En la hoja de vida del ministro de Educación, Rosendo Serna, no hay un antecedente penal de colusión, falsedad genérica u otro tipo delictivo de esos que vienen pegados, como etiquetas, a algunos funcionarios designados por Pedro Castillo. Lo que llama la atención es una sentencia adversa del Tribunal Constitucional, del 17 de julio del 2006. No lo condenan a nada, ni siquiera a pagar una multa, pero el tribunal le jala las orejas por haber negado —cuando era director regional de Educación en Huánuco— el goce de licencia sindical al dirigente del Sutep y militante de Patria Roja (PR), Hugo Gabriel Uruncuy Benito.
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“Ordenar a don Rosendo Leoncio Serna Román que no vuelva a incurrir en la conducta que motivó la interposición de la presente demanda, bajo apercibimiento de aplicársele las medidas coercitivas previstas en el artículo 22 del Código Procesal Constitucional”, reza el jalón de orejas en la parte resolutiva de la sentencia. La sanción, según ese artículo, podía ser económica y llegar hasta la destitución. ¿Pero por qué llegó tan lejos, al más alto escalafón de la justicia, el reclamo del sutepista?
Ubiqué a Uruncuy, que sigue siendo docente en Huánuco, aunque ya no hace vida sindical ni partidaria. Le pregunté si había alguna razón personal, una ojeriza particular, una pica por algún entuerto del pasado. “Lo conozco, pero no éramos amigos, creo que no fue algo personal. El problema, a mi entender, fue que en la universidad [Nacional Hermilio Valdizán, de Huánuco], tuvo formación con el Focep [grupo de izquierda trotskista, rival de PR] y esa bronca se mezcló con los temas del sindicato”.
Izquierda peleona
Le pedí la versión al ministro y me la envió por escrito. Serna dice que no buscó que el caso llegara a ningún extremo, que la decisión fue de la UGEL (unidad de gestión educativa local) de la provincia huanuqueña de Yarowilca, donde enseñaba Uruncuy. y que tenía su propio director. “A mí la norma me tocó por ser el director regional de educación y porque el profesor afectado la planteó en mi contra”.
También le pregunté al profesor ministro, si su pasada militancia le acarreó broncas con PR y el Sutep. “Las discrepancias que yo como maestro pueda tener con este gremio o el partido que lo controla, nunca me generaron un prejuicio (…). Hablo permanentemente con colegas afiliados al Sutep y tengo amistad con muchos de ellos”. De paso, Serna aclara lo que dijo Uruncuy sobre su ubicación en el pantone de la izquierda. “Nunca milité en el Focep, yo simpaticé con Izquierda Unida, participé de sus actividades y entre los partidos que conformaban IU estaban precisamente el Focep y el PC del P [Partido Comunista del Perú] Patria Roja. Claro que había discrepancias entre los partidos y los independientes, como en todo frente político, pero yo no milité en el Focep”.
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Si nos atenemos al recuerdo amable, casi nostálgico, que el ministro tiene del frente de izquierda; tendríamos concluir que es un hombre muy templado, porque Uruncuy recuerda que estaban en bronca permanente. Rosendo Serna, por su cargo (del 2003 al 2014 estuvo en la dirección regional), tenía que lidiar con los paros y ataques políticos del Sutep. Según recuerda Uruncuy, el hoy ministro alguna vez debatió con Nilver López, el secretario general nacional del sindicato. El sutepista calla unos segundos, ríe y evoca un conflicto que acabó con una marcha de profesores llevando un ataúd simbólico con el nombre de Serna, coreado, por varios profesores que sentían que le tenían cuentas pendientes. Gajes de la política magisterial.
A ellos no los toques
Que Pedro Castillo no quiere al Sutep es harto sabido. Castillo es del grupo de ovejas que huyeron del redil ante la hegemonía de Patria Roja en el sindicato (la historia la contamos en la crónica “El mayor enemigo de Pedro Castillo” del 4/1/2022). El drama nacional es que la fuga desde los dominios del mayor sindicato del Perú (con alrededor de 300 mil afiliados según fuentes del Sutep), no fue hacia el centro y hacia la moderación, sino hacia la extrema izquierda con influjo del Movadef, que fundaron el Conare (Comité Nacional de Reorientación y Reconstitución del Sutep). Facciones del Conare fueron las que escogieron a un delegado provincial de Chota, Castillo, para liderar la huelga que lo catapultó a una pasajera fama en el 2017.
De ese extremo y de esa condición de enemigos de la hegemonía de PR en el Sutep, son los compañeros de lucha del presidente, ahora nucleados en la Fenate Perú (Federación Nacional de Trabajadores de la Educación) y reconocidos oficialmente por su colega Íber Maraví cuando fue ministro de Trabajo. Los maestros hoy presionan desde la Fenate, desde la bancada de Perú Libre (hay una docena de ellos ahí), desde puestos en el Ejecutivo (El Comercio recientemente reveló que otra docena de prefectos son profesores) y desde el naciente Partido Magisterial y Popular. Muy difícilmente aceptarían que su colega presidente coloque en el Minedu a un profesional que no atienda sus demandas.
En un principio, aceptaron a Juan Cadillo porque era un profesor con un premio internacional. Cadillo no fue solícito con sus demandas y esa fue una de las razones por las cuales, aprovechando al cambio del gabinete Guido Bellido por el de Mirtha Vásquez, Castillo lo reemplazó por Carlos Gallardo, quien sí era amigo de la Fenate y tenía una historia de animadversión con el Sutep y con PR. La censura de Gallardo obligó a Castillo a buscar un reemplazo más técnico y concertado con Mirtha Vásquez, quien no iba a aceptar, pues, a un Édgar Tello, profesor y congresista que se ofreció públicamente para el cargo. Serna, cuando no estuvo en la dirección regional en Huánuco, trabajó en el Minedu (entre el 2014 y el 2019); es ajeno a PR y viene de las canteras de la IU, moderadas en comparación a la Fenate. Está afiliado desde el 2020 a Juntos Por el Perú, el frente formado por Nuevo Perú, el partido de Verónika Mendoza y el rebautizado Partido Humanista de Yehude Simon y del actual ministro de Comercio y Turismo, Roberto Sánchez. Ha explicado que su afiliación sólo se debió a que pensaba postular en las elecciones congresales por Huánuco, pero su candidatura no cuajó.
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Sobre la relación de Serna con la ultra izquierda magisterial, Uruncuy me dijo: “No creo que lo haya sido, pero por la bronca con nosotros, puede que se haya acercado y les haya hecho algunos favores, cuando estaba en la dirección regional”. Le pregunté al ministro sobre qué hará para garantizar su imparcialidad ante las pasiones del magisterio y me respondió: “En mi condición de funcionario público no le cerré ni le cerraré la puerta a ninguna persona, asociación o gremio. Es más, ya coordinamos una reunión con el Sutep, ellos vendrán con sus demandas y nosotros los escucharemos y buscaremos soluciones y de ellos esperamos todo su apoyo en la campaña por el retorno seguro de nuestros alumnos a las aulas”.
Mis fuentes del Sutep me dijeron que no estaban notificados de esa reunión, pero que irían pues ellos la han solicitado. También están a la espera de que el Minedu les confirme su reconocimiento como sindicato mayoritario y titular de la negociación colectiva con el sector. El plazo se venció el 30 de noviembre y, según el Sutep, los de la Fenate, no asistieron a inscribirse. Pedí al Minedu la documentación sobre esos registros y no me la han proporcionado.
He ahí la madre de las tribulaciones del ministro Serna. No será Patria Roja ni el Sutep ni otros actores de la Educación, sino la Fenate y sus demandas. Una de ellas, no verbalizada pero real según me la comentan varios observadores del sector, es la renuencia de sus afiliados a volver a clases presenciales. Muchos maestros se han acostumbrado al ahorro económico y de tiempo y a la oportunidad de generar otras fuentes de ingreso gracias al teletrabajo. Ello es fácil de comprender, pues muchos trabajadores pasamos por lo mismo. Pero no tenemos un colega presidente a quien pedirle que desbarate una política de estado, porque no provoca salir de casa. El ministro la tiene difícil.
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