Por cuarta vez, el gobierno improvisa una —o dos o tres— estrategias para investir un gabinete. O para perderlo. Con Pedro Castillo no se sabe. Recuerden que Guido Bellido fue investido y al poco tiempo defenestrado de súbito por mano presidencial. Mirtha Vásquez fue constantemente saboteada por el cerronismo. Héctor Valer se confesó como bala de plata, pero lo dispararon al aire para poder llegar a este cuarto Gabinete Torres.
El factor ‘Caníbal’
Aníbal Torres tiene un pie en cada escenario. O se va sin investir, en aroma de pólvora a sus 79 años, tras perder una batalla que dejaría al ganador tan mellado como al perdedor. O resiste de tregua en tregua, cubileteando con los congresistas de las regiones, tragando sapos, cubriendo a Castillo; por Dios sabe cuánto tiempo más. En el mejor de los casos, antes del 8 de marzo, que es la fecha fijada para la investidura, podría, si lo ajochan, hacer algunos ajustes indispensables y ofrecer alguna cabeza para que no se lo perciba como compinche del copamiento con indicios de corrupción en los ministerios de Energía y Minas, Salud, Transporte y Comunicaciones o Interior; para solo mencionar cuatro.
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Hasta ahora, a Torres la oposición lo percibe como terco e incondicional de Castillo e intolerante con los contrarios. La izquierda no castillista se resiente de que haya cruzado la raya al bregar contra el procurador Daniel Soria y la ex jefa del INPE, Susana Silva. Pero no se lo percibe socio de la turbiedad cerronista y de los ‘Bibertos’ que rodean al presidente. Su enfrentamiento con Perú Libre aún se recuerda. Sin embargo, si no da señales públicas de estar incómodo con Hernán Condori en Salud –fuentes que lo conocen me aseguran que lo está- que es el summum de las perversas designaciones ministeriales; la percepción podría cambiar en su contra. Ha podido decir, en conferencia de prensa, que un asesor, secretario general o viceministro cuestionado, ya fue separado; pero no ha tocado a ningún ministro. Por cierto, Vladimir Cerrón, entrevistado hoy en “Hildebrandt en su 13″ dice que el premierato de Torres cuenta con su respaldo y tuvieron una reunión donde estuvieron de acuerdo en temas fundamentales. O sea, que el premier les respeta su cuota, Condori incluido.
Algo ha cambiado en Palacio respecto a los meses pasados. Por primera vez, Pedro Castillo tiene un premier por quien cruza los pasillos para buscarlo en el ala este de la PCM. Bellido era el hombre de Cerrón en Palacio y Mirtha Vásquez nunca dejó de ser una extraña para él. Ahora no pasa desapercibido para los habitantes de Palacio que a Torres lo busca para conversar y coordinar, sin que los ‘los Bibertos’ lo encimen. Estos siguen haciendo de las suyas en el despacho, pero hay una esfera de decisiones políticas que toma Castillo con Torres y con algunos ministros y congresistas, que se les escapa.
Torres es inflamable y también voluble, como los otros actores. La semana pasada estuvo abrumado por el escándalo de Condori y llegó a decirle, a un escandalizado Elmer Huerta, que el ministro estaba ‘en evaluación’. Pero el fin de semana vino la ‘evaluación’ con Castillo y algunos ministros. Mis fuentes, lamentablemente, no tienen detalles de ese proceso, pero el lunes quedó claro que Condori había pasado el examen y Torres se tragaba el sapo.
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El lunes 14 el presidente apareció con chaleco antibalas y látigo de rondero acompañando un operativo de madrugada de la PNP en El Agustino. Más tarde, en San Juan de Miraflores, defendió a Condori por ser “un ministro que ha venido de la chacra, porque sabe dónde está la necesidad”. El cambio de look cocinado por el propio Castillo en el despacho presidencial, blindó a Condori ante las dudas de Torres y de los ministros que comparten el estupor ante el intruso en el Minsa. El martes, Torres cumplió con su parte en la estrategia, con una conferencia accidentada que en realidad era un pronunciamiento contra el Congreso: que está manejado por golpistas y desestabiliadores, como lo probaba la reunión ampayada por la revista ‘Hildebrandt en sus 13′ donde supuestamente se habló de la vacancia. Entró a tallar, otra vez, la narrativa del contraste y algo más.
La blanca favorita
Quedó claro que hubo una definición de estrategia, apurada, tosca; pero concertada con ministros y congresistas: atacar al Congreso como ente desestabilizador y conspirativo y, en especial, a María del Carmen Alva. Es la blanca favorita del gobierno, perfecta para incentivar la narrativa del contraste entre el ‘campesino humilde y la pituca limeña’, algo que está, por supuesto, por encima de los méritos o defectos de ‘sus personas’.
En diciembre hubo un intento de usar esa misma narrativa en el Congreso y con apoyo palaciego. Participó Mirtha Vásquez como premier y colaboró Torres como ministro de Justicia interrogando a nuestro cónsul de España en calidad de testigo, buscando censurar a Alva por, supuestamente, haber promovido una campaña contra la imagen de Castillo en España. El Congreso, salvo las bancadas de Perú Libre y Juntos Por el Perú, cerró filas con Alva. Fue una reacción corporativa no calculada por Palacio.
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Otra vez se la acusa de ser parte de un complot desestabilizador con visos internacionales, pues estuvo en un evento financiado por la fundación alemana Friedrich Naumann y el Centro para la Innovación de Políticas Públicas (CIPP). A golpearla entonces, con una proclama del premier, con una denuncia constitucional presentada por la ministra Betssy Chávez en su calidad de congresista, con otras acciones de los congresistas Silvana Robles (Perú Libre) y Guillermo Bermejo (Perú Democrático), firmadas por sus bancadas. Hasta se pidió formar una comisión investigadora sobre el evento en cuestión, algo bastante forzado, pues vaya complot que aparece consignado en la agenda oficial de Alva y de la fundación.
¿Por qué volver a una estrategia derrotada en diciembre? Porque hay un factor adicional que me lo menciona un amigo del gobierno. El oficialismo ha leído la corriente crítica contra Alva que viene de las bancadas de centro y los congresistas regionales. Su propia bancada, Acción Popular, se resiente de que Alva parezca más funcional a fujimoristas, Renovación Popular y Avanza País, que a ellos. Por otro lado, basta leer encuestas para notar que la posible presidencia de Alva, en caso de vacancia, no concitaría mucho respaldo popular y sería asaltada por una narrativa del contraste similar a la que minó a Jeanine Añez en Bolivia. En los cálculos detrás del concertado ataque de PCM y bancadas oficialistas contra Alva; se adivina la intención de provocar caos puñalero en la oposición que lleve a una censura de aquella, ya sea sola o junto a su mesa directiva.
Si Alva puede caer antes de tiempo o no, o si fuera reemplazada por un parlamentario regional que evite ser víctima de esa narrativa y levante la aprobación congresal; eso es el largo plazo a que no llegan los cálculos oficialistas. La estrategia, el lunes, era provocar desconcierto y desorden en el enemigo. Lo que venga después está más allá del horizonte. La estrategia es tan improvisada y precaria, que puede variar de un día a otro. Como en efecto varió radicalmente el miércoles, cuando en conferencia de prensa, Alva apareció flanqueada de su mesa directiva y de los portavoces de la oposición (incluyendo a Podemos), con un tono ligeramente conciliador, que Torres quiso leer como definitivamente amistoso, y lo correspondió entusiasta.
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Tan volubles son los actores, que en 24 horas pasaron del ataque más o menos planificado a la tregua espontánea; sin despeinarse. El tono confrontador había creado tal expectativa de bronca que,al frustrarse, se acrecentaron las sospechas de pactos informales y convivencias turbias. Sin embargo, ello requeriría un nivel de entendimiento del que no tenemos registro, y factores constantes (no más escándalos, no más designaciones garrafales, no más conflictos) que no los hay.
La volubilidad es mucho mayor en el gobierno que en el Congreso. Castillo y Torres pueden cambiar de tono si lo acuerdan entre ambos y no se sorprendan de próximos desfases e incongruencias entre ambos. Pero en el Congreso se impone el filtro de la junta de portavoces que precede cualquier anuncio importante que haga Alva. La decisión de plantear a Torres que haga su presentación el 8, muestra el grado diferente de volubilidad en los poderes del Estado: la oposición busca tiempo para cubiletear, juntar votos, esperar cambios, medir al gabinete, intentar el cambio de la ley que eliminaría el requisito de la investidura en la segunda legislatura que empieza en marzo. O sea, ni ganar ni perder la batalla, sino disolverla.
En cambio, el gobierno, simplemente, quiere salir rápido del trance. Torres ha aceptado la fecha pero Castillo –he aquí una primera disonancia- ha dicho el jueves, desde Lambayeque: “Invocamos al Congreso que recibe a nuestro gabinete el 28 de febrero. ¿Por qué alargar hasta el 8 de marzo? Nos limita ciertas cosas porque hay un plan de trabajo que se está movilizando”. Hay, en Castillo, otros miedos y cálculos, como, por ejemplo, que el Congreso tenga lista alguna modificación reglamentaria que anule o relativice el voto de investidura. O, algo peor, que en 17 largos días, aparezcan escándalos y denuncias que solivianten al Congreso. Betssy Chávez, ministra de Trabajo, comparte esa angurria presidencial. Este viernes en “La República”, embistió contra la decisión del Congreso de alargar la fecha y asegura que no retirará la denuncia contra Alva. Para ella no hay tregua. Sintoniza con su incendiario colega de bancada, Guillermo Bermejo.
El presidente ha mostrado su impaciencia pero no ha arremetido contra el parlamento como los partidarios de Perú Libre, entre otros activistas que deambulan por la Plaza San Martín y la Avenida Abancay pidiendo el cierre del Congreso mientras Torres hace su ronda cordial con las bancadas. El premier, incluso, ha preferido ir a visitar a algunas, en lugar de que estas lo visiten. Pero, para hacerlo todo más confuso y precario, los hermanos Cerrón manejan una actitud distinta a las de sus bases en sus gestos públicos: Waldemar abrazó a Alba el miércoles y Vladimir habló en son de tregua en su entrevista de hoy.
Consulté a la PCM sobre cuál es la posición del premier respecto a lo dicho por el presidente y la ministra. Respecto a Chávez, le respeta lo que haga como congresista y asume que la denuncia la ha hecho en sus fueros parlamentarios. Sobre el presidente, coincide con su impaciencia por hacer la presentación pronto y él mismo preferiría que fuera antes del 8, pero respeta la conformidad que ya dio por escrito al Congreso.
Valga el tiempo largo que ha dado el Congreso al oficialismo: de aquí al 8 de marzo, Aníbal Torres podrá indagar si Castillo y un gabinete con una ministra desbordada como Betssy Chávez confían en él, y si él confía en ellos; antes de presentar su plan de acción y pedir la confianza a la representación nacional.
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