“Nosotros, para hacer lo que el pueblo nos ha mandado, no necesitamos bombos ni platillos”, dijo desde Ate el presidente Pedro Castillo a inicios de diciembre, en un evento nacional de rondas campesinas. En los cerca de 23 minutos de discurso, Castillo repetiría su invocación al ‘pueblo’ otras 20 veces. Desde sus tiempos de campaña, ese recurso ha sido continuo e infaltable en su retórica.
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Solo entre su quinto y sexto mes de gestión, el mandatario ha mencionado la palabra ‘pueblo’ 266 veces en actividades oficiales. Además, durante sus primeras cuatro entrevistas, la repitió conjuntamente en 71 ocasiones. Sus ocho antecesores recurrieron a esta palabra mucho menos, sumando entre todos 197 veces en discursos locales durante su quinto y sexto mes de gestión.
Para especialistas consultados por El Comercio, el símbolo del ‘pueblo’ en el discurso diario del presidente Castillo funciona como un capital político. El politólogo Paolo Sosa explica que esa invocación “es un componente fundamental del populismo” y busca homogeneizar a un sector de la población para oponerlo, generalmente, a las élites.
“Es una retórica en la que el líder populista se atribuye representación, liderazgo de protesta y poder de protección. Entonces, más allá del uso exagerado de la palabra ‘pueblo’, que puede ser algo anecdótico, es importante entrar al contexto en el que se usa esa palabra. Y ese marco es, en el caso de Castillo, de resaltar una división social y generar una polarización afectiva”, señala.
Para el politólogo Daniel Encinas, Pedro Castillo logró su elección como presidente, en parte, porque no solo era un candidato con un discurso populista, sino que compartía el origen social con ese sector marginalizado del llamado “Perú profundo”.
Pero el momento ha cambiado y la retórica va perdiendo peso conforme avanza el mandato. “Ya en el gobierno, creo que estamos en una segunda etapa de este discurso asociado al ‘pueblo’. Con esto me refiero a que Castillo ha perdido y dilapidado ese capital político. Para empezar, su aprobación popular es mínima, y los constantes errores lo han llevado a perder credibilidad y conexión con el grupo al que dirigía ese discurso”, dice.
Contrastes con otros predecesores
Aunque los expresidentes Ollanta Humala (2011-2016) y Alberto Fujimori (1990-2000) también invocaban con recurrencia al pueblo y especialmente el segundo tenía impronta populista, sus discursos guardan diferencias con el de Castillo. De acuerdo con Sosa, para Castillo su recurso va perdiendo peso porque no busca darle coherencia con resultados y decisiones.
En tanto, los otros exgobernantes no se centraban solo en lo retórico. “Humala también fue un candidato outsider y de discurso populista. Pero los símbolos en su gobierno no eran una estrategia fundamental, como sí lo son en el de Castillo. Humala buscaba también personificar la figura de presidente y al mismo tiempo lo acompañaba lo programático, principalmente, con sus proyectos sociales. Fujimori sí acentuaba más la contraposición entre el pueblo y los grupos de poder, pero también sostenía su discurso con obras qué lucir. No tener un respaldo más allá de lo discursivo definitivamente te desconecta”, refiere Sosa.
En “modo sobrevivencia”
Los entrevistados coinciden en que Pedro Castillo ha saboteado el potencial de movilización a su favor que tienen los mensajes. Daniel Encinas explica que un gobierno precario en poder político suele sobrevivir conectando con demandas básicas de la sociedad y, para ello, cita el caso del expresidente Martín Vizcarra, quien también capitalizó a su manera las contraposiciones.
En su caso, Vizcarra marcaba el conflicto entre los peruanos y una clase política desprestigiada. “Aunque terminó como ya conocemos, Vizcarra duró en el gobierno con la aprobación que resultaba de materializar las demandas y el hartazgo ciudadanos. Castillo, en cambio, no da muestras tangibles de la lucha de intereses populares que dice defender”, sostiene.
Aunque, días atrás, el presidente Castillo ofreció un cuarto Gabinete ministerial “más participativo y de ancha base para un mayor beneficio de todos los peruanos”, el anuncio se vio opacado por nuevas designaciones fallidas. Encinas refiere que esta decisión vació más el contenido del discurso. “El presidente no optó por la coherencia, sino por profundizar un estilo de gobierno al que se le atribuyen intereses personales y cuotas de poder”, comentó.
Sosa advierte que una de las razones por las que Castillo sigue sobreviviendo en la presidencia es la baja calidad de la oposición, con líderes políticos cuestionados y rechazados por una gran parte de la ciudadanía: “En tanto la oposición siga actuando irresponsablemente, con ansias de vacar, pero sin garantías de mejoras, la lógica antagonista detrás del discurso del presidente recupera cierto peso y le da algo de oxígeno”.
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