La renuncia de Walter Gutiérrez a su embajada en Madrid es escueta y esquiva. A sus motivos les llamó “consideraciones personales que hacen inviable continuar desempeñándome como embajador”. Los detalles dicen más que el texto: no se dirige a Javier González-Olaechea –pudiendo haberlo hecho así- sino a Dina Boluarte, delatando de esa forma que ella no pudo resolver –porque no lo intentó o no supo lo que pasaba- las desavenencias entre uno de sus más ilustres consejeros y un canciller ajeno a su ‘gabinete de crisis’. Lo otro es más que un detalle, es una tremenda tirada de toalla en su cara: se alejó un personaje que pudo ser primer ministro y que ella oía para matizar o compensar el coro de voces más inmediatistas e incondicionales que la rodean. Pero, ¿tiene la presidenta un gabinete de crisis? ¿escucha? ¿comunica? Intentaré responder esas preguntas.
Gabinete de daños
Una fuente me contó que la presidenta se suele reunir con 4 ministros cercanos y leales, con los que comparte ideas para capear los temporales y que no hacen mayor distingo entre los temas de Estado y las cuitas personales de su lideresa. No es difícil dar con ellos pues suelen aparecer cuando la SPR (señora presidenta de la república es una sigla muy usada en los chats del poder) está en aprietos. Son Eduardo Arana de Justicia, Daniel Maurate de Trabajo, Hania Pérez de Cuéllar de Vivienda y Julio Demartini de Inclusión (MIDIS). El grupo se ha ampliado a 5 con la llegada de Morgan Quero a Educación, a inicios de abril. Quero fue jefe del gabinete técnico de Boluarte hasta diciembre pasado y antes hizo lo mismo para ella en el MIDIS, de modo que conoce muy bien sus humores para oír y desoír consejos. En su gestión ya se había barajado la idea de un vocero oficial, pero recién se ha ejecutado con su sucesor Fredy Hinojosa (invitado indispensable en el gabinete de crisis). Quero habría influido en un importante cambio de manos: apoyar la sugerencia que recibió la presidenta de cambiar a su hombre de prensa, el ubicuo Eduardo Guerrero, que hablaba de tú a tú con ministros y preparaba respuestas alternativas para Dina, por un comunicador más tradicional, Jean Pajuelo. Pajuelo coincidió con Quero en el Ministerio de Producción. Mantiene su puesto de asesor de comunicaciones en la Sunat, desde donde ha sido destacado hasta diciembre y a donde, con tanta bulla reciente, esperará volver pronto. Más de una fuente, me ha mencionado que el productor de TV Federico Anchorena y el director de medios amarillistas Martín Valdivia, rondan las comunicaciones palaciegas, pero no he podido confirmar esos comentarios.
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El cambio en el equipo de Dina se produjo en plena ausencia de Guerrero, que tenía una licencia de viaje programada por tres semanas. Guerrero no apoyaba la vocería de Hinojosa. Boluarte suele achacar a su equipo de comunicaciones su rechazo en las encuestas. Los jefes del gabinete técnico presidencial han durado poco (Raúl Molina, Quero, Nelly Paredes y ahora Hinojosa) y los de prensa igual: Susie Sato salió para dar paso a Guerrero y este, súbitamente, ha sido cambiado por Pajuelo. Permanecen, no sabemos por cuanto tiempo, las subalternas Milagros Rumiche y Yoice Pacori.
Los cambios comunicativos en el despacho presidencial han coincidido con movidas similares en el equipo de la PCM. Se esperaba que Gustavo Adrianzén llevara a su propio ‘dircom’ (director de comunicaciones en jerga periodística), porque es un cargo de confianza fundamental; o que mantuviera al de su predecesor y amigo Alberto Otárola (este me contó, en una reciente entrevista, que se lo recomendó a Dina). Sin embargo, Adrianzén dejó ir a Karina Quinde que trabajaba con Otárola y dejó que Eduardo Guerrero recomendara a Gustavo Martínez para la secretaría de comunicación social, en inusual concesión al ala palaciega opuesta. El puesto de Martínez sería importante, si quisieran darle realce, pues maneja presupuesto y contenidos de campañas; pero no maneja la agenda mediática de Adrianzén. Esto lo hace ahora Pedro Hurtado, quien ya estaba en el equipo de la PCM con Otárola.
Más que la confiabilidad de su equipo de comunicaciones, a Adrianzén le preocupa la probable extralimitación de Hinojosa, que va a hacer anuncios y establecer respuestas que le competen a él. En otros países, como EE.UU. o Chile, los voceros son parte de una tradición que marca claramente sus límites y donde no existe la figura del presidente del consejo de ministros a nuestra usanza. Según el Art. 23 de la Constitución, inciso 1, al PCM “le corresponde ser, después del presidente de la república, el portavoz autorizado del gobierno”. Mis fuentes palaciegas me dicen que Hinojosa quiere ir más lejos y hasta dar entrevistas, pero ello dependería de una evaluación en la que Dina tendrá que considerar los mohines de Gustavo.
Al equipo remozado le salieron canas verdes desde el jueves y casi no pudo más con el estrés. Hinojosa había salido orondo el martes a responder su primera conferencia de prensa, luego de que Adrianzén, en un breve encuentro con la prensa tras una visita al Congreso, minimizó el papel de quien ve como intruso. Dos días después, el jueves, se invirtió la figura: nadie quería salir a defender la resolución del Mininter que reestructura al equipo policial del Eficcop. Temprano se había dispuesto que algunos ministros salieran a responder por las cifras de pobreza, pero en la tarde se detuvo el plan, cuando se decidió entre Boluarte y el ministro Walter Ortiz que la firmó (es la hipótesis fiscal), lanzar la resolución.
El viernes, con Nicanor y el abogado presidencial Mateo Castañeda detenidos, los voceros se corrieron. Adrianzén se aferró a un viaje que debía hacer a Costa Rica y el resto de ministros se esfumó. Solo el de Salud, César Vásquez, pillado en un evento, se animó a defender a la presidenta, para espanto de sus correligionarios de APP que no les gusta que los llamen aliados del gobierno. Al final del día, solo el vocero Hinojosa y el viceministro de Orden Interno, Juan José Santiváñez, cumplieron la ingrata tarea. El pobre Hinojosa se plantó en conferencia para decir algo así como: ‘aquí estoy para recibir las preguntas que no podré responder’. Hace mucho tiempo Dina está atrapada en un bucle.