Un amigo embajador me cita la típica argucia diplomática para resolver un dilema o, mejor dicho, para patearlo al infinito: “En diplomacia, muchas veces, la mejor respuesta es una ambigüedad”. Tengan una para el Grupo de Lima: Perú no se tiene que salir del GL porque no necesita hacerlo y este puede dejar de existir sin que se note. ¿Cómo es eso?
Sucede que el GL está dormido. Su última actividad importante fue una declaración conjunta 7 meses atrás, el 5 de enero de este año, el mismo día en el que se instaló el parlamento venezolano de mayoría chavista. “No reconocemos la legitimidad ni la legalidad de la Asamblea Nacional (…) producto de las elecciones fraudulentas del 6 de diciembre del 2020, organizadas por el régimen ilegítimo de Nicolás Maduro”, firmaron los cancilleres de Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Paraguay y Perú.
El grupo podría morir sin necesidad de una partida de defunción; puesto que tampoco tuvo una de nacimiento. Tampoco tiene estatutos, ni reglas, ni sus declaraciones son vinculantes. Es lo que técnicamente, en el mundo diplomático, se llama ‘un mecanismo’ y, en este caso, informal. Si queremos buscar un referente regional, el mejor es el Grupo de Contadora (nombre de la pequeña isla panameña que albergó la reunión multilateral de 1983), formado para buscar la paz en Nicaragua y Centroamérica. Y tuvo mejor suerte que el GL.
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Ni Maduro ni Trump
A continuación, una breve historia del GL conversada con dos de sus gestores, cuyos nombres –así es la diplomacia- debo mantener en reserva: Por varias temporadas, Venezuela venía siendo un dolor de cabeza para los gobiernos latinos de centro y de derecha. La OEA veía frustrados sus intentos de aplicar la Carta Democrática Interamericana, ese sí un mecanismo institucionalizado, que permite organizar misiones que observen in situ y promuevan mesas de diálogo.
PPK prestaba suma atención a la crisis venezolana e incluso tenía el afán de liderar iniciativas de respaldo diplomático a los opositores y apoyo humanitario a los migrantes, tal vez buscando reconocimiento internacional. Paralelamente, el embajador Hugo de Zela estaba a cargo de la dirección de asuntos americanos en Torre Tagle. Había sido funcionario de la OEA y testigo de las frustradas iniciativas de ese para atacar el problema venezolano. De ahí que pensara que una iniciativa regional fuera de la OEA, podía tener mejor suerte.
De Zela le propuso al canciller Ricardo Luna la idea de convocar a un grupo de países con puntos de vista similares al que primaba en el Perú. Luna estuvo de acuerdo y se lo planteó a PPK durante la cumbre de la Alianza del Pacífico del 30 de junio del 2017 en Cali. A Kuczynski le pareció una buena idea. El primer sondeado fue el canciller mexicano Luis Videgaray que hizo una visita a Lima en julio. Coincidió con los peruanos en un punto esencial: Estados Unidos no debía participar, pues tremenda potencia desvirtuaría la iniciativa latina. Además, Trump estaba en el poder y su solo nombre hacía sonar tambores de invasión armada, cosa que Perú, México y 10 países que se sumaron en los siguientes días, rechazaban de plano.
El 8 de agosto del 2017 se reunieron en Lima cancilleres y representantes de Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay y Perú. Firmaron una declaración conjunta que se llamó ‘de Lima’ en la que manifestaban varias preocupaciones por los ataques de Maduro a los opositores, y rechazaban la Asamblea Nacional Constituyente, usada por el oficialismo para suplantar a la oposición congresal. El mismo día de la reunión se vio que la crisis venezolana merecía un seguimiento constante, y se acordó un mecanismo, manejado por el Perú, para coordinar futuras acciones y comunicados. En ese momento se concibió el grupo, no antes. La idea había sido convocar a una sola reunión. Torre Tagle llamó al mecanismo ‘Grupo de Lima’ porque es usual bautizar a una iniciativa con el nombre de quien la tuvo o de la sede.
Con el tiempo, el grupo experimentó algunas bajas e incorporaciones de acuerdo al temperamento de los gobiernos de turno de sus miembros. Por ejemplo, el kirchnerista de izquierda Alberto Fernández retiró a Argentina en el 2021; pero la derechista Jeanine Áñez incorporó a Bolivia cuando tomó el poder en el 2019. Como era previsible, el nuevo presidente Luis Arce Catacora, correligionario de Evo Morales, retiró a Bolivia del GL. También era previsible que, en el gobierno de Pedro Castillo, Lima se fuera de Lima, pero no nos adelantemos que eso no ha pasado (aún).
Rápidamente, el GL vio que su iniciativa no hacía mella en Maduro. No solo se mantenía incólume sino que venía exportando su tragedia humanitaria a la región. Algunos miembros del grupo, presumiblemente influidos por EE.UU. que tenía un enfoque más agresivo, se radicalizaron en sus gestos y declaraciones. Paraguay, por ejemplo, rompió relaciones con Caracas, cosa que los demás no hemos hecho. Perú ha retirado a su embajador en Caracas y viceversa, pero mantenemos los consulados.
El GL, al ver su insuficiente eco, buscó ampliar el abanico de esfuerzos, hablando con miembros de la Unión de Europea que mantenían contacto con autoridades venezolanas. Pronto se crearía, por iniciativa europea, en el 2019, el llamado Grupo Internacional de Contacto (GIC), más moderado en su enfoque hacia Maduro, que el de Lima. Uruguay, que suele hilar fino en diplomacia, prefirió apoyar ese esfuerzo; más adelante, se sumó Chile. El GL -me lo dice uno de sus gestores- quizá hubiese confluido más rápidamente con el GIC, sino hubiese sido por la crisis venezolana de enero del 2019, cuando la Asamblea Nacional declaró presidente interino a Juan Guaidó.
La fugaz y relativa conquista de la oposición a Maduro, volvió al GL más combativo. Nuestro canciller de entonces, Néstor Popolizio, habló personalmente con Guaidó expresándole el respaldo del grupo. Los miembros del GL acordaron reconocerlo como presidente interino e, incluso, recibir a sus embajadores acreditados. Por eso en Perú, hoy, aunque mantenemos relaciones consulados con Maduro, se reconoce como embajador a Carlos Scull, nombrado por Guaidó y que también realiza algunos trámites consulares –él mismo me lo cuenta- reconocidos por autoridades peruanas. Le pregunté su opinión sobre la suerte que podría correr el GL y, aunque también mantiene expectativas en el GIC liderado por la UE, me dijo: “Los dolientes están en América Latina, aquí están los migrantes; tiene que existir una iniciativa regional, que escuche a todos”.
Béjar no lo ha matado
Hasta donde he podido indagar, nuestra cancillería no ha decidido si abandonará expresamente o no el GL y si comunicará o no su decisión. Quizá se ahorre el feo mensaje ‘Lima abandonó el grupo de Lima’, que parecería que el administrador del grupo de WhastApp lo abandonará antes de la mayoría de sus participantes. Pero esto no es un chat trivial sino un mecanismo para presionar a favor de las víctimas de la crisis venezolana y por eso, la ambigüedad podría ser mejor respuesta que el abandono expreso.
El canciller Héctor Béjar, repito, no ha matado al GL y prefirió evadir el tema en su largo discurso de toma de mando el 2 de agosto en el palacio de Torre Tagle. Habló de todo menos de Caracas. El canciller saliente, Allan Wagner, discurseó pocos minutos antes que él y sí mencionó al elefante en la sala: “Habida cuenta del cambio de contexto en Venezuela, propiciamos lo que llamamos una convergencia entre el GL, el Grupo Internacional de Contacto y el Grupo de Oslo”, dijo Wagner, señalándole a Béjar la ruta más cómoda.
Traducción aproximada de la diplomacia a la política: El Grupo de Lima ya de poco sirve así que mejor confluyamos con los esfuerzos liderados por la UE y los noruegos. La diplomacia peruana no necesita infligirse el chicotazo de liquidar el GL ni infligirle a la oposición venezolana una noticia que suene a derrota frente a Maduro y a alineamiento incondicional con los indulgentes del chavismo. Ese alineamiento ya se va a poner a prueba con la reinserción de Perú en CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) y en Unasur Unión de Naciones Suramericanas). Siempre estuvimos en ambos, desde su creación en el 2010 y 2008, respectivamente, pero Béjar, en su discurso de toma de mando, habló de fortalecer la presencia peruana en ese foro donde Venezuela se beneficia de la mayoría de votos de pequeños estados caribeños o ha hilado sólidas relaciones con algunos vecinos.
Según mis fuentes diplomáticas, Béjar no ha entrado a hacer la revolución a Torre Tagle. Al menos, no por ahora. Ha decidido seguir los lineamientos esenciales que ha dejado Wagner, ha nombrado a un vicecanciller que no desentona con esas líneas maestras, el embajador Luis Enrique Chávez Basagoitia, y, su Comisión Consultiva, la única instancia donde podría evadir a la asesoría de un personaje ajeno al cuerpo diplomático y que no era muy visible en anteriores gestiones, ha anunciado que estará presidida por el ex canciller Manuel Rodríguez Cuadros. Aún no sabemos quiénes serán los otros miembros, pero MRC, hombre de izquierda democrática, no lo va a animar a que se aproxime peligrosamente al chavismo. Por el contrario, él fue quien ideó el mecanismo de la Carta Interamericana que fue asumido por la OEA.
¿Pero, de dónde se agarraron los chavistas para empezar el alboroto si Béjar no dijo nada en su discurso? Sucede que al terminar de discursear, se acercó a la prensa, y un reportero de Exitosa le preguntó reiteradamente sobre la suerte que correría GL. Béjar respondió: “Nuestra política va a ser una política multilateral (…), vamos a continuar lo que el Perú ha venido haciendo anteriormente”. Hasta allí, parecía alineado con la ruta de Wagner, pero la insistencia del reportero lo hizo adelantar una idea: “El GL tiene sus socios, que han cambiado sus puntos de vista, son distintos ahora. Conversaremos con ellos sobre sus puntos de vista”. Cuando le preguntaron por su opinión sobre si había democracia en Venezuela y Cuba, allí optó por retirarse. Ni siquiera prodigó una ambigüedad.
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No dijo si Perú ha cambiado su punto de vista y si tiene algo que proponerle a los socios; pero bastó el tono dubitativo, para que los simpatizantes del socialismo del s. XXI quisieran interpretarlo a su gusto y alinear consigo una diplomacia que se resiste a ser alineada tan fácilmente. La cadena Telesur, ligada al chavismo, y el diario cubano Gramma, por ejemplo, afirmaron que el Perú abandonaba el GL. Vladimir Cerrón tuiteó el sábado 7: “Perú no será más, parte del #Grupo de Lima, grupo de palomillas como los llamé en Caracas, que en realidad son el #Grupo de Washington, un grupo de que expresa el neocolonialismo contemporáneo”.
Tomándo a esos medios y quizá, a Cerrón, como fuente oficial, viejos amigos del chavismo como el ex presidente boliviano, Evo Morales y el ex presidente ecuatoriano, Rafael Correa; felicitaron en sendos tuits, la inexistente decisión peruana. Más grave aún, el presidente boliviano Luis Arce Catacora tuiteó el domingo pasado: “Saludamos la decisión del presidente @PedroCastilloTe para que #Perú se retire del injerencista Grupo de Lima e integre la CELAC. La #PatriaGrande avanza hacia una etapa de integración basada en el respeto y solidaridad entre los pueblos”. Ni Castillo ni Béjar habían dicho adiós al GL ni Perú se va a integrar a algo donde no estaba; pero la desinformación también llega a los palacios de gobierno de la región.
Un día después de la toma de mando, el 3 de agosto, con motivo de la celebración del Día del Diplomático, Béjar leyó un discurso en el que reiteró que se iba a reforzar nuestra participación en CELAC y también en Unasur y ordenó las ideas que quería decir sobre Venezuela: “Propiciaremos la convergencia de todas las acciones e iniciativas internacionales con el Grupo de Contacto, al cual nos asociaremos, con la finalidad de obtener la realización de elecciones libres, democráticas y justas en Venezuela bajo estándares internacionales”.
No mencionó al GL aunque se sobre entiende que es una de las iniciativas en convergencia. O sea, que se muera de inacción y ambigüedad, sin el gesto que piden los amigos del chavismo y que, casi con seguridad, se lo pidió el canciller de Maduro, Jorge Arreaza, en la visita que hizo durante la toma de mando. Pero, ojo a las últimas frases que son significativas, pues muestran a Béjar conciliando con la visión de Torre Tagle sobre la falta de elecciones libres y democráticas en Venezuela.
Si prospera la interpelación, el canciller ex guerrillero tendrá que repetir y ampliar esas líneas. Ahí está el quid no ideológico de este lío: no se trata solo de fijar una posición sobre Venezuela, sino de qué el gobierno nos convenza de que no vamos camino a padecer como los venezolanos lo hacen ahora. Scull, desde su incertidumbre de no saber hasta cuándo este gobierno reconocerá el encargo que le dio Guaidó, me pidió hacer este apunte: “El problema de Venezuela no es de derecha o izquierda, es humano”.
(Frases)
“Hoy se entregó a todos los gobiernos del ‘cartel de Lima’ esta nota de protesta diplomática, donde les exigimos una rectificación de sus posiciones sobre Venezuela”
Nicolás Maduro, el 9 de enero del 2019, tras ser desconocido su mandato por el GL.
“Me parece que la decisión del gobierno peruano es una ridiculez, es una estupidez (…) no tiene ningún efecto”.
Nicolás Maduro, 9 de enero del 2019
“Aislar al gobierno de Venezuela y a sus representantes no ha conducido a nada”
Alberto Fernández, presidente argentino, el 24 de marzo, criticando al GL del que ya se había distanciado.
“El regalo de fin de año de los golpistas (…) es volver al neoliberalismo, ingresando al Grupo de Lima”
Evo Morales, el 23/12/19, sobre la decisión del gobierno de Jeanine Áñez de ingresar al GL.
“Es de mi agrado informarles que el grupo de Lima acaba de perder a Lima”.
Rafael Correa, tuit del 9 de junio celebrando el triunfo de Castillo
“Grupo de palomillas como los llamé en Caracas, que en realidad son el #Grupo de Washington, un grupo de que expresa el neocolonialismo contemporáneo”.
Vladimir Cerrón, tuit del 6 de agosto
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