No esperen de la Iglesia católica un comunicado que se aupe al ‘¡qué se vayan todos!’ o que nos pida ser pacientes hasta el 2026 con ‘Pedro, la oveja descarriada’. El clero contemporáneo no incendia praderas ni condena a la hoguera. Se reúne, discute y de ahí sale un cálido humo blanco. Ni siquiera señala a los culpables con nombre y apellido porque se atiene al lema de “no importan los principios, sino las personas”. De modo que, como me piden mis fuentes eclesiales, contentémonos con estas líneas del punto 15, uno de los 18 puntos del extenso comunicado de la CEP (Conferencia Episcopal Peruana) de jueves pasado:
“El consenso social pide dar paso a una transición política que busque, urgentemente, una salida a la crisis actual, priorizando una reforma política para recuperar la credibilidad, la confianza y la esperanza”. ¡Transición política! Esa es la frase que lo dice todo. En otras latitudes significaría poco o nada; pero aquí la historia no deja lugar a dudas de cómo entenderla: interrumpir el mandato de Pedro Castillo. Sucedió en el 2000 con Alberto Fujimori y en el 2020 con Martín Vizcarra. A los cortos gobiernos presididos por Valentín Paniagua y Francisco Sagasti se les llamó transición. Eso es lo que piden los 55 obispos del Perú reunidos en la CEP: que se vaya Castillo.
Mira: La Conferencia Episcopal Peruana lanzó su comunicado en conferencia de prensa.
Antecedentes
¿Por qué lo dicen y por qué ahora? En primer lugar, porque cada obispo es peruano y oye la bulla de sus parroquias; en segundo lugar, veamos algunos antecedentes. El 8 de mayo del 2021 la CEP, aliada a la Unión de Iglesias Cristianas Evangélicas, la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos y la asociación civil Transparencia; invitó a firmar a Keiko Fujimori y Pedro Castillo, en plena campaña de segunda vuelta, una proclama en la que se comprometían a gobernar con ley, orden y valores. Eso no se ha cumplido, ¿no?
El cardenal Pedro Barreto, que encarna, grosso modo, el ala de centro izquierda de la Iglesia; mantuvo una relativa cercanía al presidente. Según mis fuentes, Barreto reforzó la designación, como canciller, del embajador en retiro Óscar Maúrtua, amigo desde su juventud. Precisamente, fue acompañado de Maúrtua, de Max Hernández como secretario técnico del Acuerdo Nacional y del congresista Guillermo Bermejo; a hablar con Castillo el 14 de abril pasado. Tras el encuentro, Barreto, hizo declaraciones auspiciosas, como “habrá un nuevo premier que no dependa de Perú Libre ni del entorno del presidente” y otras que daban a entender que Castillo le había prometido encarrilarse en el bien y él le creía.
Conversé con un testigo de esa reunión que me contó que, en realidad, Castillo no hizo tales promesas y que percibió que el cardenal se dejó llevar por su entusiasmo cuando resumió el encuentro ante la prensa. De ahí que la cita haya quedado como un hito del engaño castillista. Sin embargo, si nos atenemos a lo revelado por mi fuente y a lo que sabemos del presidente por innumerables testimonios de quienes lo conocen; Pedro Barreto, en este caso, no fue traicionado por Pedro Castillo sino por su buena fé. Ya era hora de procesar esa traición. Y vaya que lo está haciendo notar, pues el cardenal no solo estuvo en la conferencia de prensa en la que se lanzó el comunicado sino que ha dado más de una entrevista crítica hacia el gobierno. De paso, le respondía así a los hermanos Vladimir y Waldemar Cerrón, que lanzaron tuits anticlericales contra el comunicado de la CEP. Por cierto, Barreto, que es arzobispo de Huancayo se ha enfrentado más de una vez al ex gobernador de Junín, Vladimir Cerrón. Ambos recuerdan a la célebre saga italiana de Don Camilo y Don Peppone, que enfrentaba a un cura ‘progre’ con el alcalde comunista del pueblo.
Valga el antecedente para tener en cuenta que Barreto, actor clave en la Iglesia, tiene razones personales e institucionales, para decirle cuatro cosas al presidente. Miguel Cabrejos, el presidente de la CEP y arzobispo de Trujillo, también tiene las suyas; pero ha sido más discreto que Barreto en ventilar su decepción. Cabrejos tiene dos visitas registradas al despacho presidencial, el 18 de octubre y el 20 de diciembre del año pasado. En ambas estuvo acompañado de Willy Huerta, el actual ministro del Interior, que fue asesor legal de la CEP y, desde agosto del 2020, era encargado de asuntos de la Iglesia católica en el Ministerio de Justicia. Dada esta coincidencia, ¿es Huerta un nexo que puede utilizar Cabrejos para manifestarle las inquietudes de la CEP a Castillo? Lo es, pero no sabemos si los obispos decidieron usarlo.
El último antecedente sucedió el 27 de julio pasado, víspera de las Fiestas Patrias. La CEP lanzó un comunicado en el que se decía que “la lucha contra la corrupción sigue siendo una tarea ineludible”, pero las líneas restantes no proponían nada ni señalaban responsabilidad alguna en el gobierno u otros actores políticos. Era un comunicado gratuito y penoso, menos que un saludo a la bandera. La CEP recibió críticas de allegados a la Iglesia y ya era hora, pues, de aprovechar su Asamblea Nacional Sinodal y sacarse el clavo.
Según mis fuentes, la discusión fue larga pero más consensual de lo que se esperaba. Hubo un primer borrador, bastante más expresivo que lo que quedo, y de allí vino la poda de ideas y adjetivos, que terminó en los 18 puntos de los que 15 son inocuos, pues uno tiene filo anticastillista (el 15 ya citado) y otros dos (el 7 y el 11) son controvertidos, pues reparten culpas por igual al Ejecutivo y al Legislativo. El Congreso tiene una altísima desaprobación ciudadana en los sondeos, mayor aún que la del Ejecutivo, y se la ha ganado con muchas acciones y omisiones; pero no es por él que la Iglesia católica reclama una transición. Ojalá que en adelante, los obispos sean menos confiados y más explícitos.