Dina Boluarte obtuvo su cuarto permiso de viaje, derechas y hasta izquierdas coinciden en que a Washington no se le dice que no.
1. Sí se va, sí se va, Dina sí se va
El lunes, Boluarte obtuvo su cuarto permiso de viaje. Más que al Congreso, que se lo dio por una mayoría nada abrumadora (65 versus 42), tiene que agradecérselo a Joe Biden, quien ha invitado a una docena de presidentes latinoamericanos para participar en la primera cumbre de la Alianza de las Américas para la Prosperidad Económica (APEP). Biden podría haber apurado esta reunión para ganar respaldo a su posición pro israelí (en la Asamblea General de la ONU, Perú estuvo entre los 120 países que votaron por el cese al fuego inmediato, mientras Israel y EE.UU. votaron en contra) o para responder a la creciente influencia china en la región o por varias razones a la vez. No importa, derechas y hasta izquierdas coinciden en que a Washington no se le dice que no aunque no confirme una reunión bilateral.
Si hubieran sabido que no habría la reunión bilateral que prometió en la solicitud del permiso, !quizá no se lo daban!
El viaje de Dina a Alemania e Italia había sido un desastre de imagen. Su foto con mantilla de viuda del siglo XIX al lado del mal encarado Francisco, revivió en el Halloween. El ex canciller Manuel Rodríguez Cuadros me dijo, en RPP, que estamos en una ‘crisis diplomática’ y no solo se refería a ese viaje con feo remate gráfico; sino a que desde diciembre del 2022 la cancillería se dejó enredar en conflictos públicos con México y Colombia, cuando pudo replicar las insolencias de los presidentes López Obrador y Petro de forma menos gravosa para nuestra reputación. El trasfondo de esos líos y de la indiferencia de otros estados, está en la inestabilidad que arrastramos desde el 2017 y el tremendo saldo mortal de las protestas de diciembre y enero. Ello ha afectado la imagen del Perú, sin que percibamos un trabajo fino de la cancillería y de la presidenta viajera para revertir lo perdido.
2. Inseguros y violentos
El martes 31, Halloween le ganó nítidamente al criollismo. Mucha gente, sobre todo jóvenes, peinaron la noche con disfraces de héroes o villanos populares. No hay dilema entre brujas y bardos; en el mejor de los casos, una convivencia de tradiciones, una más vieja que la otra, la otra más popular que la primera. Escapismo de la identidad ciudadana y nacional, travestismo fantástico y pansexual, fuga de dilemas y problemas, carnaval extemporáneo; conceptúenlo y llámenlo como quieran. Lo malo es que, junto a lo festivo, seguimos resbalando hacia la violencia.
La crisis de inseguridad nos presentó un nuevo peligro: la invitación de grupos de ciudadanos, mayormente anónimos, sobre todo en La Victoria, amenazando ajustar cuentas con mafias compuestas por venezolanos que asolan sus barrios. La respuesta, matonesca y con pose política nacionalista de delincuentes venezolanos, se conoció el jueves en un video de mafiosos encapuchados y con rifles, esgrimiendo una portada de la edición del Trome del miércoles para que creamos en su autenticidad. Amenazaban con matar a trabajadores peruanos al azar.
El estado de emergencia focalizado no tiene una respuesta inmediata para estos brotes de ‘justicia popular’ mezclada con xenofobia y la reacción inclasificable de los aludidos. Las noticias diarias de violencia son tan diversas e intensas, que el martes, un homicidio en el restaurante Panchita, en Miraflores, fue recibido con el secreto alivio de que no se trató de una expresión de control territorial de una mafia, sino de un feminicidio (existe, también, la hipótesis de un accidente). La PNP y el Mininter están evidentemente desbordados, sin que se perciba que el Ejecutivo lidere una respuesta multisectorial acorde a la dimensión del mal (apenas hubo una reunión, poco promocionada, del Consejo Nacional de Seguridad). El ministro Vicente Romero, cuando se lo pregunté, promete prontos resultados que uno espera con tanta ansia como escepticismo.
La transversalidad geográfica de la violencia, con tenencia de armas cada vez más extendida y con el componente migrante, obliga a respuestas transversales y multisectoriales. No vemos, en el Ejecutivo remoto, un liderazgo que coordine e impulse esa respuesta.
3. Paz antes de la Junta
César Acuña rompió el consenso del llamado ‘Bloque País’, si lo hubo, en matar a la Junta. Desde el partido APP, el gobierno regional de La Libertad y el mundo empresarial de la educación, que son los 3 tronos desde donde Acuña ve las cosas; generar tanto lío e inestabilidad, por revanchas ideologizadas, no tiene asidero. Pero, esos independientes federados en bancadas ven las cosas de distinto modo, se indisciplinan y apasionan, y pueden contagiarse de la fiebre ‘anti caviar’ de sus vecinos fujimoristas. Se suspendió la votación para defenestrar a la Junta hasta nuevo aviso. En Fuerza Popular, Renovación Popular y Avanza País, la JNJ es hija de Martín Vizcarra y bastión del progresismo de la autoproclamada superioridad moral. Lo ven así, lo sienten así y lo quieren remover así. Pero el cálculo de una posible derrota o de un alto costo político si consiguen los 87 votos, tienen indecisas a las cabezas de Fuerza Popular.
Mientras estos devaneos entre la inestabilidad y la revancha política consumen al Congreso y la crisis de inseguridad se pone intensa; la presidenta remota, en su primera reunión con pares latinos en Washington, dijo: “El Perú, ahora, es un país que está en calma”. Esa frase nos deja más inquietos y desconcertados.