¿Les sienta la palabra oposición?, le pregunto a Richard Rojas, miembro del CEN de Perú Libre y su secretario nacional de prensa y propaganda. Rojas fue jefe de la campaña de Castillo en el 2021. Fue involucrado en investigaciones fiscales ligadas al financiamiento de aquella y ello frustró su designación como embajador en Panamá. Venezuela sí lo recibió de embajador, sin objeción.
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“Sí, somos fiscalizadores. No somos parte de la gestión, porque todos tienen su cuota de poder”, me respondió Rojas con cachita sobre la relación de otros partidos con Boluarte. Le pido ejemplos de lo que dice. Evade esa respuesta pero me cuenta algo más interesante: “Nos ofrecieron participar, pero no aceptamos. Estaban los muertos de por medio”. ¿Fue luego de las protestas de diciembre y enero del año pasado? “Sí, hubo ese ofrecimiento. Vino directamente de la presidenta, a través de un intermediario”.
Nada con ‘caviares’
Solo hay tres partidos en el Perú de los que se puede decir que sus bancadas acatan lo que ellos decidan. Los congresistas ponen atingencias y hay uno que otro quiebre, pero la mayoría acata. Son la excepción a la teoría de las bancadas rebeldes y los congresistas saltimbanquis. Se trata de Fuerza Popular, APP y Perú Libre. Por eso, no es casual que los tres (más Avanza País, compartan la mesa directiva, presidida por Alejandro Soto de APP, secundado por el fujimorista Arturo Alegría y por el perulibrista Waldemar Cerrón.
Kelly Portalatino, ex ministra de Salud y militante de PL, no es miembro del CEN pero sí se reúne, junto a otros correligionarios de bancada, con dirigentes partidarios en la comisión política. “Fue una decisión partidaria y la respetamos. El balance es positivo, ahora tenemos más leyes aprobadas”, me dice Portalatino sobre el puesto de Waldemar, subrayando la importancia del partido. Y, en ausencia de Vladimir Cerrón, actualmente prófugo de la justicia, ¿ha habido algún cambio en la estructura partidaria?, le pregunto. “Por las razones que se conocen, se ha decidido que interinamente Waldemar asuma la secretaría general”, me cuenta.
“Fue un acuerdo que se votó en asamblea general, que es el máximo órgano del partido” dice Rojas sobre el mismo tema. La asamblea la forman los 26 representantes regionales, los 13 miembros del CEN más los 12 de la bancada. En esa suma, el partido se impone siempre sobre la bancada. Toda este armazón, formal e impersonal en apariencia, está supeditada, sin embargo, a un talante dinástico. Vladimir ha abogado por su hermano Waldemar desde que intentó postularlo a la presidencia del Congreso en el 2021. El año pasado impulsó la decisión de incluirlo en la mesa directiva del Congreso y negoció directamente con APP y FP, según me contaron fuentes de ese bloque.
La decisión polémica de participar en la mesa sí tuvo un costo que les dolió. Renunciaron a la bancada Jaime Quito, Álex Flores y Alfredo Pariona, seguidos poco después por Silvana Robles, que había sido su vocera. Otro ex vocero, Flavio Cruz, evitó renunciar pero hizo pública su discrepancia. El argumento cerronista de que los ‘caviares’ son tan gran enemigos del pueblo que justifica compartir la mesa con el fujimorismo, no convenció a estos ‘hermanos’ perdidos.
Para alguien tan doctrinal como Vladimir, todo debe estar sustentado en una explicación estructuralista marxista, aunque sea alambicada. Pero la enemistad con lo ‘caviar’ suele explicarla por otras consideraciones que tienen con que ver con el materialismo dialéctico sino con las polarizaciones entre Lima y su región central, lo criollo y lo andino, lo blanco y lo indio, lo progresista y lo apegado a las raíces del marxismo leninismo. Desde que organizó en el 2019 una ambiciosa reunión en Huancayo buscando un frente de izquierda bajo la candidatura de Verónika Mendoza, y el progresismo académico limeño partidario de Verónika lo menospreció por machista cuadriculado; el odio se ha potenciado. Para remate, cuando PL ganó la primera vuelta en el 2021, por falta de cuadros técnicos, tuvo que aceptar la alianza con el grupo de Mendoza, Juntos Por el Perú, y entregarles la conducción del MEF.
Su entrevista del siglo
Cerrón, a pesar de la cuota de poder que le permitió Castillo en la PCM (los primeros meses de Guido Bellido), suele decir que nunca tuvo el poder. Porque en verdad se sintió desplazado por el progresismo y la tecnocracia sin bandera ideológica; pero también porque le conviene tomar distancia frente a los cargos de corrupción y golpismo castillistas. Bastante tiene con estar prófugo de los cargos de su pasada gestión en la gobernación de Junín.
El 24 de enero colgó, en el portal del partido, una entrevista hecha por un simpatizante (Leonel Falcón-Guerra, director del diario “El Puka”), en la que minimiza y zanja de esta forma con el socio al que llevó a Palacio y no lo quiso ni de portero: “A Castillo nadie lo neutralizó; él no estaba convencido de la misión que le había dado la historia. Se hizo del gobierno con un programa comunista, pero luego fue torciéndose hasta que fue a EE.UU. y retornó diciendo ‘América para los americanos’. Todo un ‘chotano boy’. Nunca tuvo una conciencia de clase, no era un marxista, ni siquiera un nacionalista popular”.
En el balance cerronista, PL, a pesar del breve periodo de Guido Bellido en la PCM, a pesar de que recibió como cuota de poder el Ministerio de Salud y, en parte, el de Energía y Minas, y ejerció su derecho al veto en algunos casos; no gobernó. “Perú Libre es el partido más consolidado de la izquierda popular marxista, aún con sus errores (…). Ganar las elecciones no es ni siquiera ganar el poder”, dice. Como izquierdista de vieja escuela, también se flagela con la autocrítica. Señala como errores, “no haber confiado en las bases, mala selección de candidatos, traidores a su clase”. Como intuyen, no solo le cae a Castillo, también a Boluarte.
La flagelación se extiende al último periodo congresal cuando habla de la Comisión de Fiscalización: “Es una vergüenza ajena y propia para el partido. No opino más al respecto por un tema de ética partidaria”. Tampoco responde al trascendido de la investigación del Eficcop al entorno de Patricia Benavides, que señala que Jaime Villanueva, el ex asesor de Benavides, lo buscó y hablaron de la posibilidad de que la fiscalía lo ayude con el caso del Aeródromo Wanka. La persecución judicial de la que es objeto es, en su discurso, una confabulación del poder, el empresariado y los medios. Este razonamiento remata en esta coda conspirativa: “Se fomenta la inseguridad para militarizar el país, es una operación laboratorio”.
En el balance de Cerrón por Cerrón, tras ajustar el cogote a su plancha de Castillo y Boluarte y flagelarse un poco, el partido gana históricamente: “Ninguna izquierda podrá criticar a PL mientras no haya ganado por lo menos una elección nacional, esa es la valla que dejamos hasta hoy, que para nosotros mismos no va a ser fácil superarla, aunque estamos más cerca”. ‘Chúpense esa, caviares’, es el mensaje de Cerrón desde una clandestinidad en la que ningún izquierdista, sea progre, caviar, liberal o anticuado, quisiera estar.