Cuando el presidente, en pequeño comité cuya ocurrencia no socializó ni con ministros ni con congresistas, pergeñó la idea del adelanto de elecciones, no pudo calcular todos sus efectos. Quizá Vizcarra pensó que, lejos de un adelanto real, sometería al fujimorismo como lo hizo con sus dos primeras cuestiones de confianza (CdC).
Difícilmente hubiera pasado eso. Las dos CdC fueron pechadas para que el adversario actuara de tal modo que conjurara la amenaza de su disolución. La propuesta de adelanto es más que una amenaza, es el decreto del inicio de una disolución. Y el fujimorismo, rearmado bajo el liderazgo de Luis Galarreta y con la Mesa Directiva del Congreso recuperada tras el giro que dio Daniel Salaverry, no la acepta. Así de simple.
Sin embargo, el impacto de la propuesta generó una expectativa mayoritaria de ‘váyanse todos’. Desde la oposición le llovieron a Vizcarra todas las acepciones del término ‘populismo’, pero era, en todo caso, un populista que quería irse con la única condición de jalarle las patas al fujimorismo. Y, a este, retado de una forma insólita, le surgieron dos convicciones contradictorias: rechazar sin muchas vueltas la osadía de Vizcarra; o darle largas al asunto de una forma que ganaban días en la guerra de calendario, llegando al punto en que el adelanto no tenga sentido, pues habría poco o nada que adelantar.
Estalló la crisis de Tía María en la segunda semana de agosto y ello distrajo y debilitó a Vizcarra y su proyecto de adelanto. Los fujimoristas pensaron, entonces, que su réplica podía demorar. Y el presidente del Congreso, Pedro Olaechea, tuvo dos iniciativas que le permitieron pasar más hojas del calendario: consultar a la Comisión de Venecia y pedir un diálogo al presidente.
Terminó agosto sin novedad en el frente. Llegamos a la primavera con la vaga impresión de que el diálogo entre Vizcarra y Olaechea sirvió de poco y que la Comisión de Constitución llegaría al 30 de setiembre sin haber tomado una decisión final sobre el proyecto. Una falsa señal que alimentó esa percepción fue la visita de miembros de la Comisión de Venecia. Sin embargo, no hubo un pronunciamiento explícito ni de Fuerza Popular ni de Rosa Bartra respecto a que esperarían la opinión no vinculante de Venecia. Una fuente congresal me dijo que para Olaechea y FP estaba claro la semana pasada que, si el Gobierno quería presentar una nueva CdC en base al proyecto, les convenía archivarlo sin más trámite.
—Todo se complicó—
Por todo lo anterior, muchos se sorprendieron, en la mañana del miércoles, cuando Rosa Bartra dio a entender que ya estaba decidido el archivo. Entonces, todo se enervó. Vizcarra estaba en Estados Unidos, pero Salvador del Solar empezó una ronda con bancadas. De crisis a crisis, van surgiendo tradiciones y la ronda es una de ellas.
Durante la tarde y la noche del miércoles, desfilaron por la PCM, entre otros congresistas, Juan Sheput y Gilbert Violeta, de Contigo; Indira Huilca, de Nuevo Perú; Gino Costa y Alberto de Belaunde, de la Bancada Liberal; Javier Velásquez Quesquén y Jorge del Castillo, del Apra. Del Solar ya había conversado con Luis Galarreta y con otros fujimoristas. Sobre este último encuentro, puedo contar más detalles: el congresista Luis Iberico, de APP, quien desde los primeros días de agosto se propuso buscar alternativas para una salida consensuada, invitó a su casa a Del Solar y a Galarreta. Fue un encuentro informal, ‘en jean y zapatillas’, según me lo han descrito, en el que, de una forma exploratoria, conversaron sobre reformas y alternativas. Entre ellas, estuvo la de variar nuestra tradición de cambio de mando en Fiestas Patrias al 1 de enero, coincidiendo con los calendarios de la burocracia y del gasto, como pasa en otros países.
El fujimorismo tenía dos cañones, uno apagado y dialogante, y el otro que se disparó el jueves y tuvo aliados como Marisol Espinoza de Alianza para el Progreso (por cierto, APP me aclara que el voto de Espinoza fue personal, que no representa a su bancada que no tuvo tiempo de reunirse a debatir el tema, pues había semana de representación). Le consulté a Bartra por qué no se avino al pedido de la izquierda para derivar la discusión al pleno, y me respondió escuetamente que eso hubiera tenido que plantearse y decidirse en la Junta de Portavoces. El Gobierno, que también tenía dos cañones, el dialogante de Del Solar y el de Vizcarra ajochando desde EE.UU., no previó ese paso. Los fujimoristas de línea blanda, por llamarlos de algún modo, como Alejandra Aramayo y Miguel Torres, no votaron (la primera estuvo en Arequipa, el segundo se fue antes de que acabara la sesión), pero dejaron a sus accesitarios para que lo hicieran.
Tras ese golpe, se esperaba que, al cabo del Consejo de Ministros, hubiera una réplica inmediata del Gobierno. Del Solar, rodeado por el Gabinete, dijo que el Gobierno no se quedaría con los brazos cruzados y no dio claves para entender cómo los extendería.
El viernes, prensa de Palacio comunicó que el presidente haría un ‘pronunciamiento’. Una fuente vizcarrista me dijo que el presidente tenía decidido hacer algo contundente el día 30 como lo había dicho en el ultimátum que puso a la oposición (y a sí mismo, pues en eso acaban las promesas que nadie obliga a hacer). Y así fue que Vizcarra, el viernes en la tarde, sin esperar al lunes y sin rodearse del Gabinete, dijo que promovería una tercera cuestión de confianza por un tema –los criterios de elección al TC– que estuvieron en su mira, pocos días atrás, desde que el Congreso apresuró el proceso de selección de candidatos y elección. El proyecto, según una fuente de la PCM, será escueto y versará sobre asuntos procedimentales de transparencia y publicidad del proceso, evitando cuestionar la competencia del Congreso a decidir quiénes forman el TC. Recién se presentará el lunes mismo y estará en las iPad de los 130 congresistas. Nos repiten y aseguran que era una idea barajada antes del archivo del proyecto de adelanto. Lo que nadie puede asegurar, ni los propios actores, es cómo acabará mañana la sesión del pleno congresal.