Dina Boluarte se fue a la cumbre de APEC mientras el ministro del Interior, Vicente Romero, peleó casi solo contra su censura.
1. Las calles de San Francisco
La colaboración, comunión de intereses, pacto de gobernabilidad, llámenlo como quieran, entre el Ejecutivo y el Congreso, pretendió sellarse el martes con una invitación a San Francisco que resultó irresistible para 5 congresistas: Alejandro Cavero de Avanza País, Lady Camones de APP, Elizabeth Medina del Bloque Magisterial, Wilson Soto de AP y Jorge Marticorena de Perú Bicentenario. El primero me contó que viajaron en el avión presidencial pero se alojaron en un hotel distinto al de Dina. Y votó –en remoto- a favor de la censura a Vicente Romero. Camones votó en contra junto a su bancada de APP. Medina lo hizo en contra igual a la mayoría de un Bloque Magisterial acomodaticio que ya olvidó a Pedro Castillo. O sea, no hay un pacto definido, sino una puja por quién saca más de la relación entre poderes sin comprometerse en el intento. En esos afanes, el ‘Bloque País’ (FP, APP, Avanza, Renovación y, a veces, Somos); se dividió. Según me contó Fernando Rospigliosi, Fuerza Popular también recibió una invitación a San Francisco, pero decidieron no aceptarla.
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Al sumar la invitación a San Francisco con la designación del canciller Javier González Olaechea, celebrada por la derecha congresal; parecía que el gobierno podría provocar un cambio en la correlación de votos para salvar la cabeza de Romero. No fue así. Los viajes no están sirviendo para ganar votos con millas. A propósito de fotos viajeras y bilaterales, esta vez el despacho presidencial y la cancillería, curados de espanto, optaron por no alardear de nada de lo que no estuvieran seguros. De esa forma, nos fuimos enterando de lo que pasaba, hasta el cierre en el que Boluarte se sentó al lado de Biden recibiendo la posta de sus manos. “Vamos a promover las economías y a pasar un rato en Perú” dijo Biden. Hubo un encuentro bilateral con Xi Jinping, el presidente chino, y otros con Filipinas, Malasia y Singapur, de los que nos enteramos luego de que sucedió.
En realidad, la presidenta no podía hacer alarde de su condición remota, cuando tenía a un ministro en capilla y una aprobación tocando fondo (11% según última encuesta de Datum para El Comercio) y con un rasgo caliente en la última de Ipsos Perú: mientras en el nivel socioeconómico A tiene 26% de aprobación, en el sector B y en los demás niveles tiene 12% o menos. Ello podría indicar una suerte de elitización de imprevisibles consecuencias. Sumen que Dina quiere hacer un 6to viaje, a la asunción de mando del ecuatoriano Daniel Noboa el próximo jueves 23.
2. Si no me crees, no crezco
El lema de la CADE 61, ‘volver a creer para volver a crecer’, puso el acento (sin mucha bulla), en el shock de confianza que se necesita tan o más imperiosamente que el shock de inversiones o incentivos para estas. Pero al primer ministro Alberto Otárola le costó captar la sutileza y amplitud del lema. Fue a la inauguración y puso a disposición a 7 ministros para que expliquen medidas de reactivación y destrabe. O sea, el discurso se retrae a las medidas de corto o mediano plazo; pero no abarca esa dimensión socio política de la confianza a la que alude –me lo subrayó el presidente de IPAE y organizador de CADE, Gonzalo Galdos- la consigna.
En realidad, el ministro de Economía, desde que admitió que estábamos en recesión, entró en una frenética serie de anuncios que parecían contradecir lo que había admitido. Ello abona a la tesis de que no lo hizo solo por franqueza sino como una alarma para asegurar la aprobación parlamentaria del crédito suplementario del presupuesto para el 2024. En CADE, al igual que Otárola y medio gabinete, Contreras listó las medidas del Plan Unidos como, por ejemplo, la triplicación del monto del programa Impulso MyPeru de S/. 5 mil millones a S/.15 mil millones. No queda claro que lo que pide el empresariado es un gobierno más creíble en su liderazgo, en su planificación, en su capacidad de reconciliar y disminuir la conflictividad de un país polarizado.
3. Te censuro porque estoy inseguro
La censura a Romero abrió una grieta en la mayoría congresal. APP confirmó su apoyo al gobierno mientras FP votó disciplinadamente en contra de Romero, a pesar de los antecedentes, en gobiernos anteriores, del costo político de censurar creando inestabilidad. Lo que no está claro –pues se ve improvisación en un poder y otro- es si el gobierno buscará un ministro para halagar a la mayoría, como hizo al designar a Javier González-Olaechea de canciller. Ironía naranja y perulibrista, pues de ambos lados vinieron las mociones de censura.
Si ambas bancadas, desde sus trincheras con coincidencias y mesa directiva compartida, querían marcar distancia con el gobierno y responsabilizarlo por la crisis de inseguridad, ahora verán señales para comprometerlos en lo que venga en adelante. Será imposible encontrar a un ministro que contente a derecha e izquierda. El gobierno apuesta a halagar al primer bando a pesar de que, en su desborde de excesos e intereses legislativos, no parará en mientes cuando el gobierno no le dé el amén. Han aprobado, en primera legislatura, la bicameralidad con reelección parlamentaria. De hecho, son dos reformas constructivas, aunque parezcan mero afán de quedarse, vana ilusión para los actuales congresistas, pues el electorado tiende a buscar el cambio drástico de elenco.
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