Mirian Morales está acostumbrada a sortear las críticas a su empoderamiento. En un reportaje que hice en marzo para escribir un perfil sobre ella, me admitió que si ha cometido pecados, son de acción, nunca de omisión; jactándose así de su vehemencia y proactividad de ‘tractor’ (ella misma invocó esa analogía y agregó una juguetona onomatopeya, ‘tacatacataca’).
Morales conoce al dedillo las regulaciones del Estado y, en su puesto, hace una interpretación ancha de aquellas: como SG (secretaria general) de Palacio de Gobierno, apenas agarró viada en el 2018 (su nombramiento es del 24 de marzo, apenas un día después de la sucesión de mando), en nombre del despacho presidencial que no es lo mismo que en nombre del presidente pero pesa bastante, se volvió transversal, metomentodo y casi, casi, omnipresente.
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Tal personalidad no se arredra ante las críticas. No se repliega, encara funcionarios y resuelve las fricciones. Pero si le pillan una presunta falta es otra cosa. En ese caso su único antídoto es el silencio y bregar por que la coyuntura evolucione hasta que otras noticias aplasten a la que protagoniza a su pesar, hasta que el presidente no se sienta presionado a responder sobre ella y pensar en que Mirian, la super colaboradora que le apunta, le marca, le indaga y le resuelve tantas cosas de la agenda nacional; la que es su amiga pero mantiene la suficiente distancia social como para decirle ‘presi’; pudiera ser prescindible.
Desde el año pasado, había muchos comentarios preguntándonos quién era la funcionaria cuyo nombre empezó a mentarse en tono de leyenda palaciega urbana y que nos obligó a especular si de veras es la mujer más empoderada del país. Nos enteramos de que conocía a Martín Vizcarra desde que coordinó una mesa de diálogo en Moquegua cuando este era gobernador y que allí hicieron buenas migas. Que cuando este fue ministro de Transportes la contrató para la Dirección General de Asuntos Socioambientales, pues la resolución de conflictos era su background. Allí fue que, según la denuncia de “Panorama” del domingo pasado, documentada con órdenes de servicio, habría injerido en la contratación, en la dirección a su mando, de Claudia Teresa Mere Vidal, hermana menor del padre de su hija, Jorge Mere Vidal.
Morales no estaba casada, lo que descarta un requisito formal del nepotismo; pero sí tenía un lazo estrecho con la contratada, que era una joven recién titulada e inscrita en el padrón de proveedores del Estado, lo que haría más evidente el contrato a dedo. Según algunos penalistas consultados días atrás en El Comercio, podría haber incurrido en el delito de negociación incompatible, si se demostrara, en un eventual proceso penal, que se aprovechó de su cargo, mediante una decisión en la que tuvo injerencia, para favorecer a un tercero.
-Dijo que no-
Por lo pronto, la Contraloría General de la República (CGR) ya inició, este martes, indagaciones sobre el caso, enviando un memorándum a Carlos Lozada, actual ministro de Transporte. El contralor Óscar Yábar, asignado por la CGR al ministerio, ha pedido toda la documentación referida a Claudia Mere, quien siguió ligada a la cartera, escalando en montos de contratación, cuando Morales ya estaba en la SG de Palacio.
Jorge, hermano de Claudia, también trabaja en el estado, en el Ministerio de Vivienda. Allí se abre otro terreno de investigación sobre la posible injerencia de Morales en la evolución de su relación laboral. Ella le ha dicho a la Comisión de Fiscalización, cuando compareció la semana pasada a responder como testigo en el caso de Richard Swing, que está separada hace 3 años de Mere y que no ha tenido ninguna injerencia en la suerte de este. Cuando el excontralor Edgar Alarcón, cabeza de la comisión, le preguntó, “ha ayudado a algún familiar o amigo a obtener contratos con el Estado”, ella respondió: “No, en absoluto”.
Esa rotunda negativa pesará en los congresistas cuando, como es previsible en la lógica de tomar prendas del Ejecutivo, prosigan las indagaciones contra ella. Por lo pronto, Fiscalización ya citó a los hermanos Mere para que cada uno informe sobre su relación con los ministerios de Transporte y de Vivienda, respectivamente. Alarcón había dicho que se abriría una investigación específica contra Morales. Aunque no tenemos noticia de que se haya formalizado tal pesquisa con nombre propio, la citación a los Mere lo da por hecho.
Súmese la apertura de investigación en el Ministerio Público ‘a quienes resulten responsables’ de lo denunciado en “Panorama”, tal como informa este jueves El Comercio. Si los congresistas invitaron a Morales la semana pasada bajo la hipótesis de que habría tenido algún grado de injerencia ante el Ministerio de Cultura para la contratación de Swing; se puede presumir que ahora irán directamente por ella. Swing fue el estribillo, ahora vendría la canción.
Mis fuentes palaciegas prefieren guardar silencio ante el caso de Morales, pero, por lo menos, una de ellas, sí admite lo obvio: que el incremento de presión e investigaciones dirigidas específicamente a la SG, hacen que su permanencia sea de pronóstico reservado. Hasta ayer, seguía trabajando como siempre y se dejó ver en Palacio. Intenté conversar con ella, pero se excusó. Otra fuente, que había conversado con ella, me dijo que eran falsos los rumores que decían que había sido conminada a renunciar.
El martes, durante la conferencia del mediodía, varios pensaron que el presidente no iba a poder rehuir, a la hora de las preguntas, el tema de Morales. Para nuestra sorpresa –y para hondo respiro del entorno de Mirian- ninguno de los 5 medios sorteados, 3 de regiones y 2 de Lima, preguntaron al respecto.
Nos quedamos sin saber la respuesta que el presidente tenía guardada para la ocasión. Pero nos la imaginamos ambigua y no concluyente, quizá un ‘no blindamos a nadie, que se investigue’, pues a Vizcarra le debe costar mucho empezar la nueva convivencia con su entorno diezmado por la distancia social. Maximiliano Aguiar, aunque en contacto virtual, está en Argentina desde antes de la cuarentena; Iván Manchego, asesor y amigo de muchos años, se apartó de Palacio aunque no rompió palitos; la partida de Mirian, como único antídoto para frenar una escalada de cuestionamientos al gobierno, tendría un costo sensible en Palacio.
Pero han sido muchas veces que el presidente ha dicho, en varios tonos, que los cargos no son para provecho de nadie, y que el gobierno lucha contra el uso indebido del poder; como para que guarde silencio sobre el caso de su SG por un tiempo prolongado. La transparencia y ética del servicio público son muy valiosas en tiempos de crisis como para trajinarlas tanto.
-No es la primera-
Según me contó para el perfil que hice en marzo, Mirian Morales pensó en renunciar una vez, cuando se aireó la denuncia de que su hermano mayor, Juan Morales Córdova, fue fichado por la Sunarp en julio del año pasado y se especuló que ella lo había recomendado. En su defensa, me dijo que más bien se opuso a la idea, pero su hermano, que ya había trabajado tiempo atrás en ese ente, hizo valer sus derechos y postuló. No hubo indagaciones ni periodísticas ni administrativas que pudieran probar su influencia en esa contratación, pero, el hermano renunció en noviembre ante las sucesivas olas críticas. Según me contó en la entrevista, el destape generó discusiones en la familia, que la afectaron al punto que fue la única ocasión en la que pensó en su renuncia palaciega.
Varias coyunturas desplazaron el protagonismo renuente de Morales en portadas, hasta que en el verano se reanudaron algunos cuestionamientos, sobre todo el de su presencia en un viaje a un evento minero en Canadá al que había sido invitado el presidente. Este no fue y ella, que no había sido invitada, sí lo hizo. Le resultó un tanto complicado explicar como así iba en nombre del despacho presidencial a un evento donde no había sido invitada.
Pero la pandemia y la cuarentena cambiaron radicalmente la agenda de nuestras preocupaciones nacionales. Mirian Morales, lejos de los reflectores, siguió acudiendo a Palacio a apoyar al presidente. En más de una ocasión, la vimos permanecer en el encuadre fijo, detrás de Vizcarra, cuidándole la agenda.
La resiliencia de la SG ya ha sido puesta a prueba, y para ello le sirven algunos principios que aprendió en sus cursos de resolución de conflictos; pero allí también se aprende que hay momentos en que la crisis pide una salida rápida porque el costo de demorarla sería mayor. La ofensiva congresal, paralela a la indagación de la CGR y a la apertura de investigación fiscal, podrían apurar un desenlace palaciego, sino no hay un brusco cambio en la agenda nacional pos cuarentena y por fiestas patrias.