En Escenas de un matrimonio 2 (17/9/21), nos quedamos con Vladimir Cerrón y Guido Bellido procesando en silencio la pica por ver partir de gira a México y EE.UU. a Pedro Castillo sin nadie de Perú Libre en la comitiva, rodeado de su entorno íntimo. Tras la partida, hubo unas horas de silencio, como disimulando el pesar por la rúbrica presidencial en la ley que permite incinerar los restos de los cabecillas de Sendero Luminoso, esos sanguinarios con los que comparten algunas definiciones de origen. Mientras Pedro resolvía dilemas tan incruentos como llevar o no el sombrero en las cumbres o hablar de sí mismo o del Perú; Vladimir, que ni si quiera puede viajar pues tiene impedimento judicial de salida; analizaba cómo recibir, si cauto o provocador, el intenso fuego del Ministerio Público.
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El sábado 18 fue uno de los días más tranquilos de los últimos tiempos, un pequeño descenso en la montaña rusa. El Perú celebraba la rápida promulgación de la ley para cremar los restos de Abimael Guzmán. Castillo la firmó antes de tomar el avión a México. Necesitaba viajar en paz, sin presión congresal. Pero, si bien pudo aquietar al flanco externo, no pudo hacer lo mismo con el interno. Al cerronismo no le gustaba ni la ley promulgada ni el viaje a las multilaterales ubicadas en ‘las entrañas del monstruo’ (EE.UU. en la jerga de la vieja izquierda). Era fácil adivinar que Cerrón y Bellido harían algo para desfogar tanta pica acumulada y pincharle un globo a Castillo.
Para qué te vas
Vladimir Cerrón estuvo discreto en el Twitter, rumiando la gira. Dejemos de lado la bulla sobre su candidatura al 2026, pues no la alentó él; la alentó el prófugo Arturo ‘Pinturita’ Cárdenas, secretario de organización de Perú Libre (PL), en un video de fecha imprecisa difundido el domingo. Lo que sí estaba en su cancha partidaria, y lleva la firma de su hermano Waldemar, el portavoz de la bancada, es el proyecto de ley del congresista Abel Reyes, que desliza la posibilidad de controlar contenidos en los medios de comunicación. Es vago e impreciso, no tiene votos ni chance, pero fue presentado, provocadoramente, el mismo día que partió Castillo, amenazando robar cámaras a su gira.
Eso no fue nada, lo que pasó en la medianoche del lunes fue un arrebato de altísimo calibre. Podemos especular –el par no nos responde- que Bellido, por si solo, no hubiera sido capaz de algo tan temerario sino contaba con el acicate o la anuencia de Cerrón. Tuiteó que el canciller Óscar Maúrtua y el vicecanciller Luis Enrique Chávez (más temprano, inquirido por la prensa, este se había referido a la ilegitimidad de las autoridades venezolanas); podían irse del gabinete.
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El episodio de Íber Maraví, de quien Bellido prácticamente anunció su renuncia, y luego tuvo que tragarse sus palabras, hacía prever que la cancillería no le iba a responder. En efecto, así fue, salvo un gaseoso comunicado sobre el estado de las relaciones con Venezuela. Pero lo más provocador fue que el ataque lo hiciera horas antes del discurso de Pedro Castillo en la asamblea anual de la ONU, el momento culminante de la gira. La bronca y la pica, trocó en ánimo de boicot. Más aún, en el tuit, Bellido reveló que Castillo se había reunido con Nicolás Maduro. Mis fuentes diplomáticas dicen que no ha habido un encuentro bilateral planificado y que, en eventos como el de México, es muy fácil que un presidente aborde a otro y conversen unos minutos.
El propio Maduro, unas horas después, confirmó el encuentro. Con este gesto, podemos sospechar que la diplomacia venezolana y el cerronismo, tienen vasos comunicantes. Maduro fue canciller antes que presidente, y conoce el valor de un abordaje a un presidente incauto. Ni a su gobierno ni a Cerrón les gustaba la gira manejada por el cuerpo diplomático peruano que ni siquiera reconoce la legitimidad del gobierno chavista. Pero a Castillo sí le gustó el viaje y se le veía encantado. En Washington estuvo tan relajado, que prefirió no leer un discurso ante el consejo permanente de la OEA, sino contar parte de su vida; y estuvo risueño en las varias reuniones que tuvo. Maúrtua y Harold Forsyth, nuestro embajador en la OEA y presidente de su consejo permanente, lo acompañaron en la cita con el jefe del ente, Luis Almagro.
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Hubo otros encuentros, más distendidos: Castillo conversó largo rato con el doctor Elmer Huerta, con Michael Shifter el latinoamericanista que preside la ONG Diálogo Interamericano, y con Kathleen Kennedy, hija de Bob y sobrina de John F. Los Kennedy están entre los mayores referentes de la historia contemporánea para el profesor. Tan contento estuvo con Kathleen que tuiteó una foto de ambos. Kathleen le habló del viaje de su padre al Perú en noviembre de 1965 (fue asesinado el 5 de junio de 1968) y, según me cuentan, lo abrazó y le dijo “you are terrific”.
El profesor de Puña estaba flotando entre las nubes en la madrugada del 21, arrullado con imágenes de Washington, Nueva York, los Kennedy, Almagro, el Capitolio, los rascacielos; mientras su premier medía los caracteres de un bilioso tuit para fregarle la gira, develando, de paso, su encuentro con el compañero Nicolás. Vladimir y Guido lo hicieron volver a la realidad nacional y le dieron su propia dosis de multilateralismo, antes de que el avión pisara suelo peruano.
El diario de casa
Todos los analistas y políticos que han leído las actas de los consejos de ministros que esta semana se divulgaron –¡bendita la transparencia de ley!- coinciden en un punto: la escasa participación del presidente. Interviene poco, no da línea, se ausenta con frecuencia (esto no lo dicen las actas, lo dijo el ministro Ciro Gálvez tratando de excusarlo). Sus pocas intervenciones son para recomendaciones generales sobre temas urgentes y manifiesta una reiterada preocupación porque los ministros no hagan malas contrataciones.
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Para solo mencionar a dos recientes antecesores, Francisco Sagasti y Martín Vizcarra, ellos sí dirigían y orientaban a los ministros y las actas lo demuestran. En esta temporada, Bellido interviene y es quien define, más que el presidente, las propuestas de solución sobre los temas de la agenda. Le pregunté a dos personajes que conocen muy bien los procesos palaciegos y me hacen dos observaciones: el estilo de llenar las actas no favorece a Pedro Castillo, pues se le registra como un invitado más, incluyendo intervenciones y preguntas que no tendrían necesariamente que registrarse; pero tampoco se puede ocultar su desorientación.
Mis consultados descartan mala intención en el llenado de las actas, función que recae en el secretario del consejo de ministros, Julio Salas Becerra, funcionario de carrera que trabajaba como asesor jurídico en el despacho presidencial anterior. Mucha más responsabilidad, ven en le secretario del despacho presidencial, Bruno Pacheco. En nuestro presidencialismo, el que manda en el consejo es el presidente, y su secretario, sino prepara el consejo mismo, por lo menos tendría que preparar la performance del presidente en el consejo. Pero, he ahí, que Pacheco es compañero de luchas gremiales de Castillo, sin experiencia para la función que ocupa.
En conclusión, la impericia de Castillo y de su equipo íntimo, parece haber dejado la organización de los consejos en la cancha de Bellido, la PCM. No le harán caso los ministros que quiere botar (y que esperan que el presidente lo bote a él), pero ha estado manejando el diario de la casa. El cerronismo gana en esta escena.
No hay consejo
Nos estábamos preparando para el ‘match’ del consejo de ministros del miércoles, pero ha sido postergado. ¿El presidente dejaría que se procese allí la bronca de Bellido con Maúrtua o por fin tomaría la decisión que varios ministros le suplican en silencio? Aníbal Torres, enemigo público del cerronismo, se quedó a cargo de las carteras de Pedro Francke y de Maúrtua. Que ese par le dejara las llaves de su casa al único que le ha cantado cuatro cosas a Vladimir Cerrón, va configurando una suerte de bloque anti cerronista en el gabinete. Quien parece haberse sumado a ellos, declarando abiertamente a favor de Maúrtua, es el ministro del Interior, Juan Carrasco.
Dina Boluarte, como contamos en una crónica pasada, ha sostenido delante del presidente y de otros ministros, que Guido Bellido debe ser reemplazado. El jueves partió con varios ministros a la asamblea de gobiernos regionales en Iquitos. También viajó Bellido y hoy viernes, el presidente ha anunciado que estará en la clausura. “El sombrero”, periódico de simpatizantes de Perú Libre, publicó ayer este titular: “Si sacan a Guido Bellido, Dina Boluarte sería la premier. Las bases del partido, sindicatos y organizaciones populares la respaldan”. Según mis fuentes, Boluarte estaría dispuesta a aceptar el encargo pero no como una propuesta cerronista para satisfacer al partido al que sigue estando afiliada, sino concertando con otros sectores, pues ese es el perfil que quiere labrarse. Pero ni ella ni otros actores del entorno pueden prever qué decidirá el presidente, si será su decisión personal o del matrimonio político. No descartemos que Cerrón participe plenamente en la confección de un nuevo gabinete.
Bellido volvió el jueves a la carga contra la cancillería, explicando con más detalle su desacuerdo con las declaraciones del vice canciller. El ala este (presidencia) y el ala oeste (PCM) de Palacio de Gobierno siguen conmocionadas e impacientes ante la indecisión del presidente. Según un miembro del entorno, el miedo a perder parte de la bancada (si saca a Bellido de una forma tal que rompa con Cerrón) y a perder parte de su respaldo magisterial (si saca a Íber Maraví); lo llevan a prolongar la agonía de su primer gabinete. En una semana que pide definiciones, ganan las indecisiones.
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