“Los problemas políticos, los problemas mediáticos no alimentan y no ayudan a salir adelante. No nos distraigamos en cosas que no nos alimentan”, dijo hace unos días el presidente de la República, Pedro Castillo, en una actividad en Huaycán. Hoy, su gestión cumple 66 días arrastrando precisamente aquellas crisis que él sugiere a la población ignorar.
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Ni la interpelación y posible censura al ministro de Trabajo, Iber Maraví –cuestionado por sus presuntos vínculos prosenderistas–, ni la sorpresiva advertencia del jefe del Gabinete, Guido Bellido, sobre una eventual cuestión de confianza en defensa de Maraví, motivaron en el mandatario pronunciamientos contundentes. Tan solo hubo tuits.
La desvinculación del quehacer político ya es regular y continua en la gestión de Castillo. En sus más de 40 apariciones públicas, entre el día de su asunción y el 30 de setiembre, el mandatario tan solo ha respondido a reporteros de medios nacionales en unas siete oportunidades. Además, su receptividad a los micrófonos de periodistas ha sido tan limitada que solo suma un promedio total de 30 minutos.
El contraste cronométrico con sus antecesores es notorio, pues el rango normal es de 1 hasta 5 horas de respuestas a la prensa, entre abordajes de reporteros, entrevistas y conferencias (dos últimas que Castillo no ha brindado hasta el momento).
Sin rendir cuentas
Para el analista político y director de la consultora GFP, Jeffrey Radzinsky, es importante anotar que en el uso de su Twitter el presidente tampoco termina de asumir liderazgo o imponer autoridad frente a los revuelos de su propio gobierno. En consecuencia, queda espacio libre para que otros se atribuyan mayor poder.
“Las intervenciones que el presidente ha tenido por Twitter son únicamente reactivas y eso se suma a lo inédito de que no haya dado ni una sola entrevista hasta ahora. En este marco, yo diría que el perfil gubernamental no admite un vacío total y por eso siempre alguien termina asumiéndolo, más aún cuando no se tiene un equipo cohesionado. El protagonismo de Bellido, por ejemplo, se genera e incrementa por el perfil bajo del propio presidente”, resaltó.
Con respecto al aparente autoaislamiento de Castillo para redirigir la atención hacia las políticas públicas, Radzinsky expresó que aquel objetivo también queda hueco porque no hay exposiciones claras en ese otro rol del Gobierno. “La imagen de que él solo cubre los grandes lineamientos del país tampoco la ha llevado a la práctica”, refirió.
El politólogo Paolo Sosa advirtió que el reclamo que se le pueda hacer al presidente Castillo para que se pronuncie sobre la agenda política no necesariamente llevará a una apertura. Además, enfatizó que desde sus actitudes en campaña, era pronosticable una distancia de los medios.
“Lo que hemos visto en estos meses es que a mayor crítica, por más fundamental y razonable que sea, el oficialismo y sus aliados se repliegan más en su postura. Es muy probable que este frente y el presidente se endurezcan más. Por otro lado, también vale decir que de dar las respuestas que tanto se le piden, no salga bien parado y esa debilidad posiblemente la tenga muy presente”, indicó Sosa.
Poco oxígeno
El último viernes, el medio digital Epicentro reveló conversaciones de WhatsApp que, tal como había adelantado El Comercio, confirman una pugna en Perú Libre entre una facción ‘cerronista’ y otra moderada. En los extractos, Bellido y el propio Vladimir Cerrón, secretario general del partido, pautaban acciones de bancada, como la de pedir la renuncia del canciller Óscar Maúrtua vía comunicado.
En diálogo con El Comercio, la politóloga Paula Távara sostuvo que la ambigüedad en el liderazgo de Castillo fortalece los fines de actores del partido del lápiz más radicales y las medidas extremas que pueda formular la oposición desde el Congreso.
“Aunque una porción importante de la población aún tenga esperanza en Castillo como presidente y eso ayude a que su popularidad en las encuestas no caiga tanto, esto no va a resistir mucho si la dinámica política sigue como está. La oposición va a ir recolectando justificaciones para aplicar mecanismos de mayor presión”, estimó.
Sobre este punto, Jeffrey Radzinsky agregó que si el mayor choque Ejecutivo-Legislativo aún no ocurre es porque los liderazgos en la oposición también son precarios. “Creo que el presidente Castillo agarra oxígeno político en la medida de que su oposición también es bastante dispersa. Tomemos en cuenta que en las últimas encuestas, la ciudadanía reconoce con muy bajo porcentaje a figuras que pudieran contraponérsele. Keiko Fujimori y Rafael López Aliaga, por ejemplo, están muy debilitados como líderes opositores”, enfatizó.
Desgaste irreversible
Paolo Sosa refirió que conforme se mantiene su distancia política y mediática, otro elemento que va perdiendo peso en la imagen del presidente Castillo es el fuerte simbolismo que lo llevó a ganar la primera y la segunda vuelta electoral.
“El tema con este gobierno es que recurre a muchas retóricas, algunas construidas en función de un populismo que se opone a las élites y a los grandes medios de comunicación. Pero eso tiene un límite cuando se empieza a notar que el Gobierno no actúa como tal, omite respuestas y se enfrasca en discusiones sin proveer nada concreto ni sustantivo. Ahí es cuando lo simbólico se cae y lo que queda es efectivamente un presidente sin planes claros. Ahí es donde eventualmente se va acabando el apoyo de sectores que buscaban cambios”, expresó el politólogo.
Paula Távara añadió que si bien los medios de comunicación pueden no ser su espacio ideal, es necesario que el mandatario rinda cuentas pronto a la ciudadanía. No hacerlo, comentó Távara, opaca cualquier compromiso con la democracia. “Da la sensación de que al presidente no le parece importante darse a conocer o darse a entender ante la ciudadanía. Esa lógica de no tener que dar explicaciones ni rendir cuentas una vez que ya eres representante de la nación es preocupante en términos democráticos. El diálogo con la ciudadanía no cesa con su voto”, dijo.
Más datos
- De los gobiernos analizados para este informe, otro de los inicialmente menos receptivos con los medios de comunicación fue el de Ollanta Humala (2011-2016). El 11 de agosto del 2011, la agencia Reuters informó que el entonces presidente estaba imponiendo un “perfil bajo frente a la prensa” y recurriendo a su cuenta de “Twitter como principal vía comunicacional”.
- En sus dos primeros meses, Humala solo brindó dos entrevistas y apenas dedicó el total de una hora en promedio a declarar en vivo a reporteros. Sin embargo, dicha actitud fue corregida. En el caso de Castillo, no parece existir esa disposición.
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