía”. Dañino es abogado y tenía presente el Art. 122 de la Constitución. Hizo suya la propuesta y se abocó a trabajar en los temas que expondría en su discurso de investidura. Más tarde, recuerda que propuso a Aurelio Loret de Mola en Defensa en reemplazo de David Waisman, y a Cecilia Blondet en el Ministerio de la Mujer en reemplazo de Doris Sánchez.
A diferencia de Fujimori, Toledo ya había sido candidato un año antes, el 2000, y tenía un largo trabajo de plan de gobierno. El equipo que lo acompañó en ese afán y su entorno de campaña, fueron las canteras naturales para el gabinete. La coincidencia con Fujimori es que quería un primer ministro ajeno a su grupo político, conciliador y negociador, que le tendiera puentes con otros sectores, en especial los empresariales. ‘Bobby’ Dañino no era su amigo, aunque lo había conocido cuando este era secretario general del ministro de Producción, Manuel Ulloa, en el segundo gobierno de Belaunde.
Al preguntarle a Dañino por dos temas que atacaron con urgencia, me habló de un desastre natural, el terremoto del 23 de junio que golpeó a Arequipa y a Moquegua. Crearon Ordesur con un plan integral de ayudas y reconstrucción. Pero hubo temas de mayor alcance y menor premura: “En su discurso del 28, Toledo habló del Acuerdo Nacional [en realidad, fue en el discurso de investidura de Dañino que se desarrolló el tema]. Creíamos que había que reestructurar el Estado, que había que aumentar el sueldo de trabajadores de salud, maestros y jueces, crear trabajo productivo y digno”. La lista es muy larga, pero el ex primer ministro hace memoria y evoca con énfasis un asunto en especial: “Un tema importante fue la reestructuración de la Comisión de la Verdad. Se había creado con ese nombre pero nosotros le agregamos la ‘r’ de reconciliación e invitamos a los militares [en efecto, se sumó Luis Arias Graziani, que había sido ministro de Aeronáutica de Francisco Morales Bermúdez].
Las invocaciones al AN y la CVR hacen ver –y este es un paralelo con la coyuntura actual- el ansia de crear instancias, mesas, plataformas o como se les llame, para buscar acuerdos y conciliaciones; luego de haber pasado por terremotos políticos como el que hizo caer en pocos meses a Fujimori. La CVR, ciertamente, creo más polémica que conciliación inmediata y desapareció tras la entrega de su informe en el 2003; pero el AN aún nos acompaña y es uno de los espacios que constantemente se ofrecen para calmar las aguas.
La expansión de Alan
El relato de Jorge del Castillo, primer ministro del segundo gobierno de Alan García es muy distinto del de Hurtado Miller e, incluso, del de Roberto Dañino. En primer lugar, García era lo más lejano de un outsider: ex presidente del 1985 a 1990 y ex candidato en la segunda vuelta del 2001; con una campaña organizada sobre el lomo del más viejo y estructurado partido del Perú. Aunque tenía la potestad de buscar a su PCM fuera del partido, decidió llamar a Del Castillo que estaba primero en el bolo. No hubo sorpresa ni de propios ni de extraños.
Tampoco hubo demora en ficharlo. García quería repartir la tarea de buscar ministros y, según me cuenta Del Castillo, ambos tenían presente el sentido del Art 122. “Me llamó y me dijo, ‘te voy a nombrar primer ministro’. ‘Gracias, compañero’”; recuerda Del Castillo su fichaje sin sorpresa. “Había manejado [la coordinación del equipo de] el plan de gobierno. Yo tenía una libreta donde apuntaba de dos a cinco nombres para cada sector. Del plan de gobierno por ejemplo, salió Luis Carranza, que yo se lo propuse a Alan como ministro de Economía, él no lo conocía y lo aceptó. Del plan de gobierno, también salió Meche Aráoz, que fue mi ministra del Mincetur”. Se confirma, en este apunte, que los equipos de plan de gobierno son siempre una de las canteras para extraer técnicos y convertirlos en tecnócratas, llámense ministros.
El ex primer ministro recuerda de algunos casos que no estaban en su libreta, sino que los propuso García: “Carlos Vallejos, el ministro de Salud, lo propuso él. También a Pilar Mazzetti [que había sido ministra de Salud con Toledo], la propuso para el Interior. ‘Joselo’ García Belaunde, también fue su idea [fue canciller durante todo el quinquenio]. Quisimos que haya pluralidad, no había muchos apristas en el gabinete”. Otro detalle: algunas de las propuestas de Jorge que no fueron aceptadas por García, se convirtieron en ministros más adelante, cuando había que reemplazar a un ministro saliente. Fue, por ejemplo, el caso de Nidia Vílchez en el ministerio de la Mujer y de Miguel Hidalgo en el Interior. Ese sí es un rasgo de todos los gobiernos; es, en realidad, universal: los que se quedan en un primer bolo, con alta probabilidad, vuelven a estar en el segundo.
Cuando le pregunto a Del Castillo por los dos temas que quisieron atacar con premura, hace un preámbulo que viene a cuento de la actual coyuntura: “Vivíamos una etapa de expansión de la economía, con aumento del precio del oro, la plata, el cobre. Había ideas en torno a la Constitución [en el APRA se reivindicaba la vuelta a la constitución de 1979], pero pensamos que si nos metíamos en la vorágine de una reforma constitucional, en medio de un ciclo de expansión, íbamos a perder una oportunidad valiosa”.
Ahora también estamos en un ciclo de expansión, aunque relativa, pues es la que corresponde tras haber caído tanto, y el precio de algunos minerales, especialmente el cobre, está bastante alto; pero una prioridad reiterada en el discurso de Pedro Castillo, es el debate de una nueva constitución. El apunte del ex primer ministro aprista viene a cuento. Le pido destaque otro tema, menos general, y contesta: “Humala [rival en la segunda vuelta] había hablado en la campaña de poner impuestos a las sobre ganancias, de bajar las tarifas de los servicios públicos. Entonces, queríamos atacar el tema minero. Yo había tenido una experiencia, siendo congresista, ayudando a resolver un conflicto en Huarmey, originado por un puerto que construyó Antamina. La empresa se comprometió a hacer un aporte voluntario y directo al gobierno local. Hicimos lo mismo pero a gran escala; conversando con los mineros, se creó el aporte voluntario”.
Por cierto, 15 años después, con otras normas y rigores ambientales, se habla de lo mismo: conversar con los mineros para aumentar su aporte a la renta nacional. No es una preocupación nueva para nosotros ni única en la región: el ‘extractivismo’, como se le llama desde la izquierda, es, paradójicamente, la actividad fundamental para solventar el gasto corriente y los programas sociales de gobiernos celosos del cuidado ambiental. Un destaque adicional en el relato de Del Castillo: fortaleció el Acuerdo Nacional, cuya oficina, por cierto, sigue adscrita a la PCM.
Humala, una ruta distinta
Salomón Lerner Ghitis llevaba buen tiempo en el entorno de Ollanta Humala cuando este le pidió que sea su primer ministro. Por eso, su relato se parece más al de Jorge del Castillo que al de Dañino y Hurtado Miller. Junto a otros miembros de su grupo Ciudadanos por el Cambio, había estado en el cogollo del comité de campaña, tomando decisiones cruciales para conseguir el triunfo sobre Keiko Fujimori. Humala, por cierto, ya no era un outsider; había aprendido las claves para perder una elección (recibir el apoyo de Hugo Chávez al enfrentarse a Alan García en el 2006) y ahora quería ganar con otro entorno, el de la izquierda moderada que encarnaba Lerner y con otro padrinazgo internacional, el del PT brasilero.
‘Siomi’ Lerner también nos dice que está retirado de la política activa, pero se mantiene en atenta observación de lo que hacen sus compañeros de la izquierda. Incluso, se ha reunido con Pedro Castillo, aunque se reserva el contenido de su charla, salvo la aclaración de que no le han ofrecido repetir el plato que jugó con Humala. Este es el relato de su evocación del 2011: “Veníamos trabajando hace tiempo, había un equipo hecho en los últimos años y que estuvo en la transferencia, y participó en los nombramientos”. Lo que nos quiere decir Lerner es que no solo participó en la confección del gabinete con Humala sino que sus aportes no eran sugerencias personalísimas, sino acordadas con su grupo.
Sin embargo, hubo excepciones: “En algunos casos, el presidente propuso personas que no habían estado en el equipo. Por ejemplo, Óscar Valdés, un compañero de su promoción [del Ejército], en Interior, y Carlos Paredes en el MTC, que hermano de su compañero de promoción”. Por cierto, Valdés reemplazó a Lerner seis meses más tarde, en diciembre del 2001, cuando este renunció tras discrepancias con Humala en torno al tratamiento de la crisis de Conga.
Preguntado por dos temas que, conversando con el presidente, ambos decidieron atacar con premura, me responde: “Protegimos a la industria nacional con un programa de compras del estado”. Lerner es empresario y ese apoyo desde el estado a proveedores locales, que se mantiene hasta hoy, era un imponderable. “Otro tema, fue que pasamos del aporte voluntario al impuesto a las sobre ganancias”. Valga ese último punto para subrayar que las segundas vueltas no se pelean por gusto y el presidente no puede ni dejar de cumplir sus promesas ni ignorar las hechas por el rival. Del Castillo ya nos había contado cómo la bulla que hizo Humala a propósito de gravar las sobre ganancias mineras, fue un acicate para atacar el tema con premura y conseguir el aporte voluntario. Pues Humala tampoco olvidó el tema y quiso replantear el sistema de aporte voluntario para volver a su idea original.
PPK, agua y brechas
Fernando Zavala Lombardi es el CEO del grupo Intercorp y por esa razón se excusa de hablarnos de política. Pero puedo reconstruir su relato en base a mis apuntes de entrevistas y conversaciones que sostuve con él cuando fue primer ministro. El caso de Zavala es más próximo al de Dañino, pues no era de Peruanos Por el Kambio, el partido de Pedro Pablo Kuczynski, ni participó en la campaña de la segunda vuelta. Pero, a diferencia de Dañino, fue fichado a tiempo para participar en la confección del gabinete. Es más, PPK lo quería para eso.
Zavala había sido viceministro de PPK cuando este fue ministro de Economía y luego tuvo la cartera de Economía cuando PPK pasó a ser primer ministro. Kuczynski lo tenía de amigo y colaborador estrecho y le pidió que evaluara a los ministros que ya estaban de algún modo y buscara a los candidatos para las carteras que tenía en blanco. Algunos cargos eran acuerdos de campaña como Martín Vizcarra para el MTC y Alfredo Thorne, que estuvo en el equipo de plan de gobierno, para el MEF. Por ejemplo, PPK quería estar seguro de fichar a Jorge Nieto a Cultura, Alfonso Grados a Trabajo y a Edmer Trujillo (recomendado por Vizcarra) a Vivienda. Zavala hizo esas evaluaciones y sugirió otros cargos que aún estaban sin fichar: Carlos Basombrío para el Interior y Patricia García para Salud. Hubo una larga evaluación antes de mantener a Jaime Saavedra en Educación, pues el haber sido ministro de Humala tendría un costo político. No se equivocaron.
Cuando se le preguntaba a Zavala en los primeros días tras su fichaje por dos temas cruciales, mencionaba al agua y el cierre de brechas. El agua en realidad fue uno de los caballos de batalla de PPK, pues en él se sumergen varias de las lacras nacionales: está pésimamente distribuida, delatando grandes desigualdades sociales y regionales; y su carencia es sinónimo de pobreza y de problemas de salud. Por eso, en el discurso del 28, hubo anuncios importantes al respecto.
El cierre de brechas o priorización de obras que redujeran pobreza y carencias materiales severas; es una política transversal. Estuvo presente en el discurso de las autoridades, aunque, pronto, la polémica sobre mega proyectos y el enfrentamiento con la mayoría absoluta de Fuerza Popular, desplazaron prioridades y conceptos. Pedro Castillo y su primer ministro tienen mucho que aprender de los cinco arranques que los preceden.
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