“No, no creo, o sea sí pueden querer hacerlo, pero no se puede”, me dice una fuente que estuvo en la PCM. “No hay una estrategia, pero sí una intención que se estrella contra la verdadera conflictividad”, me dice otra del Ministerio de Energía y Minas (Minem). ‘¿O sea, una política de manipulación de conflictos estaría condenada al fracaso o a algo peor, al desborde?’, pregunto. “Sí”, coinciden mis interlocutores.
Pablo O’Brien es periodista e historiador y ha trabajado desde tiempos de PPK como asesor en temas de conflictividad en el despacho ministerial del Minem. Salió durante la gestión del ingeniero industrial Eduardo González Toro a inicios de año. Pablo rechaza las teorías conspirativas sobre la manipulación efectiva de los conflictos, pero pinta un cuadro lúgubre: “No hay coordinación entre el Minem y la PCM; cada uno va por su lado y hace su gestión, como si compitieran. Las empresas y las comunidades no saben con quien hablar; según sus intereses, buscan a uno u otro. El Minem ha perdido su prestigio. ¡No lo han recibido al ministro [Carlos Palacios] en Cuajone y en Las Bambas!”.
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O’Brien coincide con otras críticas que, en crónicas pasadas, nos han compartido el ex viceministro de Gobernanza, Raúl Molina; la ex secretaria de Gestión Social y Diálogo, Giselle Huamaní; y el defensor adjunto para la Prevención de Conflictos Sociales, Rolando Luque: Se ha quemado el proceso de gestión de conflictos, prescindiendo del trabajo menudo de los profesionales, para lanzar de frente a los ministros a negociar con dirigentes que no conocen. De esa forma, se destruye la institucionalidad, se enervan las expectativas y las altas autoridades prometen cosas que no cumplirán. Por eso, el atribulado Palacios acaba ninguneado donde las papas queman. Los dirigentes no se conforman ni con el ministro, gritan, ¡que venga el premier, que venga el presidente con el consejo de ministros, que todo se resuelva ya!.
Descartada de plano la manipulación exitosa, exploremos la intención fatal. Para eso, hay que conversar con Mirtha Vásquez, que se ha confesado víctima de un sabotaje del Minem en materia de conflictos mineros, y hay que contar la insólita historia de la cuota de Perú Libre (PL) en ese ministerio y cómo un tristemente célebre congresista casi se la roba a Vladimir Cerrón.
Usted dirá la línea
Mirtha Vásquez, como ya ha contado en varias entrevistas, fue convocada por Pedro Castillo a última hora en octubre pasado, sin tiempo para participar en la confección del gabinete. Pero no había contado lo que encontró en el área de Gestión Social y Diálogo, que depende del viceministerio de Gobernanza. La llamé y este es su relato focalizado: “Lo que encontré fue impericia. Estaba preocupada porque había conflictos en escalada, el corredor minero estaba tomado, también el puente de Inambari por cocaleros y una carretera en Coata, en Puno. El viceministro era Braulio Grajeda, no tenía ninguna experiencia en el tema y me presentó a su equipo. Les pregunté qué estrategia tenían para estos conflictos. ‘Usted dirá’ me respondieron. Les repliqué que era responsabilidad de su área tener una estrategia. Seguían con lo mismo, ‘pero, usted digamos cuál es la estrategia y nosotros la aplicamos’. Tuve que sacarlos”.
Vásquez colocó de viceministro a Pablo Sánchez de Francesh y de secretaria de Gestión Social, a Giselle Huamaní, que había ocupado ese puesto durante el gobierno de Sagasti. Giselle repuso a su equipo de técnicos en manejo de conflictos y luego vio cómo, una vez que entró Aníbal Torres, volvió a salir su equipo y entrar nuevamente a algunos de quienes había colocado Bellido. Pero no nos adelantemos.
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Varios ministerios tienen áreas de gestión social. La más importante es, sin duda, la del Minem. Vásquez pidió en consejo de ministros que cada cual diera importancia a la gestión de sus conflictos pero, cuando escalaran, alertaran a la PCM para que esta dé los lineamientos de solución. Todos reaccionaron bien a esa exhortación, salvo González Toro, según me cuenta la ex premier. “Tenía una personalidad rarísima, me decía simplemente, ‘no puedo ir’, cuando le pedía que fuera a atender los conflictos. Tuve que hablar con el presidente más de una vez para que se lo ordene. Una vez le contó una historia en la que supuestamente yo y Avelino Guillén queríamos reprimir a la gente. El presidente dijo ‘el pueblo no puede golpear al pueblo’. Casi a los gritos tuve que aclararle que era una mentira. Sistemáticamente me saboteaba”. Como una demostración de lo que llama sabotaje, Vásquez evoca el episodio de noviembre del 2021 en Ayacucho cuando ella anunció el cierre definitivo de 4 minas, sin saber que una de ellas, del grupo Hoschchild, tenía aprobado un pedido de ampliación de operaciones. La metida de pata tuvo un serio costo político para ella y culpa al Minem de haberla desinformado.
Las anécdotas sobre el ministro no acaban allí. Cuando por fin asumió que, a pesar de su negativa y de sus problemas de salud, debía atender personalmente el conflicto del corredor minero, pasó lo siguiente. Lo cuenta la ex premier: “‘Bueno, hágame una ayuda memoria’, me dijo. Me quedé helada. Le dije que era su sector, que estaba hablando con la primera ministra. Aceptó que tenía que ir, pero no lo hizo. Tampoco quiso autorizar a su viceministro Jorge Chávez Cresta. Finalmente, tuvimos que obligarlo a hablarle por zoom a la población”.
Chávez Cresta, ex ministro de Defensa y ex jefe del Indeci, aunque sin experiencia en el sector, es un gestor eficaz que, sin embargo, sucumbió a la marcha errática del ministerio en varios conflictos. Lo llamé y me contó que llegó al Minem por una vieja amistad con González Toro. Unos meses atrás este mismo le había pedido colaborar con un plan sobre el área de defensa, pero se apartó cuando descubrió que el ministro iba a ser el neófito Walter Ayala. Sin embargo, su amigo lo convenció de ser su viceministro cuando le tocó reemplazar a Iván Merino en el Minem.
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Merino, amigo de PL (se encargó de organizar el debate técnico en la campaña) se había relacionado con las empresas mineras de una manera tal que disgustó a PL y a Castillo. Además, cometió un error que se arrastra hasta hoy, según me lo comentan fuentes del Minem: le restó importancia al área de Gestión Social, sacando a mucha gente de ella. Chávez Cresta reconoce ese defecto heredado y me contó que Guillermo Bermejo ayudó a rearmar esa área, e incluso recomendó a un nuevo jefe para ella, Marco Sipán. Sobre eso volveré más adelante.
El general admite que la relación entre el ministro y la premier era tirante y achaca la tirantez, entre otras razones, a que González Toro, muy probablemente, enterado de la consigna de PL de bregar por la caída de la premier, le restaba improtancia. Para el general, el sabotaje, si lo hubo, no era del ministro, sino del partido. Sobre el incidente en Ayacucho, sin negar el error de información, añade: “Estar en un coliseo con 20 mil personas, no es lo mismo que leer un documento en el ministerio. Se dejó llevar por la emoción”.
El ex vice ministro Chávez dice que González Toro no compartía el radicalismo de Bellido y PL. Para demostrarlo me cuenta que promovió una visita a Camisea, con ministros y autoridades diversas. Creía que al ver las operaciones in situ, iba a amainar la campaña de la ‘nacionalización del gas’, que, como muchas apuestas de este gobierno, es más ruido que nueces. No se equivocó. Me cuenta que, tras la visita, el ministro le dijo: “Esto es un monstruo, nosotros no lo podemos manejar”.
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Logré conversar brevemente con González Toro. Relativiza su tensión con Mirtha Vásquez y la agudeza de los conflictos, pero me dice, “ahora me extrañan”. Habla con gran nostalgia de la solución de un conflicto en la zona de influencia de Antamina. Cada que le pregunto por el corredor minero, se remite a ese conflicto felizmente resuelto. Por cierto, mencionó que Bermejo fue muy útil en ese proceso, aunque no admite que haya tenido injerencia en el área de gestión social. Cuando le pregunto porque se llevó tan mal con la premier, le resta importancia al asunto, pero me dice: “Yo era pragmático, ella era de gabinete. Quería hacer todas las cosas desde la PCM, por eso yo le decía que me diera, pues, su plan de acción”.
Ahora tenemos que responder esta pregunta: ¿Una personalidad independiente, tan inasible como la del ingeniero González Toro, podía ser funcional a Perú Libre? No olvidemos que desde el día uno, el Minem fue cuota de Perú Libre y del cerronismo. Contemos esa historia.
Vamos, pueblo
Perú Libre se reservó, para su cuota inicial, la PCM y el Minem. No han explicado porqué y para qué Energía y Minas, pero el discurso de Vladimir Cerrón y del entonces premier Guido Bellido, delata una poderosa razón, ya contenida en el ideario del partido: bregar por la nacionalización de los recursos natrales, una versión telúrica del estatismo comunista. Como recordarán, ello se estrelló contra la realidad de los contratos establecidos y contra la debilidad de un gobierno que ni siquiera tenía cuadros técnicos que explicaran cómo así ‘nacionalizarían’ el gas de Camisea.
Una fuente importante del Minem me comentó lo siguiente: “Que se buscara manipular y azuzar los conflictos, no, eso no. Pero sí oí, cuando se hablaba de conflictos, la idea de dejar que ocurran, que se alarguen, porque así se cansaban las empresas e iba a ser más fácil tomarlas”. Es una teoría conspirativa a medias que puede explicar, en todo caso, la falta de diligencia en profesionalizar la gestión social y, en lugar de eso, usarla como mera área de copamiento descentralizado o para intervenir aparatosamente en la solución provisional de algún conflicto y obtener rédito político, como aquella vez en la que Bellido llegó a caballo al corredor minero.
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Ya les conté que Merino minimizó el área de gestión social. González Toro le dio más importancia. Aunque el ministro no lo admitió, el viceministro Chávez sí me confirmó lo que me había contado una fuente: Que Guillermo Bermejo recomendó contratar a alguien ligado a él, Marco Sipán. Mi fuente fue más lejos: Bermejo habría copado esa área con simpatizantes de su partido Vamos Pueblo, que se encuentra en proceso de inscripción ante el JNE. Sipán es, según lo declaró en una entrevista con Miguel del Castillo, líder, vocero y brazo derecho de la aventura partidaria de Bermejo.
Le pregunté a González Toro: ‘Ingeniero, siendo invitado de PL, ¿no se percató de que Bermejo tenía un plan distinto al de Cerrón?’. “No, no lo sabía, en ese momento había paz”. Bermejo estaba robando la cuota de Vladimir Cerrón, usando el área de manejo de conflictos del Minem para enganchar a sus partidarios. El ministro creía que la cabeza de Mirtha Vásquez rodaría por presión del partido, pero no sabía que rodaría junto con la suya. Como también me lo admite, ni siquiera le advirtieron que no lo reengancharían en el siguiente gabinete.
El ministro Carlos Palacios, está afiliado a PL y ha sido director regional de minas en Junín. Para vigilar su cuota, el cerronismo ha colocado, además, a Loly Wilder Herrera, como secretario general del ministerio. Herrera es abogado de la madre de los hermanos Cerrón. Por supuesto, Sipán salió disparado y el área de gestión social ha sufrido cambios drásticos. En su lugar colocaron a una simpatizante, Hilda Geldres, y se armó un revuelo porque en su hoja de vida, más pesaba ser folclorista que gestora social. Finalmente, la reemplazó otro partidario, Tomás Miranda Saucedo.
Con tanta impericia, vacuos gestos estatistas y líos de facciones en el Minem; la posibilidad de manejar concienzudamente los conflictos desde esa cartera, es improbable. La PCM, está mejor estructurada y, aunque Bellido ha recuperado su influencia con la venia de Aníbal Torres, los dos funcionarios claves en gobernanza y gestión social, no son orgánicos al partido, sino técnicos solventes. El viceministro de Gobernanza, Jesús Quispe Arones, ha sido por años gerente de la Mancomunidad Regional del Sur, y José Muro Ventura, el secretario de Gestión Social, fue viceministro de Agricultura. Difícilmente podrían acatar una consigna para azuzar algunos conflictos; difícilmente podrían evitar que lo hagan bases del partido.