“Es la bancada de Avanza País”, me dicen, coincidiendo, una fuente apepista y otra fujimorista. Ambos, con quienes conversé por separado, achacan la invitación a Aníbal Torres al impulso de un grupo sin cabeza partidaria. Fue Adriana Tudela quien sustentó la moción que, muy a su pesar, para no pecar de cobardes, contó con el voto de los otros socios de la coalición vacadora (ellos se llaman a sí mismos “bloque democrático”; mientras Perú Libre los tilda de “golpistas de derecha”). La torpeza y la valentía suelen mezclarse al caminar y provocan las metidas de pata.
Hoy, hasta para el propio Avanza está claro que la invitación fue un despropósito, pues Castillo iba a aprovechar la oportunidad para lanzar a Torres a morir matando, apuntando a llevar al Congreso al escenario de la disolución. En efecto, fue provisto de un video para provocar a Martha Moyano y a Jorge Montoya, y acompañado de ministros que compartían su libreto confrontador. Al final, puso el pecho pidiendo que venga la censura. Pero la oposición ya se había hecho a sí misma promesa de estoicismo. Según mis fuentes, Lady Camones coincidía plenamente con su partido, y se armó de paciencia para calmar las aguas. El bloque cuenta con dirigentes y asesores curtidos en estas lides, incluyendo a ex presidentes del Congreso como Luis Galarreta (Fuerza Ppular), Luis Iberico y Luis Valdez (APP), así que tenían prevista hasta la posibilidad de que Torres lanzase una cuestión de confianza.
Mira: Así fue la sesión con Aníbal Torres en el Congreso.
¿Por qué los de Avanza estaban arrebatados? Que no tengan un partido de referencia y congresistas con previa experiencia en la lid política es una explicación parcial. Otra parte es la coincidencia de personalidades donde la pasión manda sobre la disciplina, como Patricia Chirinos y Norma Yarrow. Finalmente, la otra parte de la explicación es un hecho reciente: a la hora de reemplazar el hueco que dejó el condenado Wilmar Elera de Somos Perú en la mesa directiva, se reunió el bloque en espera que uno de dos, Diego Bazán de Avanza o Alejandro Muñante de Renovación Popular, renuncie a su candidatura. Ninguno de los dos hizo el gesto y los portavoces de FP, APP y Podemos les pidieron que se fueran a un aparte a decidir. Los jóvenes congresistas regresaron tras un largo rato con una noticia: que no se habían puesto de acuerdo y pedían que los voceros decidan por ellos. Alguien sugirió –esto es en serio- que hicieran un sorteo. Pero, antes de discutir el método –si el del palito más corto, la moneda al aire o el yankenpó- desistieron de esa idea y los 3 voceros hicieron un aparte y decidieron a favor de a Muñante. Bazán aceptó la decisión como un caballero, pero descargó su furia con chilla opositora.
Mamita, los prefectos
Antes del regalo congresal, Castillo estaba perdido entre gremios vocingleros y consejos contradictorios. El lunes en la noche, una fila de decenas de peruanos de todo el país, hombres y mujeres, viejos y jóvenes, entraba a Palacio de Gobierno por la puerta de Jirón de la Unión. No era un remedio para que Pedro el acorralado resista el embate opositor; era un placebo entrando a gotitas a su casa, a sus venas. Eran prefectos y subprefectos del Perú que, si se convocara todos, a razón de 1 por región (25), 1 por provincia y (196) 1 por distrito (1845), serían un máximo de 2066.
Probablemente, no todos ellos han sido designados por ser simpatizantes o amigos del gobierno; pero sí muchos. De cualquier forma, en tanto funcionarios del Estado, no deben hacer proselitismo. Y sus funciones son tan pocas, que nada justifica un encuentro nacional. En realidad, según una fuente que confirma mi impresión y la vuestra, el propósito era hacerlos parecer como parte de ‘las bases populares que resistirán al golpismo de derecha’.
La hilera de prefectos animó a la congresista Patricia Chirinos, vacadora apasionada, a enviar un oficio a Aníbal Torres pidiendo le explique los motivos y costos de esa reunión. En verdad, de poco sirven los prefectos en el Perú, salvo para expedir garantías a los ciudadanos. Eran los representantes del poder central en departamentos y provincias, pero tras la descentralización su rol perdió sentido. En el 2006, Alan García y el Congreso se pusieron de acuerdo en promulgar la Ley 28895 para desaparecerlos, pero el reglamento de la ley los mantuvo con funciones mínimas. Desde entonces son un bolsón de copamiento partidario.
En pocas semanas, Palacio de Gobierno se ha convertido en sede –ya no hay tiempo para armar muchos CMD (consejos de ministros descentralizados)- de un clientelismo desesperado que llegó al extremo de hacer confundir a prefectos con bases. Se encontró el hambre de normas (‘reinfos’ para mineros artesanales e informales, títulos de propiedad para comunidades precarias, formalización de CAS para trabajadores inseguros, inscripción de ronderos en base de datos del Mincul) con la necesidad de respaldo popular. Pero ninguno de sus aliados le ofreció Pedro Castillo la dorada oportunidad que le ofreció su enemigo en el Congreso.
Los ajustes para cuándo
Para que vean la magnitud de la torpeza congresal, recuerden que Aníbal Torres está de prestado, que ya renunció públicamente y se ha quedado un tiempo más en espera de que Castillo le consiga un reemplazo. Cómo les he contado en crónicas pasadas, el presidente ha buscado el reemplazo, lo sigue buscando. En el bolo están los ministros leales como Alejandro Salas, Betssy Chávez, Robert Sánchez y Félix Chero; otros ciudadanos como Gonzalo García Núñez y Máximo San Román sondeados semanas atrás; y el censurado ex ministro del Interior, Dimitri Senmache, que se reúne con cierta regularidad con Castillo, y le hace propuestas y sugerencias.
Mira: Pedro Castillo evalúa cambios ministeriales.
La búsqueda se detuvo porque el Congreso le hizo el regalo inesperado. Buscando la lealtad de los ministros, Castillo se dio tiempo en los últimos días, para llamar a cada uno por separado a su despacho a pedirles que presuman su inocencia y negar los cargos que le hacen. Lo que no he podido averiguar es el porqué el ministro de Defensa, José Luis Gavidia, presentó su renuncia antes de que Castillo tuviera listo el reemplazo. Días atrás me contaron que las denuncias sobre sus dispendiosos almuerzos y la contratación de su hija en Serfor, lo pusieron en capilla; de modo que es probable que Castillo le sugiriera renunciar. Pero lo habría hecho antes de lo esperado.
Tras la pausa del regalo parlamentario, el presidente vuelve a las tribulaciones que, en realidad, no lo abandonaron. El viernes atendió fugazmente a la prensa y solo balbuceó respuestas evasivas del tipo, ‘está en investigación, no puedo hablar sobre ello, no lo sé’, cuando le preguntaron por sus investigaciones penales. Los ajustes ministeriales, empezando por el hueco de Defensa, son impostergables. Sé, incluso, que un emisario presidencial ha conversado con algunos políticos de oposición planteándoles temas de diálogo y propuestas para el gabinete; pero los dialogantes no confían en lo que el presidente pueda prometer y cumplir. Castillo aún no asimila que a Torres no lo van a censurar y que, mal le pese, tiene que dejarlo ir a su casa, mientras Yenifer Paredes y otros de su entorno íntimo pueden ir a la cárcel con prisión preventiva. Con ese cuadro de estrés sumado a su descomposición política, se puede esperar cualquier (in)decisión.