Esto es tan serio que cuenta con una resolución ministerial, la RM 238 -2022 PCM: “Resulta necesario designar a los ministros de Estado que ejercerán la vocería del Poder Ejecutivo en la defensa de las políticas de estado, la gobernabilidad y la democracia”. A renglón seguido, se lista a 5 voceros: Aníbal Torres, el primer ministro; Félix Chero, el ministro de Justicia; Alejandro Salas, el ministro de Trabajo; Roberto Sánchez, el de Comercio y Turismo; y Rosendo Serna, el de Educación. Veamos porqué ellos.
Se conocieron allí
Una vez que detectamos, hacia fines del verano, que había un grupo espontáneo de ministros que ponían la defensa de Castillo por delante de sus carteras; los llamamos, erróneamente, ayayeros. O sea, sí lo son cuando se les oye en una intervención cualquiera; pero su rol va más allá de proferir meros ‘ayayays’ por su líder. Incluso Salas, el más entusiasta, el que justifica cualquier coartada de la defensa jurídica del presidente y cualquier designación polémica, es más que un mero franelero. De todos modos, no se ha salvado de que su obsecuencia sea viralizada en crueles memes. Uno de ellos lo mostraba a punto de entregarse en lugar de Yenifer Paredes. Su partido, Somos Perú, le había dado licencia pero, avergonzado, lo conminó a renunciar para ocultar que, en realidad, había sido su velado aporte (ni siquiera cuota) al gabinete. Se les había ido de las manos y ahora prefieren marcar distancia con Castillo.
Chero no se queda atrás poniendo énfasis en temas legales, como asesor jurídico del Estado que es; aunque nadie como Alejandro poniendo el pecho sin esquivar ninguna pregunta, encajando todas las balas. Tal es su lealtad que, cuando Aníbal Torres difundió en Twitter su carta de renuncia revocable, se pensó que podría ser su sucesor. Sin embargo, aunque más sobrio y menos entusiasta, Roberto Sánchez también se pintaba como posible sucesor, pues tiene más experiencia política (encabeza Juntos Por el Perú, la plataforma que sirvió a la candidatura de Verónika Mendoza) y, aprovechando su rol en el Mincetur, ha dado señales de paz a gremios empresariales en nombre del gobierno.
Esto del grupo de ministros voceros que dejan su cartera en el estante, es un fenómeno del castillismo. No lo habíamos visto antes. En primer lugar, se conocieron en el gabinete. Salas entró a él recién en febrero y Serna lo había hecho a fines de diciembre. Un aparte para Rosendo: Es vocero por el interés específico que Pedro Castillo tiene –o aparenta tener- en Educación, cartera que se la han pedido con insistencia, como cuota, los maestros congresistas del Bloque Magisterial. Oficializándolo como su vocero, Castillo le puede decir a sus profesores aliados que Rosendo le es indispensable, que no lo puede cambiar y que, no se preocupen, va a respetar la agenda del Bloque. En efecto, ya lo hizo al atacar las bases legales de la Derrama Magisterial y el Sutep, enemigos mortales del Bloque. Del grupo, Serna es el único al que sí le preguntan por su cartera en las entrevistas televisivas. Es vocero por accidente político y pierde la paciencia en el intento.
No son pues, meros ayayeros, son algo más. Son un grupo que tiene interés en participar en el gobierno más allá de sus carteras. Les cuento una anécdota sobre Chero, que involucra a otro ex ministro que, de mantenerse en el gabinete, sería de la partida. Me refiero al ex fiscal y ex ministro del Interior y de Defensa, Juan Carrasco Millones. Félix llegó al gobierno como jefe del gabinete de asesores de Carrasco cuando este fue ministro de Defensa. Una fuente me contó que, en una reunión en la que estaban presentes Carrasco, Chero y el ministro Roberto Sánchez, se comentó que Chero podría ser el nuevo secretario general del despacho presidencial, ante la inminente salida de Carlos Jaico, secretario en ese entonces. Esa anécdota confirma, pues, que ministros de carteras muy distintas entre sí, han buscado armar grupo de intereses compartidos. Carrasco desapareció del gabinete pero no del espectro de Sánchez, pues es el candidato de su partido, Juntos Por el Perú, al gobierno regional de Lambayeque. El amigo Chero no reemplazó a Jaico, porque se le presentó una oportunidad mejor: reemplazar a Aníbal Torres que dejaba el Minjus para ser PCM.
Torres es el premier que necesitaban, pues no interfiere en su relación directa con el presidente ni tiene planes de armar su propio grupo. Guido Bellido velaba por los intereses de Perú Libre y se hubiera opuesto a una dinámica extraña bajo sus narices. Mirtha Vásquez, en continua fricción con el presidente, armó su propio grupo con ministros que acabaron, de un solo plumazo, separados por este: Pedro Francke, Anahí Durand, Avelino Guillén y Gisela Ortiz. Castillo necesitaba su propio grupo y lo obtuvo sin que lo buscara. Ellos se acercaron a él.
Compartir poder
El ayayero tradicional tiene un líder que brilla y, por lo tanto, merece, desde su punto de vista encandilado, pasarle franela para mantener su brillo. Pedro Castillo, por el contrario, es débil y opaco, muy limitado; deja a su paso un vacío de poder que necesita ser llenado. No es el autócrata que controla los resortes del poder de tal modo que sus leales se acercan a recibir órdenes y recompensas. Castillo no sabe dar órdenes sino imprecisas y de poca envergadura, pedidos de nombramientos o vetos. Es un hombre con frustración autoritaria, que tiene mucho más poder del que puede manejar y, por lo tanto –he aquí la clave de esta crónica- tiene que compartir algo de este con los leales que se le acercan. Este grupo participa activamente en la toma de decisiones. ¿Quieren un ejemplo? Según mis fuentes, fueron cruciales para que Castillo decida prescindir del ex canciller Miguel Rodríguez Mackay y vuelva a fichar a César Landa. Eso es obra de ellos.
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Otros ejemplos. Conversé con tres ex ministros que me han contado que cuando acaban los consejos de ministros, el grupo de voceros también manifiesta su obsecuencia con el presidente; y se retiran con él a su despacho, con el añadido circunstancial de algún ministro que debía resolver algún tema urgente. O sea, los voceros de áreas y competencias diversas, se entrometen, informalmente, en el debate y solución de problemas que atañen a Energía y Minas, Ambiente o Vivienda.
El discurso de Castillo en la ONU, con declaraciones a favor de las ‘Malvinas argentinas’, de Palestina y de la República Saharaui muy probablemente representa no solo el sentir de la izquierda diplomática, sino del grupo de los 5. Es un quinteto que vive con más serenidad que el presidente, pues la defensa legal efectiva de Castillo y las temeridades obstruccionistas, quedan para los abogados, para la DINI y para el ministro del Interior Willy Huerta, que no es del grupo. De todos modos, Torres y Chero ya han sido incluidos en indagaciones fiscales pues, desde sus puestos en PCM y el Minjus, se les imputa haber interferido en la justicia.
¿El grupo está completo o puede alterarse? En los días amargos para el presidente que siguieron al allanamiento de la residencia palaciega en búsqueda de Yenifer Paredes, el grupo definió su perfil. Fueron tres noches de discursos encendidos, flanqueando al presidente fatigado, tomando incluso su lugar y su voz, confrontando a todas las fuerzas vivas opositoras. El auditorio se encendía cuando oía a Torres, que cobró nueva vida arremetiendo contra el Congreso y la Fiscalía.
El grupo se reafirmó en esos días y provocó críticas por dejar a un lado sus carteras. Es en ese momento que cobra sentido la RM: darles cobertura legal para hablar más allá de sus ministerios (la fundamentación de motivos se concentra en explicar las razones legales que los autorizan a hablar del gobierno en general) y diferenciarlos del resto de ministros, que no tienen ni vocación ni convicción de defender nada más allá de sus sectores. Por ejemplo, no hubiera estado allí el ex ministro de Ambiente, Modesto Montoya, que defendía a Castillo a su modo, sin libreto, y esa fue una de las razones por las que fue cambiado.
No ha sido de la partida, curiosamente, Betssy Chávez. Hace algunos meses, cuando era ministra de Trabajo (fue censurada, e hizo enroque con Salas, ella tomó Cultura y él paso a Trabajo), era vocera esforzada y espontánea; pero algo ha cambiado en su carácter –no he logrado una respuesta clara de mis fuentes ni de la propia Betssy- que la han aislado. Da la impresión que su personalidad, en estas brumosas circunstancias, desborda los límites de la vocería compartida.
El grupo no necesita cualquier ministro adicional, pero sí abre los brazos, es más, invita y hasta presiona, a la participación de Landa y del ministro de Economía, Kurt Burneo. Con estos dos se sentirían propiamente un grupo de estado. Sin embargo, ninguno de los dos, menos aún Burneo, se siente cómodo cuando le preguntan por temas ajenos a sus carteras. Hay que tener un perfil especial, una vocación de aquiescencia y a la vez ganas de atrapar cachitos de poder, que no estén en hojas de vida como las del canciller y el MEF. Pero sí pueden estarlo en los perfiles de los nuevos ministros.
Por ejemplo, la nueva ministra de la Mujer, Claudia Dávila, tiene vocación de vocera pues ha defendido la contratación como asesor viceministerial en el MIMP, del controvertido Beder Camacho (ex subsecretario general del despacho presidencial, involucrado en las investigaciones sobre las presuntas coimas por ascensos policiales). Sergio Tejada, ex jefe del Inabif, me contó que cuando Dávila le pidió su renuncia, le dijo que había recibido ‘indicaciones’ al respecto. Había trascendido que Camacho quería ir al Inabif, de modo que se sobrentendía de dónde venían las indicaciones. Tal es el precario equilibrio en las alturas del poder: ministros que se acomodan a las ‘indicaciones’ de un presidente autoritario sin recursos, que no trasciende el corto plazo.