La percepción de inseguridad nacional está muy por encima de la victimización real. Cuando uno tiene miedo, tiembla y ve el vaso medio vacío. Lo confirman los últimos datos del INEI: Preguntada la gente hasta junio del 2024 si fue víctima de un delito (robo, asalto, extorsión o cualquier otro), el 27% respondió que sí. Preguntada la gente si se siente insegura, la cifra ha subido entre mayo y junio de este año de 85.9% a 86.1%. O sea, algo menos de un tercio de peruanos ha sido víctima real del crimen; pero 86%, la enorme mayoría, se siente insegura porque sabe lo que le pasó al 29.7%. Otro par de datos en el mismo agujero del vaso que se vacía: el 31.1% dice que existe vigilancia de la PNP, más que el 30.2% de la anterior medición; pero la confianza en la policía para el periodo de enero a junio de este año es de 19.4%, menos que en el mismo periodo del 2023 (21.5%).
Hasta aquí las inseguridades suya y mía. Ahora piensen en la inseguridad de los ministros que desde el mensaje del 28 de julio han sufrido con la cantaleta de la fusión de ministerios, a pesar de que hasta ahora el gobierno no difunde un proyecto, ni siquiera mencionan las carteras que serían apareadas y absorbidas una en la otra. No salimos de esa y en esta semana les cayó el trascendido de que algunos serían cambiados ‘a lo Dina’, o sea, avisados apenas unas horas antes e invitados a Palacio para un pequeño adiós en grupo y sin explicaciones (he conversado con más de un exministro que ha pasado por eso). La idea de fusionar ministerios (ver nuestra crónica “Todo por el ‘Mininfra’” del domingo pasado) es tan complicada para este gobierno débil, que creemos que se promovió en buena parte para aplacar el miedo al crecimiento del Estado que implica el proyecto de crear el ministerio de infraestructura, o sea, te doy un ministerio más pero te quito dos).
El problema es que la gracia de las fusiones ha generado tantas expectativas insatisfechas (conservadores que quieren invisibilizar el ministerio de la Mujer y el de Cultura, liberales anti estatistas que quieren desaparecer carteras a lo Milei) y tantos rechazos (feministas que defienden a Mujer, empresarios exportadores que defienden a Comercio y Turismo); que una manera de acallar a todos, mientras una comisión multisectorial evalúa desganadamente el tema, puede ser refrescarnos con ajustes de gabinete. Es mucho más fácil cambiar ministros que fusionarlos.
Rumores de auto confirmación
Hay una red de intermediarios y consultas que impide decir a ciencia cierta, ‘tal ministro es cuota de tal partido’ o ‘Keiko puso a fulano, la Confiep puso a mengano’. Pero en discursos, acciones y afectos apenas disimulados, se advierte cuando el gobierno ha querido que un sector político, empresarial o gremial sienta que le ha sido concedido un ministro alineado con sus intereses. Los casos más notorios, que podemos mencionar sin temor a equivocarnos son los de Rómulo Mucho en Energía y Minas, celebrado por toda la comunidad minera; y el de Ángel Manero en Agricultura, aplaudido por los agroexportadores. Por eso, la continuidad de Mucho no encuentra objeción; y la de Manero podría imponerse a pesar de sus dislates sobre la ‘inseguridad alimentaria’ que le han costado que se corran firmas para una moción de interpelación. De forma menos visible, se puede decir que el ministro de Ambiente, Juan Castro Vargas, también fue designado pensando en conciliar con el empresariado y la derecha, quienes no quieren allí a un ‘verde’ radical y trabador. Parte del gabinete, sin lugar a dudas, así cómo los cambios próximos, se explican por el afán de complacer a gremios sectoriales y bancadas. Lo ideal es que los primeros estén alineados con las segundas. Por todo esto es que en los últimos tiempos no prosperan muchas interpelaciones o censuras que vienen de la izquierda ajena al ‘Bloque’. No solo tenemos leyes ‘conversadas’ entre poderes, sino ministros.
Esto no pasa en sectores que son campo de batalla ideológico, como Mujer y Cultura, por lo que Teresa Hernández y Leslie Urteaga están entre las más inseguras. Otra mujer del gabinete, la ministra de Vivienda Hania Pérez de Cuellar, que en algún momento fue la voz más política del Ejecutivo, ha adoptado un perfil bajo que delata cierta lejanía con Dina y con la obligación de ser escudera (es muy probable que un reportaje dominical que reveló que la ministra había visitado a Harvey Colchado para obtener información sobre funcionarios que le proponían nombrar, haya sido un hito en ese cambio de perfil). A Daniel Maurate de Trabajo, el de mayor experiencia política del lote pues fue ministro en tiempos de Humala, también se le siente más incómodo que antes haciendo esgrima en nombre de Dina.
Por encima de todos los nombrados está, por supuesto, el MEF, la gran barrera de todos los pedidos a Dina y al Estado. El ministro José Arista enfrenta un crítico fuego cruzado. Algunos, como el mismísimo Consejo Fiscal, lo critican porque se ha dejado doblar demasiado el brazo, ampliando el déficit fiscal, dejando aprobar leyes sin pelear por su observancia, permitiendo que el gobierno aumente irresponsablemente el gasto corriente, en fin, todos esos descuidos que nos ponen al borde de perder el grado de inversión. Otros lo critican porque no se ha dejado arrancar de cuajo el brazo. Por lo tanto, izquierda y derecha lo tienen en la mira y ello se plasma en las listas tentativas de los caídos rumoreados, pues la mayoría lo incluye. Por ejemplo, Renovación Popular no lo quiere porque quiso limitar la emisión de bonos de su líder Rafael López Aliaga en la alcaldía de Lima. Estos pequeños o grandes detalles determinan, para un gobierno que no solo trata de convivir con el Congreso sino con el empresariado y los GORES, la vigencia o cambio de un ministro.
Pero, alto ahí a los rumores entusiastas que quieren bajarse medio gabinete: hay una cuota grande que se respeta ¿Cuál es? La que la propia Dina, la que comparte con Adrianzén, quien ha hecho lo posible por mimetizarse con los intereses de su presidenta, aunque se distrae en sus batallas particulares frunciendo el ceño hasta en 90 grados. Allí están, claro que sí, Julio Demartini, un vocero que no mete la pata como otros y que está a cargo del único ministerio que Dina conoce a fondo, el Midis. Allí está Morgan Quero, ex jefe de su gabinete de asesores en el Midis y en Palacio y quien ha dado señales de querer conciliar con los conservadores que no perdonarían en Educación a un ‘caviar’ que les subraye el enfoque de género en el currículum y la lectura progresista de la historia del Perú. Allí está Eduardo Arana, ministro de Justicia que no solo es un asesor clave de Dina, sino que –según diversas fuentes- ha cobrado tal importancia en su entorno que es quien planea con ella los próximos cambios ministeriales. Estratégicamente ha adoptado un perfil bajo, absteniéndose de declarar. Hace un par de meses, una fuente nos alertó sobre serias fricciones entre él y Adrianzén, acicateadas, entre otros temas, por la insistencia del segundo en pelear contra la Corte IDH. Esa ruta de colisión entre un querido ‘ministro asesor’ de Dina y un premier reactivo y con particulares obsesiones, podría llegar pronto a un ‘crash’ fulminante con cambio de gabinete. ‘Last but not least’, está Juan José Santiváñez, a quien Dina se aferra (lo que vimos durante la semana no fue solo un abrazo sino prenderse del salvavidas que le ahorra el trauma de un nuevo cambio en el Mininter y que le podría hacer sentir que sí está haciendo algo, caleta nomás, por ayudar a su hermano del alma antes de que se decida su prisión preventiva).
Sin embargo, hablé el jueves con una fuente del gabinete que me dijo que no sabía, ni tenía señales de un cambio inminente de ministros. Tampoco sabía de conversaciones dentro del gobierno sobre fusiones específicas de un ministerio con otro (Midis con Mujer, Producción con Mincetur, MTC con Vivienda, Educación con Cultura) más allá de que es un tema que se estudia con calma pues hay mucho pan por rebanar entre cambios de LOPE (leyes orgánicas del poder ejecutivo) y mil detalles administrativos. Hay una mesa técnica intersectorial que elaborará la ‘propuesta de reordenamiento del aparato estatal’ (según documento posteado por el colega Alonso Ramos) pero tampoco sabemos que tenga el mandato expreso de proponer fusiones específicas. En todo caso, mientras se afina la propuesta, se disiparán o confirmarán los rumores del ajuste –o ajustón si incluyera a Adrianzén- del gabinete.
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