El lunes, un apocado funcionario llamado Wilson Pretel, llamó de parte de Pedro Castillo al ex ministro de Defensa, Jorge Nieto. Pretel es nada menos que el jefe del gabinete técnico del presidente, pero, según mis fuentes, exhibe menos poder que Biberto Castillo y Beder Camacho, las voces cantantes del grupo de ‘los Bibertos’. Nieto tenía un problema médico que le impedía ir ya mismo a Palacio, pero le ofreció a Pretel, visitar a Castillo, sin falta, al día siguiente.
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Según un allegado a Nieto y según mis fuentes cercanas al gobierno, la llamada era una ‘finta’. A esas alturas, el gabinete ya estaba hecho y ni a Castillo, ni a los ‘Bibertos’, ni a Vladimir Cerrón; les provocaba conocer el rosario de condiciones que pondría Nieto. Este tampoco se hacía ilusiones. En efecto, Nieto no esperó a la cita y, entrevistado en RPP, dijo, por poner dos ejemplos, que, de ser invitado a la PCM, no mantendría ni a Juan Silva en el MTC ni a Aníbal Torres en el Minjus. El martes temprano, recibió otra llamada de parte de Castillo, para cancelar el encuentro.
No hubo vocación en el presidente para abrir la cancha. Si lo hubiera querido de veras, tampoco le hubiera sido fácil, pues ninguna fuerza política fuera de las facciones en la bancada de Perú Libre, aceptarían el llamado. Hernando Cevallos también había puesto condiciones (más adelante, les contaré detalles alarmantes) y fue descartado no solo como posible premier sino como ministro. Cerrón había venido de Huancayo a Lima, desafiando sus reglas judiciales de conducta, para defender su cuota con firmeza e incluso ampliarla. La noche del lunes 7 visitó Palacio junto a Richard Rojas, el ex jefe de la campaña presidencial, e insistió en que le dieran el Minsa. Castillo decidió entregar tamaña prenda a su ‘peor es nada’.
Mira: Vladimir Cerrón y Richard Rojas visitaron a Pedro Castillo.
¿Y por qué el elegido fue Aníbal Torres y no el ministro de Comercio, Roberto Sánchez? Tal como les conté en “Episodios terminales 1″ (5-2-22), Sánchez era el candidato firme de los Bibertos una semana atrás, antes de que Guillermo Bermejo convenciera a Castillo de que Héctor Valer era la carta non plus ultra. Pero Pedro Castillo no confía tanto en Sánchez como en Torres, a quien tiene, además, en un pedestal. Fuentes palaciegas que conocen la relación entre ambos, me cuentan que los une una amistad de ribetes filiales. Castillo, según esas fuentes, ya le había propuesto a Torres, desde el domingo, ser premier, y este no aceptó. El lunes le repitió la invitación, y el ministro tampoco aceptó, a pesar de que su fichaje era alentado por la esfera chotana del presidente.
¿Qué hizo cambiar de opinión a última hora, no a Castillo, sino a Torres? Hay dos hechos que, según más de una fuente, han podido encender a este hombre reactivo. La provocación de Nieto que dijo que lo sacaría del gabinete y la renuncia de su viceministro Gilmar Andía, que él no sintió como el hastío de un honesto funcionario, sino como efecto de una campaña armada por la oposición. La aceptación de Torres habría sido una retaliación: ‘ah, no me quieren de ministro, ahora me tendrán de premier’. Fuera de esa interpretación bélica, hay otra, más pacífica: estar al lado de su amigo Pedro en el tramo más difícil, quizá terminal, de su presidencia.
Aunque no son las funciones de un premier, Torres no va a poder evitar meter sus narices en la batalla legal contra el Congreso que busca vacar, destituir o enjuiciar al presidente; todo a la vez. Pedro Castillo no solo ha buscado un premier, sino un abogado y un amigo; uno hábil y alegoso, que ahora tendrá que mostrar más templanza que energía. A Aníbal ‘el caníbal’, como lo bautizaron sus alumnos sanmarquinos, le es difícil argumentar sin enseñar los dientes al adversario.
Por ahora, el premierato súbito le ha traído a Torres sorpresas desagradables como la del ministro de Salud, Hernán Condori, vendedor de supercherías milagrosas. El cargo también trae satisfacciones como proponer la prohibición de dos pasajeros en moto para luchar contra la inseguridad, una idea que propuso en Consejo de Ministros y a la que se resistieron Mirtha Vásquez y Avelino Guillén. ‘Caníbal’ no es caviar.
Pedro, el cuotero
Si el fugaz gabinete Valer fue consultado con el cerronismo cuando ya estaba prácticamente armado y Bermejo puso la cereza; esta vez Castillo prestó más atención a su peor es nada. Le entregó el Minsa, a sabiendas de que ese cambio sería el más difícil de asimilar por la opinión pública; le mantuvo la concesión sobre Energía y Minas y oyó lo que tenía que sugerir en otros ministerios. Cerrón quedó satisfecho, pues tuiteó saludando a Torres, borrando pasados agravios.
En realidad, con Vladimir y con otros, Pedro fue más ‘cuotero’ que nunca. Recojo ese término usado por la izquierda porque describe una acción y su autocrítica: dícese del grupo o líder que una vez tomado el poder, en ausencia de plan, no sabe qué hacer con él más que repartirlo entre los aliados, sin importar la idoneidad de los designados. Los grupos de izquierda empiezan perpetrando ese error al ganar un centro federado o un sindicato; Castillo y su gente lo están haciendo con el gabinete.
A la nueva bancada, Perú Democrático, luego del escándalo Valer, le han reconocido un lugar, el de Betssy Chávez. A los profesores con curul, se les quitó el lugar de Katy Ugarte en el Ministerio de la Mujer, que estaba provocando incendios entre mujeres de todo color y condición y, para compensarlos, le dieron el Ministerio de Desarrollo Agrario (ex Agricultura) al congresista Óscar Zea. El lugar de Ugarte se otorgó, por cuota, a la Fenmucarinap, un grupo de feministas indígenas que es clave dentro de la red de organizaciones de base que apoyan a Pedro Castillo. Diana Miroslavic, la nueva ministra, asesora a ese grupo (más detalles del giro en el Mimp, se los contaré mañana, en otra crónica).
Alejandro Salas, el ministro de Cultura, fue un connotado militante de Somos Perú (SP) hasta hace pocos días, cuando presentó su licencia. La hipótesis de que había un pacto con la presidenta de SP, Patricia Li, surgió inmediatamente. Conversé con un encargado del área de comunicaciones de SP y rechazó de plano esa presunción. Me recordó que Salas ya frecuentaba el entorno de Castillo desde la segunda vuelta. Pregunté si, ya que niegan el pacto, sabían quién sirvió de puente a Salas. No lo saben a ciencia cierta, pero tienen sospechas que recaen en su ex candidato presidencial, Daniel Salaverry. Les dije que también pudo ser Biberto Castillo. Me dijeron que no lo sabían, pero aprovecharon para contarme que Biberto había sido presentado el año pasado como pre candidato de SP a la alcaldía de Los Olivos. Entonces, no sabían de su estrecha relación con el gobierno. Ahora que ya la conocen, buscarán otro candidato distrital. Sobre la investidura, me dijeron que se inclinan por votar a favor, y concentrarse en censuras ministeriales. Esto último acrecienta la idea de un pacto; pero, si lo hubiera, sería débil y fungible.
Bomba en el Minsa
Prometí que les iba a contar la historia de cómo Hernando Cevallos pudo ser premier. El mismo domingo 6 en el que Castillo le ofreció el premierato a Aníbal Torres, también se lo ofreció, seriamente, a Cevallos. Mis fuentes del Minsa me contaron que el exministro le dijo que, si aceptaba, necesitaba saber en qué manos quedaría el Minsa. Castillo le dijo que tenía dos nombres que le había dado Perú Libre. Cevallos le replicó que no estaba de acuerdo con esa alternativa. No era primera vez que se negaba a un pedido que viniera de PL. Unas semanas atrás, el presidente le había preguntado qué le parecía poner de viceministros a unos recomendados de PL, a lo que él se negó. Sumen a la presión de PL, las visitas al Minsa de congresistas perulibristas como Kelly Portalatino, llevando hojas de vida de recomendados.
Tras la negativa dominical, Castillo no le repitió la invitación a Cevallos. El lunes no se comunicó con él y Cevallos asumió que estaba descartada la invitación al premierato. Hasta que el martes lo llamó a Palacio y le dijo, como ya ha contado el ministro en entrevistas, que necesitaba poner una persona en el Minsa. Mis fuentes me dijeron que Cevallos no se ahorró términos para advertirle a Castillo de que estaba cometiendo un error. Llamé al exministro. Prefirió no hablar sobre lo que me dijeron las fuentes del Minsa, pero me dio su reacción sobre su controversial sucesor Hernán Condori: “Espero que el presidente haga una evaluación. No conozco a Condori, pero me preocupa que sus antecedentes tengan influencia en un sector de alta sensibilidad”.
Pedro Francke, al enterarse del terrible giro en el Minsa, minutos antes de que juramente el gabinete Torres, tuiteó una afectuosa despedida a Cevallos. Era su manera de deplorar la decisión de Castillo. En el MEF, el panorama es distinto. Reemplazaron a Francke por Óscar Graham, un subalterno suyo que tenía años trabajando en el ministerio. Hasta hace unos días estuvo encargado de la dirección de mercados financieros. Fuentes del MEF me dicen que tiene buena reputación entre sus colegas y que no discrepa con la orientación tradicional del ministerio.
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¿Por qué un gobierno de izquierda saca a Francke para colocar a alguien que está a su derecha?, pregunto a mis fuentes. Me responden que es probable que Biberto Castillo y ese grupo que ronda a Castillo quisieran a un ministro sobre el que creen que tendrán más influencia, pero ello no significa que Graham necesariamente les dé en la yema del gusto. Me agregaron un antecedente: que es posible que el cambio esté en la misma línea de la reunión del presidente con 4 exministros –Luis Castilla, Alonso Segura, Claudia Cooper y Waldo Mendoza- que promovió Biberto: Calmar los miedos despertados por la reforma tributaria y mejorar la relación con el empresariado.
En realidad, a Pedro Castillo y Vladimir Cerrón no les interesa la economía ni tienen cuadros para ello. Les interesa —como me lo dice un observador palaciego— el Estado como botín para repartir en cuotas a los aliados. “La política es un pretexto”, me dijo otro observador que casi fue ministro y hoy respira aliviado.
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