Es presidenta de la Sociedad Peruana de Psicoanálisis (SPP) y le preocupa que nuestra salud mental esté pasando tan duras pruebas en estos tiempos de inmovilidad y miedo al contagio. Hay que oír su llamado a la serenidad y a la solidaridad.
—¿Es normal estar ansioso ahora? Saber que es normal, disminuiría el ansia.
Totalmente. Tenemos que analizar la situación. Es probable que sea la primera experiencia de esta naturaleza, sin precedentes por su magnitud, por su globalización. Y porque las medidas para combatirla son muy particulares: evitar el contacto; además, el encierro.
—¿Cuáles pueden ser las manifestaciones de la ansiedad para quienes no están acostumbrados a sentirla?
Se manifiesta de distintas maneras. Unos se mueven mucho, otros se quedan quietos. He escuchado gritar en la calle, hay quienes la sienten en el estómago, se ponen a comer, no se levantan de la cama. Hay combinaciones de tristeza y preocupación.
—¿Y con depresión?
Sí. Más preocupantes me parecen dos escenarios extremos: gente que puede estar muy sola y sentirse muy aislada y necesitar compañía. Debe buscar conversación y compañía virtual. El otro escenario es el confinamiento de familias grandes en lugares muy pequeños, sin espacio para la intimidad, para la soledad...
—Donde se maneja el serio problema de que si uno enferma, el riesgo de que enfermen todos es muy grande.
Sí, el miedo al contagio y mantenerse tranquilos es una situación muy angustiante, muy difícil de sostener, de tolerar. Además, para no hablar de enfermedades mentales complicadas, hay personalidades impulsivas, nerviosas y obsesivas a las que el confinamiento complica.
—¿Recomiendas algún esfuerzo del Estado y de los gremios profesionales para contribuir con atención, por teléfono, por redes, a la salud mental?
Sería ideal que esto surja en el ámbito del Estado [luego de esta charla, el ministro Víctor Zamora anunció que la línea 113 también atenderá consultas de salud mental]. Hay iniciativas particulares. Por ejemplo, nosotros en la SPP estamos montando un sistema a través de Facebook para atender a gente que sienta que necesita conversar con un profesional. Hay algo que se manifiesta en esta emergencia que es muy sanador: la ayuda, para quien la recibe y para quien la da.
—Además, ahora no solo hay ansiedad ante el contagio, sino ante la pérdida de ingresos.
Así es. Lo que caracteriza a esta crisis es la incertidumbre, no saber qué va a pasar con el mundo, con este universo menos sostenible, una inseguridad sobre nuestra propia supervivencia, la sensación de que hay una pérdida de control. Estamos acostumbrados a una vida donde tenemos bajo control muchos aspectos, y hoy eso se ha cancelado.
—Muchos buscamos la certidumbre leyendo información, y su abundancia, a veces, en lugar de tranquilizar, inquieta más.
Exacto. Estar informados es muy importante, eso nos permite evaluar nuestro riesgo y tomar las decisiones adecuadas, pero tenemos que buscar fuentes fiables. Creo que esta abundancia de información expresa ya una ansiedad muy grande.
—Buen punto, ¿hay una ansiedad mediática, los medios experimentan ansiedad?
Yo haría una invocación. Los medios no ven los efectos de la manera de informar, el dramatismo en las imágenes, en el sonido, la música de terror en los noticieros, contribuyen a generar mayor ansiedad.
—Otra pregunta, la vida familiar y de pareja está hecha de equilibrio, donde cada uno tiene sus espacios de libertad. Ese equilibrio se ha roto en estos días. ¿Cómo buscar un nuevo equilibrio?
Es muy difícil, esto exige que la gente saque todos sus recursos, que busque en sus experiencias pasadas. Hay un concepto que ayuda mucho en psicoanálisis y es la capacidad de estar solos, aunque uno esté muy rodeado, encontrar ese espacio interior que permita encontrar un momento de paz y tranquilidad con uno mismo. Eso es fundamental para sobrellevar esto.
—¿Qué tanto afecta no saludarse y no abrazarse? Eso también provoca ansia, frustración.
Es más intenso en personas que son muy corporales, que necesitan el apego, el contacto físico. Es una experiencia muy particular. Parece irónico, pero hemos potenciado el contacto espiritual, para compensar el contacto corporal que falta.
—¿Los chats son una buena idea?
Sí, pero hay que cuidarse del exceso, no mandemos tanto mensaje, no sobrecarguemos la red. La ansiedad por el contacto es una experiencia absolutamente novedosa, sin precedentes.
—Una preocupación de los últimos tiempos es la violencia contra la mujer y la violencia familiar. Hay agresores conviviendo en espacios irrespirables con su pareja e hijos.
A veces, la casa es un espacio de peligro. Es necesario contar con profesionales que den apoyo a través de llamadas. Sé que el MIMP ha puesto a disposición de mujeres que conviven con su violentador un espacio de cobijo, pero no sé si funcione ahora. Hay padres que se desahogan con sus niños. Una respuesta típica de la ansiedad y la violencia es agarrársela con el más frágil.
—En medio de todo esto hay algo simpático, las convocatorias para aplaudir.
Es un gesto de agradecimiento y apoyo, y de solidaridad. Adquiere el sentido de generar una colectividad. Estamos juntos, hacemos una misma fuerza, nos sentimos más seguros si apoyamos a nuestro sistema de salud, a las Fuerzas Armadas. En vez de criticar, nos hemos puesto a aplaudir.
—Por otro lado, esto niega el diagnóstico de que somos un país indolente. Si lo fuéramos, no se tomarían estas medidas, ¿no?
Esto me permite hablar de la autoridad. Cuando estás ante una incertidumbre muy grande y cuando sientes que no tienes el control de las cosas, lo mejor que puede pasar es que sientas que hay una autoridad que está tomando medidas, que está viendo por el bien del país. Estamos ante un ejercicio sano y positivo de la autoridad.
—Una curiosidad para una psicoanalista, ¿por qué la obsesión inicial con el papel higiénico?
El primer control que el niño logra es el de los esfínteres. Pero más allá de la teoría psicoanalítica, se evocan los primeros cuidados. Si lo vemos desde el punto de vista de la cultura, de las costumbres, el papel higiénico podría ser el símbolo de un estado de bienestar asociado a la limpieza, al progreso, reflejo de una capacidad de poder atender necesidades básicas y que no retroceda la civilización.